La diatriba política que hoy se respira llama a la división y al proteccionismo. Muchas regiones del mundo ya se alistan para lo que se les viene encima con el nuevo gobierno de Donald Trump. Europa ya ve venir el golpe directo a la OTAN. El pleito comercial con China subirá todavía más de tono. El cumplimiento del Acuerdo Climático de París estará en serios problemas. La globalización se agitará.
#Entrelíneas | La inconveniente fragmentación con Estados Unidos
El contexto siempre ayuda a entender el porqué de las cosas. Ciertamente, hay quienes prefieren no considerarlo y es cuando, de pronto, se sorprenden al momento en el que las noticias toman forma. En este caso, en muchos círculos estadounidenses ya se digería la tormentosa percepción de que Donald Trump regresaría a la Casa Blanca, con toda su fuerza y su batería de amenazas; solo faltaba que el correr de las horas convirtiera en realidad lo que ya mantiene en vilo a millones en el planeta.
¿Cómo es posible que alguien que ha doblado la ley será el futuro Presidente de Estados Unidos? Mariana Campero, host del podcast Mexico Matters, sostiene que todo es culpa de los demócratas y así lo explica: “El 6 de enero de 2021, después del asalto al Capitolio, Donald Trump se convirtió en una amenaza a la democracia para sus opositores y también para muchos de sus seguidores. El entonces candidato republicano desilusionó como líder a mucha gente, se fue a su casa y se encerró en Mar-a- Lago. Había caído en el olvido y, no fue hasta que el Partido Demócrata utilizó la justicia como herramienta política, que volvieron a poner a Trump en el radar y eso fue lo que volvió a darle tanta energía a su base y él se convirtió en un mártir”.
Una circunstancia no viene sola. Siempre, hay otras que la acompañan y que permiten fraguar percepciones, reacciones, decisiones por tomar y finalmente acciones. La administración de Joe Biden fue acumulando errores, rechazo y, entonces, la elección del pasado 5 de noviembre, en realidad, ya era cosa juzgada.
Ahora, ¿qué viene para México?
De acuerdo con testimonios recabados al interior de la comunidad empresarial mexicana, la narrativa de Donald Trump vendrá a patear los protocolos y diplomacia de su relación con Claudia Sheinbaum, perturbará el espíritu comercial que se tiene en América del Norte a través de llamados proteccionistas estadounidenses, pero principalmente usará los temas de migración y seguridad como herramientas para imponerse en los temas comerciales.
De arranque, se prevé que el tema migratorio se descomponga y que la lucha contra el narcotráfico, desde Estados Unidos, se endurecerá. “No me cabe la menor duda de que vamos a ver lamentables imágenes desde la televisión en contra de migrantes y estaremos frente a la redada más grande de migrantes en la historia de Estados Unidos”, proyecta Mariana Campero. “La persecución contra los cárteles mexicanos será intensa y podríamos ver drones y más guardias en la frontera”, añade.
Para 2026, los pronósticos que hoy dominan vaticinan no una revisión del T-MEC, sino un intento de renegociación. Empresarios consultados sostienen que Donald Trump exigirá a su contraparte una mejor balanza comercial considerando que México exporta a Estados Unidos, en números redondos, más del doble de lo que importa, lo que significaría que la revisión del acuerdo comercial sería el preludio de una renegociación en la que se impondrían las condiciones de Estados Unidos.
El siguiente invitado, incómodo, en esta historia es China. Desde el último tramo del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, la postura estadounidense era contundente: es vital tener clara la participación china en los componentes de exportación mexicanos. Esa política persistirá y se endurecerá con Donald Trump pues no permitirá que China use a México como su puerta de entrada al comercio de Estados Unidos. Algo más: las reacciones del norte se manifestarán en caso de que una armadora china pretenda instalar una planta de producción de autos en el sur.
Sin duda es de llamar la atención que estos escenarios se coloquen como parte del mapa de impactos en la relación bilateral entre México y Estados Unidos, tomando en cuenta que sus economías están, prácticamente, atornilladas, por lo que tendrían que estar perfectamente alineadas, junto con la economía de Canadá, para fortalecer la participación comercial de América del Norte frente a otros bloques comerciales.
Hace 30 años, la puesta en marcha del entonces TLCAN fue el mejor experimento de integración regional entre países desarrollados y en desarrollo, orientado al mercado y cuyos objetivos radicaban en mejorar las condiciones de competitividad, inversión y producción de la zona. Dado el tamaño de la región, el TLCAN fue un modelo que después se reprodujo en otros acuerdos comerciales de todos los niveles.
Bajo ese contexto, la carta que México podría jugarse frente al gobierno de Donald Trump radica en transmitir la importancia de mantener la prosperidad en toda Norteamérica y en trabajar en conjunto en un entorno cada día más globalizante.
“Somos vecinos y a Estados Unidos le conviene que México tenga mayor prosperidad porque entonces ellos tendrían más paz. Juntos podemos hacer productos muy competitivos. En el T-MEC hay industrias que se vuelven más competitivas cuando cuentan con la participación de los tres países”, afirma Mariana Campero.
Es el caso, por ejemplo, de la industria automotriz basada en México, que ya se prepara rumbo al proceso de revisión del T-MEC. Protagonistas de esta industria que fueron consultados para construir esta historia reconocen que viene un proceso complejo, complicado, sobre todo porque no hay reglas escritas a seguir para dar paso al proceso de revisión del acuerdo comercial. No hay como tal un reglamento para la revisión y, eso, puede llevar las conversaciones a caminos insospechados.
América del Norte es la segunda región de mayor producción de vehículos en el mundo, después de Asia. En números redondos, participa con 17% de la producción de autos a nivel mundial, cuando Asia produce 55%. Así, hay una brecha muy grande entre la primera región y la segunda, pero el panorama se complica cuando se tiene presente que el tercer lugar, con 16%, lo tiene Europa, lo que debería obligar a Norteamérica a mantener su posición y a reducir su brecha frente a Asia.
La industria automotriz basada en México es clave en el proceso de revisión del T-MEC. Actualmente, contribuye con 22% del comercio total del T-MEC, lo que lo convierte en el componente más grande de dicho acuerdo. Frente a eso, pensar en bloque es la mejor carta para defenderse. La pugna por las reglas de origen, el factor acero, serán puntos controversiales, pero la apuesta está en impulsar un mayor entendimiento del trabajo conjunto y no en el debilitamiento de la sociedad. Al final del día, la industria automotriz es la más integrada entre los tres países y lo que dota de competitividad al propio Estados Unidos es esta integración.
Hoy, los pronósticos solo tienen ese carácter. A ciencia cierta, no se tienen claras las decisiones que tomará Donald Trump. La narrativa pinta un futuro sombrío, pero también se entiende que la realidad no necesariamente se mueve en función de discursos electoreros.
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Donald Trump, sorprendentemente, también podría ser una buena noticia para México. En algunos círculos empresariales se piensa que el sucesor de Joe Biden mantendrá una posición firme para el cumplimiento del T-MEC. Bajo esos términos, obligaría a México a garantizar el buen clima de negocios, así como a preservar la certeza jurídica y el Estado de Derecho, que actualmente están agitados por la coyuntura alrededor de la reforma judicial.
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Nota del editor: Jonathán Torres es socio director de BeGood, Atelier de Reputación y Storydoing; periodista de negocios, consultor de medios, exdirector editorial de Forbes Media Latam. Síguelo en LinkedIn y en Twitter como @jtorresescobedo . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
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