Además de la inversión y la generación de conocimiento, el bienestar de una nación demanda de la transferencia tecnológica para incidir de manera efectiva en los niveles de productividad, la creación de riqueza y la solución de los retos que enfrenta la sociedad.
Las universidades son uno de los motores más potentes en la generación de conocimiento, creatividad e innovación, por ello es relevante que integren en sus agendas de investigación los desafíos globales, así como incrementar la interdisciplinariedad en sus trabajos científicos y fomentan la transferencia de sus resultados en beneficio de la sociedad.
De acuerdo con la SEP, México cuenta con 3,813 instituciones de educación superior, con más de 100 centros nacionales y regionales de Investigación y con 36,714 integrantes en el sistema nacional de investigadores (apenas representa una cuarta parte del personal académico de tiempo completo de la educación superior), en términos de publicaciones científicas el desempeño de este conglomerado ha mejorado en términos de volumen y relevancia; sin embargo, este desempeño es bajo en términos de patentes registradas, las cuales constituyen los activos intangibles más valiosos que pueden dar lugar a nuevas tecnologías.
La mayoría de las nuevas tecnologías sólo añaden valor una vez que se integran con éxito en un sistema central de productos o servicios. Por ello las universidades deben trabajar con las empresas para diseñar y desarrollar tecnologías y procesos de vanguardia para mantener una ventaja competitiva y avanzar hacia actividades aún más valiosas.
La colaboración es relevante dado que hay invenciones que requieren múltiples fases de evolución antes de alcanzar su forma final, y eso significa que muchas creaciones se pierden antes de llegar a resolver el problema planteado, perdidas a causa de prácticas insostenibles, cambios de mercado o estancamiento.
Se requieren modelos que apunten al desarrollo de una cadena de financiamiento universidad-empresa adecuada a las distintas etapas del desarrollo tecnológico, desde la fase pre-semilla y semilla hasta la participación de inversiones de capital de riesgo (ángeles, fondos y corporaciones), en fases de validación comercial, ello supone de parte de las universidades la existencia previa de mecanismos de protección intelectual y comercialización de tecnología en donde los flujos de aprendizaje interinstitucional permitan compartir conocimientos y propiedad intelectual bajo acuerdos de reparto de ingresos.
La industria nacional requiere aumentar la inversión orientada a la creación y el fortalecimiento de sus capacidades para la adopción de nuevas tecnologías. La disrupción demanda contar con las capacidades tecnológicas para capitalizar tecnologías emergentes, así como de una nueva disposición de las empresas para aprender y adoptar conocimientos y nuevos paradigmas en el desarrollo un producto o servicio claramente diferente y valioso.
En cuanto a las universidades, estas deben contar con programas orientados a fortalecer la consolidación de los grupos de investigación y a estimular la creación de nuevas líneas de investigación aplicada, a través de apoyar la producción científica de calidad e impulsar la colaboración internacional de sus equipos de investigación como un medio para impulsar su participación en redes que les permitan reforzar su producción y participar en proyectos más innovadores y así puedan insertarse a líneas y proyectos de desarrollo tecnológico en conjunto con la industria.
Desde esta perspectiva es deseable el impulsar la incorporación de investigadores universitarios en la industria a través de estadías de corta duración, con el fin de facilitar la vinculación entre las personas que cuentan con el conocimiento de alto nivel para resolver problemas y las empresas que buscan una solución a sus problemas o emprender nuevos proyectos.
Las universidades deben desarrollar ecosistemas adecuados para impulsar la innovación y el emprendimiento, un binomio cuyo propósito es transformar la excelencia científica en creación de valor económico, empleo y calidad de vida, en donde la transferencia tecnológica estimule las relaciones entre los laboratorios y las empresas.