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Varoufakis y su tecnofeudalismo

El griego Yanis Varoufakis arremete contra algo que el considera peor que la IA o el propio capitalismo: con “el capital en la nube” se refiere a las grandes plataformas de comercio electrónico.
mar 12 marzo 2024 06:00 AM
Social Commerce. Las redes sociales como vitrinas de venta
¿Qué problema hay con que la publicidad sea cada vez más personalizada? ¿O que los productores de bienes y servicios puedan acceder a millones de clientes en todo el mundo?, plantea Jordi Oliva.

El ex ministro de finanzas griego Yanis Varoufakis (solo estuvo seis meses en el cargo, pero lo hizo famoso en toda Europa) acaba de publicar un libro titulado “Tecnofeudalismo. El sigiloso sucesor del capitalismo” y el periódico ElPaís le da bombo y platillo en un artículo del pasado 10 de febrero.

Dice el sr. Varoufakis que “el nuevo capital mutante ha matado y sustituido al capitalismo: se trata del capital en la nube, que no fabrica cosas, sino que se compone de dispositivos concebidos para modificar nuestro comportamiento. Y que le va muy bien”.

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El ex ministro de finanzas arremete contra algo que el considera peor que la Inteligencia Artificial o el propio capitalismo: con “el capital en la nube” se refiere a las grandes plataformas de comercio electrónico como Amazon o Alibaba, o los motores de búsquedas como Google o Bing, y todas las demás que ya conocemos.

Varoufakis se horroriza que estas plataformas aprendan de nuestros comportamientos y se adapten a nuestros gustos e intereses a través de la navegación en internet, ofreciendo productos extraordinariamente personalizados. Y luego se lanza a una diatriba sobre si es capitalismo o hay que llamarlo de otra manera, “como le piden sus amigos socialistas” ya que se trata de grandes sistemas de compraventa de productos y servicios no solo entre empresas sino también entre pequeños negocios o entre particulares.

En fin. Entiendo que el sr. Varoufakis no ha trabajado en su vida más allá de ser profesor universitario (algo muy digno, dicho sea de paso, que yo también lo soy). Él no ha tenido que trabajar buscando clientes por todas partes, no ha tenido que vender nunca nada (excepto este y otros libros, que bien se los promocionan los medios de izquierda que también están en la nube). Y no debe saber lo difícil que es esto de vender para muchos empresarios, emprendedores, trabajadores y profesionales de todos los sectores. No debe saber lo que es tratar de hacer una empresa rentable en un mundo de consumidores hiperconectados a todas las horas del día y la noche, con cientos de opciones al alcance de su mano.

Le espanta que las plataformas nos conozcan para ofrecernos cosas que cubran nuestras necesidades, y por qué no, nuestros deseos y aspiraciones. Pero se olvida que el consumidor está a un clic de quitar las cookies que almacenan y reportan lo que hemos visitado con el navegador de internet. Se olvida que los consumidores son más inteligentes que todo eso y que siempre pueden ir a otro lado, como por ejemplo al changarro de la esquina donde también nos saludan por nuestro nombre y preguntan cómo les va a nuestros hijos en la escuela, y si tu mamá ya ha superado su problema de salud. Y es esa proximidad a las personas la que ha construido con esfuerzo y dedicación el negocio de muchos pequeños emprendedores y empresarios: tratando de entender las necesidades de su comunidad y compitiendo con otros muchos proveedores de productos y servicios en un mercado cada vez más difícil, porque cada vez hay más oferta en todas partes.

Nada particularmente diferente a hacerlo a través de plataformas, donde muchísimas personas sin capital tratan de establecer un pequeño negocio. ¿Pero qué problema hay con que la publicidad sea cada vez más personalizada? ¿O que los productores de bienes y servicios puedan acceder a millones de clientes en todo el mundo?

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Finalmente, en su artículo el político griego aboga por que los consumidores “recuperemos nuestra mente y seamos dueños colectivos del capital en la nube”. Se olvida que estas plataformas no las fundaron señores feudales y grandes capitalistas, sino personas de clase media, con solo una idea y escaso dinero. Y ha sido su innovación, trabajo duro y su dedicación al mercado lo que las ha llevado a ser compañías globales. Y por cierto, públicas ya que cualquier mortal puede ser accionista, y por ello sujetas a todo tipo de regulaciones y al escrutinio de la sociedad. Y por si fuera poco, también compitiendo entre si (por ejemplo, MercadoLibre que en México es un muy digno competidor de Amazon). Pero para él, ahora hay que expropiarlas porque son el nuevo maligno. “¡Proletarios de las nubes, uníos!”, dice. Así como suena.

Ahí lo dejo. Yo, de todas las plataformas de comercio electrónico, me quedo con la china Pinduoduo, una especie de Amazon de frutas, verduras y productos agrícolas que conecta a los productores del campo directamente con los consumidores de las grandes ciudades. Y ahora que Paris, Madrid y otras ciudades europeas han sido ocupadas por los tractores de agricultores muy enfadados con los precios que las cadenas mayoristas y autoservicios les pagan, me pregunto por qué en Europa no se crean más este tipo de empresas. ¿Por qué será…?

PD: El libro en cuestión está a la venta en Amazon y el resto de la nube al precio de $249 pesos.

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Nota del editor: Jordi Oliva es ingeniero en Informática por la U. Autónoma de Barcelona y MBA por ESADE. Actualmente es COO de Publicis Groupe México y profesor de Planeación de Medios en la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México. Escríbele a Jordi.Oliva@publicisgroupe.com Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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