Entonces, si una persona es extremadamente inteligente, puede usar su cerebro, lo que puede impedir el involucramiento de su corazón. No todas las decisiones pueden tomarse únicamente con información tangible que el cerebro puede analizar. Las personas “demasiado inteligentes” podrían no aprovechar su intuición. La intuición, a menudo subestimada, juega un papel crucial en la toma de decisiones complejas, donde los datos y la lógica no son suficientes para captar todos los matices.
También podrían sobre intelectualizar los riesgos y no percibir los matices de una situación, o fallar en discernir lo correcto de lo incorrecto desde un punto de vista de valores. Distinguir verdaderamente lo correcto de lo incorrecto requiere algo más que la cognición cerebral. Es necesario sentir la situación y juzgar el mérito de las opciones que se presentan. Ahí es donde el corazón habla. El corazón, con su capacidad para sentir y empatizar, añade una dimensión esencial a nuestras decisiones, permitiéndonos considerar el impacto humano y ético de nuestras acciones.
A veces, es crucial suspender momentáneamente el pensamiento y escuchar al corazón sobre lo que realmente tiene sentido. De hecho, personalmente, he resuelto algunos de mis problemas más complejos durante la meditación. Cuando la meditación terminó, tenía una respuesta. La meditación y otras prácticas de mindfulness pueden ayudar a equilibrar la mente y el corazón, facilitando decisiones más integrales y satisfactorias.
En la meditación, dejas de pensar o de aferrarte a los pensamientos. Solo calmas tu mente, lo que permite que el corazón se abra. Y emergen ideas y juicios que el cerebro no procesó. Este proceso de apertura mental y emocional puede revelar soluciones que no habríamos considerado de otra manera, demostrando el poder de la intuición y la sabiduría interior.
Abordemos la Inteligencia Artificial (IA) desde este sentido, ya que su adopción ha crecido significativamente en los últimos años. Un estudio realizado por la Universidad de Stanford revela que la adopción de la IA en diversas industrias ha aumentado del 20% al 57% en los últimos cinco años. Este incremento refleja la confianza en la capacidad de la IA para procesar grandes volúmenes de datos y tomar decisiones rápidas y precisas. Sin embargo, existen situaciones que requieren del juicio de las personas. La IA, aunque poderosa, carece de la capacidad de empatizar y comprender contextos humanos complejos, lo que puede llevar a decisiones deshumanizadas si no se supervisa adecuadamente.
Recientemente me encontré con un artículo en un periódico sobre un robot policía en San Francisco con capacidades letales, el cual ejemplifica el punto anterior. Este robot, utilizando IA, evalúa amenazas y decide si es necesario el uso de fuerza letal. Es una máquina que procesa información más rápido de lo que un humano podría hacerlo. Para mí, eso es ser “demasiado inteligente”. Pero ¿dónde está el corazón en todo esto? No hay intuición, no hay juicio más allá del análisis puramente intelectual. Imaginen el potencial de decisiones letales erróneas.