En esa misma década, en México se creó la Comisión Nacional del Espacio Exterior (CONEE) para fomentar la investigación, exploración y empleo del espacio exterior y asesorar al gobierno y a entidades interesadas en la ciencia y la tecnología. La CONEE desapareció en 1977.
Hasta 2010, México retomó la investigación del espacio exterior al crear la Agencia Espacial Mexicana (AEM) para alentar proyectos innovadores en el sector espacial. En junio de 2019, el Gobierno federal anunció que para fines de ese año se inauguraría en Atlacomulco el primer Centro de Investigación y Desarrollo Espacial de México, con una inversión cercana a los 80 millones de pesos y, en 2021, México y Argentina crearon la Agencia Latinoamericana y Caribeña del Espacio (ALCE), con la participación de varios países de la región, para la exploración y explotación de la Luna y otros cuerpos celestes.
La India ha logrado grandes avances y está aprovechando la Economía Espacial. En México, la austeridad y el desinterés en la ciencia por parte del Gobierno federal han puesto a la AEM en su peor momento (su presupuesto pasó de 125 millones de pesos en 2019 a 69 millones de pesos en 2023); del Centro de Investigación en Atlacomulco no ha habido noticias y sólo se sabe que el presupuesto está en la Sedena, y de la ALCE tampoco se encuentra información actualizada (en su Facebook, la última publicación es de julio de 2022).
Es notable la indiferencia gubernamental mexicana por la Economía Espacial, que a nivel internacional genera oportunidades para el desarrollo económico y tecnológico para apoyar la atención de necesidades sociales. En varios países, incluido India, esta economía representa una prioridad estratégica.
¿Qué debemos entender por Economía Espacial? La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) publicó en 2012 el Manual Sobre la Medición de la Economía Espacial, en el cual la definió como una gama completa de actividades y el uso de recursos que crean y proporcionan valor y beneficios a los seres humanos en el curso de la exploración, comprensión, gestión y utilización del espacio. Son actividades que involucran la investigación científica, el desarrollo tecnológico y la industria e infraestructura espacial, que generan conocimientos, productos y servicios benéficos para las sociedades. Según la OCDE, la economía espacial, representó en 2021 cerca de 370 billones de dólares y se estima que alcance un valor de 642 billones de dólares en el 2030.
Es la oferta y la demanda de todo lo que de la Tierra sale al espacio, lo que ahí sucede y todo lo que del espacio regresa a la Tierra, lo que incluye cohetes, experimentos en microgravedad, satélites, extracción de minerales en asteroides y vuelos privados al espacio, es decir, transporte, comercio, inversión, empleo, producción y consumo, entre otros.
En enero de 2019, el entonces Secretario de Comunicaciones expresó que “En la Cuarta Transformación vamos a hacer lo que se necesita para desarrollar al país (…) a través de este rubro espacial, atraer las vocaciones de nuestros jóvenes hacia ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM) para construir capacidades tecnológicas para nuestro país”. Cuatro años después, es claro que la ciencia, la innovación y el desarrollo tecnológico -y lo que ello puede representar en la economía nacional- no son una prioridad en México.