Por ejemplo, si una empresa nos ofrece un nuevo producto “verde”, “ecológico” o “biodegradable”, de primera instancia habrá quienes lo vean bien por sumarse a la preocupación por los temas ambientales, sin embargo si se analiza un poco más a la empresa y se encuentra que ese nuevo producto es el único que tiene con esas características o que incluso el resto de su portafolio no son nada sustentables, sino que por el contrario generan grandes impactos ambientales, pudiéramos encontrarnos frente a un caso de greenwashing.
Y por el contrario, si encontramos que esta empresa decide empezar por ese nuevo producto, pero se tiene una estrategia para reducir los impactos ambientales de todos sus otros productos o procesos y hay compromisos serios a corto y largo plazo sobre los que va trabajando y reportando avances, esto nos puede dar una perspectiva totalmente diferente, la de una empresa comprometida con los temas ambientales y en un proceso de mejora hacia futuro.
De esta manera, la congruencia entre lo que se dice, lo que se hace y lo que se es como empresa se vuelve un elemento indispensable para ir más allá del greenwashing y poder conformar una buena reputación en materia de responsabilidad social o sostenibilidad, donde cada decisión, acción, producto o iniciativa de la empresa y sus integrantes suma o resta en este balance.
De ahí la importancia que la responsabilidad social logre por un lado permear al modelo de negocio, a la forma de operar de éste en su día a día en todos los niveles, áreas o departamentos de la organización, así como a su cultura organizacional, para que no sean sólo declaraciones o compromisos sin sustento, políticas o lineamientos que nadie siga, o prácticas e iniciativas superficiales que no generen valor.
Por otro lado, destaca el papel que tienen todas las personas que conforman a la empresa, para ser protagonistas de la RSE, ya que ésta se pone a prueba en el actuar de cada una de ellas, y en sus relaciones con los diversos grupos de interés, por lo que se debe de trabajar y reforzar también la responsabilidad social personal, para abonar desde lo individual a lo colectivo.
En todo esto, desde luego las empresas más grandes son las más observadas, por los alcances e impactos que pudieran tener sus buenas o malas prácticas en materia de responsabilidad social, sin embargo, no es un tema exclusivo de éstas, las pequeñas y medianas empresas también pueden avanzar en este sentido, considerando sus características, contexto y capacidades en determinado momento para ir madurando poco a poco conforme ésta vaya creciendo.