Uno de los mayores cambios está relacionado con la Inteligencia Artificial (IA). El politólogo Ian Bremmer ha expresado que la IA creará una forma de globalización totalmente nueva, más rápida y transformadora que la globalización por el libre comercio y la inversión en los últimos años. En la próxima década, dice, experimentaremos más cambios tecnológicos, sociales, políticos y geopolíticos que en la última mitad del siglo.
En educación superior, la irrupción de la IA representa retos. Por un lado, debemos visualizar cómo se transformarán ciertas profesiones, cuáles nuevas surgirán y qué habilidades serán necesarias en las y los egresados y, por otro, debemos prepararnos para la transformación de nuestras actividades de enseñanza como, por ejemplo, ante la posibilidad de contar con tutores personalizados de IA.
El futuro del trabajo, caracterizado por la automatización y la evolución constante de las habilidades, exige un enfoque continuo en la actualización de competencias. Se afirma que 1 de cada 3 trabajadores del mundo verá su trabajo afectado por la tecnología, esto significa más de mil millones de personas. En este sentido, el aprendizaje a lo largo de toda la vida, la adquisición de nuevas habilidades y la actualización permanente son clave para que las personas se mantengan relevantes en el mercado laboral.
Lo anterior es aún más relevante para México, donde además estamos viviendo el fenómeno de la relocalización (nearshoring), una gran oportunidad para capitalizar, no solo como un “momento” para atraer más empleos, sino como una plataforma para evolucionar hacia empleos de mayor valor agregado.
El reporte de McKinsey: “What could a new era mean for Latin America?” refleja que, en México, la tasa anual de crecimiento de productividad, de 1995 a 2020, no superó el 0%, en contraste con países de otras regiones emergentes. Necesitamos avanzar en innovación, desarrollo tecnológico y su rápida adopción en los diferentes sectores, así como en el desarrollo de talento.
Es sabido que obtener un título universitario no es suficiente, menos aún considerarlo el fin del proceso educativo. Hay que seguir aprendiendo y hoy, dos fenómenos hacen que esto sea radicalmente distinto a como se entendía en el pasado: la rapidez y continuidad con la que se requerirá la actualización, y la gran cantidad de individuos que tendrán que entrar en un proceso de “re-aprendizaje”. Las personas deberán adquirir nuevas habilidades y utilizarlas para, potencialmente, migrar a nuevas ocupaciones.
Singapur, por ejemplo, ha impulsado una política educativa enfocada en el aprendizaje permanente, después de concluir la universidad, para mejorar la competitividad laboral de sus ciudadanos. Bajo la premisa de que la única forma de crecer es hacer crecer a su gente, ha adoptado la adquisición de nuevas habilidades como parte de su agenda nacional. Lanzaron con éxito un programa a gran escala para reorientar a miles de personas en funciones tradicionales en declive, hacia nuevas funciones emergentes.