Por un lado, recientemente hemos descubierto y descifrado las probabilidades conductuales de los estratos subatómicos con la mecánica cuántica; hemos descodificado gran parte del código transmilenario con los secretos más profundos de la vida a través de la genética, y hemos desarrollado herramientas increíblemente innovadoras, fascinantes e imponentes como la Inteligencia Artificial.
Por otra parte, los impulsos instintivos pobres y egoístas siguen dominando el ejercicio de la política y su teorización está primordialmente estancada con ideas viejas, fallidas y rebuscadas; las estructuras económicas atienden esencialmente a intereses personales y se encuentran plenas de barreras contraproducentes; y la filosofía parece haber olvidado el pragmatismo y su influencia elitista se limita esencialmente a su propia academia.
La inmensa diferencia entre aquellas bases disciplinarias en constante mejora y aquellas varadas o en retroceso, puede resumirse en dos palabras: sistemas abiertos.
Internet, blockchain, sistemas operativos y de gestión, programas, plataformas, bases de datos, protocolos de información, lenguajes y estándares abiertos son algunas de sus más relevantes manifestaciones.
En pocas palabras, muchas mentes o participantes tienen mayor capacidad de procesamiento y alcances que una o pocas.
Así funcionan los procesos biológicos, lo cual ha permitido a la vida conseguir hazañas tan inimaginables como la consciencia. En síntesis, ha lanzado un ejército de nodos que recopilan, aprenden, transmiten y replican información llamados genes para encontrar soluciones de supervivencia, resistencia y prevalencia frente a un entorno hostil y caótico. Aunque a simple vista no lo parezca, la lucha individualista de cada gen y especie aporta un bien mayor al todo. Es decir, no hay esfuerzos aislados sino redes interconectadas que actualizan el conjunto. También, así funciona nuestro cerebro.
Los grandes avances tecnológicos suelen ser análogos a los métodos biológicos; así es como hemos encontrado una fuente abundante de respuestas y conocimientos.
En contraparte, la política y economía han levantado resistencias que impiden el flujo de datos adecuado para una optimización integral. Por ejemplo, los líderes políticos dan preferencia a las configuraciones que derivan en mayor poder individual y no a aquellas que representan un avance colectivo. Lo mismo sucede con las cabezas económicas.
Paradójicamente, las propuestas y prácticas “socialistas” contemporáneas no han hecho más que obedecer a intereses de corto plazo de algunos grupos empoderados levantando barreras de resistencia aún más infranqueables.