En la última edición de la revista británica The Economist salió un artículo que explica cómo la inteligencia artificial (IA) ha mejorado las capacidades de los robots. En términos simples, el tipo de programación que da vida a la IA funciona como un “cerebro” para que los robots puedan seguir instrucciones simples con palabras comunes, así como responder a excepciones en las órdenes para hacer mejor su trabajo sin necesidad de transformar el código. Además, también son capaces de explicar su razonamiento, o sea, pueden justificar por qué hicieron ciertas acciones.
Esto implica que los robots pueden ser relativamente fáciles de usar para todo público. Es decir, podrían ser parte de un equipo encabezado por una persona que no esté especializada en programación. También, en la medida en la que sus habilidades avanzan es más probable que se aprovechen fuera de fábricas o de almacenes donde hoy operan como brazos o “cargadores” motorizados.
Da nervio ¿no? Luego, luego uno piensa que los robots nos van a robar nuestros empleos. Estas máquinas pueden operar 24 horas seguidas y no piden prestaciones ni permisos especiales.
No obstante, más allá del miedo, los robots cada vez más inteligentes ofrecen una esperanza ante una fuerza laboral que se reducirá conforme la población envejezca. Es decir, la tecnología actual abre una oportunidad para mantener los niveles de productividad sin elevar la edad de retiro.
Con los avances actuales, los robots podrían entrar a nuevas industrias y sectores para subsanar la falta de trabajadores en edad productiva. También podrían ejecutar tareas físicamente cansadas y que requieren precisión mientras los supervisa una persona de la tercera edad. Incluso podrían dedicarse a ciertas tareas de limpieza que se requieren a diario y quitan tiempo. Hasta se han probado robots para tareas básicas de cuidado como tomar signos vitales y generar sensación de compañía.