Así, por muchas rabietas que haya en contra del capitalismo (que, sin duda, tiene muchas variables bastante cuestionables como es la acumulación de dinero en pocas manos), en momentos de escasez, el dinero sí ayuda a construir felicidad, pero hay un momento en el que éste tiene un tope y empiezan a tomar sentido muchos otros factores, particularmente la salud mental, las relaciones afectivas y cuando cada persona atesora sus propias satisfacciones como es el balance entre vida y trabajo.
“El dinero no necesariamente compra la felicidad, pero sí compra tranquilidad”, afirma Lina Martínez. “Y la tranquilidad es prima hermana de la felicidad. Está ahí, muy cerquita”.
Frente a esos umbrales, y para que la felicidad no se exprese solo a fin de mes y no sea vulnerable a las temporadas de crisis, la variable que vale la pena añadir a esta ecuación es la satisfacción con el ingreso, estar satisfecho con lo que se tiene en ese momento.
Para el final que esta historia merece, la felicidad requiere fundamentalmente de tres componentes: primero, asociar la felicidad con aquellas cosas que por muy insignificantes que parezcan generen emociones positivas (leer, hacer ejercicio, lo que sea); segundo, ejercitar la satisfacción, lo que implica incluir las emociones negativas que, al margen de sus crudos sabores, alimentan los retos; tercero, tener un propósito, la razón para despertar todos los días y contribuir para mejorar nuestros propios entornos.
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En su momento, los libros de autoayuda eran las fuentes primordiales de consulta, aún considerando que estos estaban (y muchos están) muy lejos de cualquier rigor científico. Quizá por ello todo lo relacionado con la felicidad tiene sus grados de mala fama porque buena parte de lo que se conoce viene de la autoayuda. Para muchos, los libros que prometen lograr la felicidad en pocos pasos y pregonar un cuento fantástico nos pueden resultar chabacanos, pero finalmente ayudan a muchos otros que agradecen estas narrativas y recibir de alguien un consejo que les parece sensato.
Lina Martínez así lo explica en su libro “FELICIDAD”: “La industria de la autoayuda ha tenido la capacidad de ramificarse y diversificarse, como buen ejemplo de mercado en el capitalismo (…) Esta literatura puede ser vista como la parienta menos educada, pero millonaria y muy popular, de la familia de los que se dedican de alguna forma al estudio o divulgación de la felicidad (…) Sin embargo, lo que sí ha logrado la parentela menospreciada es hablar en el lenguaje de las masas, virtud esquiva en el campo científico. Los mensajes claros, los ejemplos de personas que tienen los mismos problemas de los lectores, consejos aplicables en días y con la promesa de entregar resultados. ¿Quién no estaría tentado a volverse rico solo con el pensamiento?”.
Fue hasta el cierre del siglo pasado, con la socialización de la Psicología Positiva, cuando la felicidad entra al campo científico y se abre a muchas otras disciplinas que derivan en políticas públicas, estudios económicos, ciencias del comportamiento, entre otras.
Como sea, el factor más importante para la felicidad de cualquier persona radica en su capacidad para controlar sus estados emocionales, lo que implica entender que la vida se mueve en un péndulo, que da paso a emociones positivas y negativas…
Un día, te puedes levantar muy contento, pero te llega un email y te estresas; ves tu cuenta bancaria y, después de un buen café, viene la tranquilidad. No aceptar que este péndulo va y viene, y que lo único que queremos son emociones positivas, no es normal. Las emociones negativas son instrumentales para formar el carácter. Sin la rabia, por ejemplo, no se podrían poner límites al otro, ella o el no entenderían que hay algo que molesta y que no puede hacer; sin esos episodios de rabia no se construye una pareja.
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Nota del editor: Jonathán Torres es socio director de BeGood, Atelier de Reputación y Storydoing; periodista de negocios, consultor de medios, exdirector editorial de Forbes Media Latam. Síguelo en LinkedIn y en Twitter como @jtorresescobedo . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
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