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El futuro de la educación está mucho más allá de la IA

Una de las principales barreras para lograr una educación de calidad accesible para todos y todas es la inequidad digital, es decir, la disparidad en el acceso a internet y herramientas tecnológicas.
jue 05 diciembre 2024 06:04 AM
Group of people operating futuristic GUI.
La tecnología no constituye el núcleo del cambio educativo, sino una herramienta que debe ser utilizada al servicio del ser humano. Es un medio, no el fin, apunta Bruno Zepeda.

No nos equivoquemos. El futuro de la educación no reside en la tecnología, sino en las personas, donde siempre ha estado y siempre debe estar. Los tiempos venideros requieren una educación integral que desarrolle todas las dimensiones humanas, fomente la autorrealización y el despertar de la conciencia crítica, tal como lo planteó Paulo Freire en su obra Pedagogía del oprimido.

La transformación tecnológica, incluida la Inteligencia Artificial (IA), está redefiniendo el aprendizaje y seguirá haciéndolo. Sin embargo, la tecnología no constituye el núcleo del cambio educativo, sino una herramienta que debe ser utilizada al servicio del ser humano. Es un medio, no el fin.

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El verdadero desafío de la educación radica en colocar al estudiante en el centro del proceso formativo. Con esta premisa, podemos aprovechar todas las herramientas tecnológicas disponibles –y las que vendrán– para proporcionar una educación personalizada que responda a las realidades, necesidades, tiempos, preferencias y recursos específicos de cada individuo. Este enfoque debe promover una relación horizontal entre educadores y estudiantes, basada en el diálogo y el pensamiento crítico.

Una responsabilidad crucial de las universidades es asegurar que sus estudiantes adquieran empleos alineados con su propósito de vida. Estudiar sin perspectiva de empleabilidad no tiene sentido. Por ello, es imperativo reformar los modelos educativos para que se adapten tanto a los propósitos individuales de cada estudiante como a las demandas dinámicas del mercado laboral, influenciadas no sólo por los avances tecnológicos, sino también por los cambios en los hábitos de las personas. Además, es fundamental fomentar la concientización: la capacidad de reconocer y actuar sobre las estructuras de opresión que limitan el desarrollo personal y colectivo.

“Si las personas siguen siendo dinosaurios en el mercado laboral, se extinguirán como las criaturas prehistóricas”, alertan los autores del estudio The Future of Jobs in 2024 and Beyond de Nexford University. Según este reporte, el 44% de las habilidades laborales se verán afectadas en los próximos 5 años, y 6 de cada 10 empleados necesitarán capacitación antes de 2027.

El temor no es el mejor consejero. Como señaló Gilbert Fossoun Houngbo, director general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), “el impacto de la IA no será ‘un apocalipsis del empleo’, pero la recapacitación, el desarrollo de habilidades y el aprendizaje permanente serán esenciales para gestionar la transición”.

Una educación universitaria de calidad debe proporcionar no sólo empleos dignos, sino también una conexión profunda con el propósito de vida de los individuos, garantizando que egresen seres humanos plenos y con un bienestar integral. Sólo así las universidades podrán ser pilares fundamentales en la formación de los seres humanos que este mundo necesita, contribuyendo a la construcción de una sociedad mejor y un planeta más justo.

La barrera de la inequidad digital

Una de las principales barreras para alcanzar una educación de calidad accesible para todos y todas es la inequidad digital, es decir, la disparidad en el acceso a internet y herramientas tecnológicas. No es un problema menor cuando más de 25 millones de personas en México carecen de conexión a internet, según la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías en los Hogares (ENDUTIH), realizada por el Instituto Federal de Telecomunicaciones.

Ante un contexto donde todo el conocimiento está disponible y cualquier IA puede proporcionar información, otro reto para la educación superior es el desarrollo de habilidades humanas esenciales para la vida. Una educación problematizadora, que transforme a los estudiantes en agentes activos de su propio aprendizaje, es clave en este sentido.

En un mundo cada vez más complejo e incierto, habilidades como la resolución de problemas, la toma de decisiones éticas, la resiliencia, el trabajo en equipo, la comunicación efectiva, la agilidad en el aprendizaje y el pensamiento crítico son indispensables. En resumen, aprender a aprender: desarrollar la capacidad de discernir qué vale la pena aprender y cómo hacerlo de manera eficaz.

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El desarrollo de estas habilidades no sólo es responsabilidad de las universidades, sino también de las empresas, los gobiernos y la sociedad en general.

“En el futuro, la educación será holística y se centrará en competencias transversales que combinen la experiencia individual y social, la cognición y el comportamiento. Asimismo, requerirá una permanente actualización, aprendizajes y desaprendizajes”, se afirma en el libro Futuros del Trabajo Latinx y sus Trabajos del Futuro, publicado por Tecmilenio en 2023.

Frente a la irrupción tecnológica y un contexto cambiante, la reflexión de Sócrates cobra hoy más validez que nunca: “No puedo enseñar nada a nadie, sólo puedo hacerles pensar”.

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Nota del editor: Bruno Zepeda es Rector de Tecmilenio. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna corresponde exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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