Comencemos con la inteligencia humana, ¿es una cualidad fija determinada por la genética o existen otros factores que la impulsan?
En un estudio de Savage et al. (2018), en el que se llevó a cabo un metanálisis de asociación de todo el genoma (GWAS) a gran escala, se identificaron 1016 genes asociados con la inteligencia. Aún así, al incluir medidas sobre el entorno en los GWAS, los investigadores han identificado cómo genes específicos interactúan con factores en el ambiente, influyendo en el Coeficiente Intelectual (CI). Según Plomin y von Stumm (2018), algunos de estos factores incluyen el estatus socioeconómico, el nivel educativo y el entorno familiar.
Por ejemplo, dichos aspectos sobre nuestro entorno conducen a modificaciones epigenéticas que impactan en la expresión genética (Hackman et al., 2010). En particular, se ha detectado que reducir el estrés, mejorar la nutrición, procurar el ejercicio físico y realizar actividades que estimulan la mente pueden afectar positivamente a los marcadores epigenéticos asociados con la función cognitiva.
En contraejemplo, Benton (2010) revisó estudios que mostraban que las deficiencias de nutrientes esenciales (como hierro, yodo y ácidos grasos omega-3) se asocian con puntuaciones de CI más bajas y deterioro de la función cognitiva en los niños. Estos nutrientes son abundantes en alimentos como nueces, semillas, verduras de hoja verde oscura y frutas. Una nutrición adecuada durante los períodos críticos del desarrollo cerebral es crucial, ya que puede influir significativamente en los resultados de inteligencia más adelante en la vida.
Por otra parte, la Inteligencia Artificial motorizada con algoritmos digitales ha revolucionado y actualizado la forma en que procesamos información para deliberar más acertadamente. Es decir, estas tecnologías han multiplicado exponencialmente nuestra capacidad de correlacionar datos para tomar decisiones mucho más apegadas a los resultados que esperamos. En otras palabras, han reforzado nuestra propia inteligencia; en el contexto contemporáneo, los Homo sapiens nos hemos convertido en cyborgs dependientes de instrumentos como computadoras y teléfonos inteligentes para enfrentar problemas y perseguir metas. Sus beneficios son muy claros y representan ventajas inéditas en la historia, aunque el peligro de perder nuestra propia habilidad de pensamiento crítico, intelectual y creativo es inminente si no protegemos y desarrollamos la mente de forma continua.