Estamos ignorando por qué hacemos lo que hacemos y creando una dependencia a aquello que nos genera placeres rápidos y repetitivos. La fórmula para generar riqueza se ha vuelto vender estímulos masivos que disparen un beneficio emocional inmediato, aunque se torne autodestructivo.
Consecuentemente, el anti-marketing no significa proponer que el marketing tiene un carácter negativo y posicionarlo como un enemigo a vencer; todo lo contrario. El marketing no es más que sistematizar, con procesos de prueba y error, las señales correctas para impulsar la conducta. Es un medio, no un fin. También puede ser utilizado con fines sublimes y positivos.
El problema se da cuando no entendemos lo que sucede, acotamos nuestra visión y actuamos en contra de nuestro bien solo para alimentar intereses egoístas de otros—y lo peor, lo hacemos por cuenta propia. Además, con los recientes avances de la Inteligencia Artificial, el peligro se ha multiplicado.
Nos guste o no aceptarlo, existen condicionamientos innatos —entre ellos los instintos— que instruyen tendencias de comportamiento contundentes en nosotros. Por ejemplo, por supervivencia, todos los Homo sapiens estamos preprogramados para optar por alternativas que implican menor gasto de energía.
En un entorno contemporáneo esto último explica por qué leemos tan poco y consumimos tantas redes sociales aunque esto implique un menor beneficio a mediano y largo plazo, o bien por qué los alimentos más vendidos son aquellos cargados de indulgencia exprés aunque vayan en contra de nuestra propia salud. Las industrias se aprovechan de esta situación y el resultado ha sido una colección de patologías fisiológicas y psicológicas nunca antes vistas en la historia de la humanidad.
Por estas razones, encontrar un antídoto es urgente. Siento informar que esto implica un esfuerzo mental significativo: alimentar nuestra facultad creativa, de reflexión y pensamiento crítico. El escudo infalible se encuentra en la información y entendimiento biológico.
Para tomar decisiones libres, el anti-marketing representa comprender los deseos, cómo funcionan, cuál es su objetivo y distinguir cómo la comunicación utiliza nuestros impulsos en nuestra contra.
Durante más de 15 años me he dedicado a estudiar y documentar la biología del comportamiento y desarrollar modelos de negocio y tácticas de comunicación creativas con un fin de fondo primario muy particular:
Aportar herramientas para la mente que permitan tomar decisiones inteligentes para proteger la vida.
Es decir, dichos datos son muy útiles para vender pero, sobre todo, para descubrir los sesgos cognitivos que nublan nuestro pensamiento.