Y lo que es aún más relevante, somos parte activa de las nuevas medidas de seguridad cibernética que, paso a paso, se integran en nuestro día a día. Las contraseñas, el doble factor de autenticación y la verificación de identidad mediante biometría, ya sea digital o facial, se han convertido en herramientas esenciales para proteger nuestra información.
Por ello no es de extrañar que, actualmente, la ciberseguridad, sea uno de los riesgos globales de 2025, a corto y medio plazo, hasta 2027, según el World Economic Forum (WEF). La geopolítica, el cambio climático, las crisis sociales y las revoluciones tecnológicas, generan incertidumbre en todos los frentes por la amenaza latente de los delitos cibernéticos, un peligro que, lejos de ser exclusivo de organizaciones o gobiernos, atañe a todas las capas de la sociedad.
Más allá del robo de información y protección de datos personales
Lo interesante y, a la vez alarmante, es cómo la ciberseguridad ya no es solo una preocupación sobre el robo de información o la protección de datos personales, ya que tiene implicaciones mucho más amplias, desde la interrupción de cadenas de suministro hasta el peligro de que sistemas críticos, como el sanitario o el energético, se vean comprometidos por un ciberataque.
Cualquier debilidad en la seguridad de uno de los eslabones de la cadena puede comprometer a toda la red. Por ejemplo, una pequeña organización que no tiene los recursos para invertir en una infraestructura de ciberseguridad robusta puede ser la puerta de entrada para un ataque que afecte a una corporación multinacional.
De hecho, en América Latina, de acuerdo con LatAm Cyber Summit 2024 Annual Report , las estadísticas de intentos de ciberataques revelan que, en su mayoría, las pequeñas y las medianas empresas (Pymes) carecen de medidas de seguridad en los dispositivos móviles de sus empleados y, es precisamente ahí donde comienzan muchos ciberataques.
Visión holística de la ciberseguridad
En este contexto, es necesario pensar de manera más holística sobre la ciberseguridad. No basta con aplicar medidas aisladas o tratar de proteger solo a las grandes empresas. Si bien las políticas nacionales e internacionales comienzan a reconocer la magnitud del problema, todavía estamos lejos de contar con una respuesta global coherente y eficaz. En nuestro país, particularmente, se registran en promedio alrededor de 298 intentos de ataques de malware por minuto, sólo superado por Brasil (1,554 intentos de ataque por minuto), lo que demanda acciones concretas e inmediatas en todos los niveles de la sociedad.
México no es un país fácil en términos de infraestructura tecnológica. Aunque en los últimos años ha habido avances en la conectividad y adopción de nuevas tecnologías, aún existen grandes brechas en cuanto a la calidad de las infraestructuras digitales y la disponibilidad de recursos para implementarlas. En muchas zonas rurales y en pequeños negocios, la conectividad sigue siendo un lujo y donde la hay, la falta de inversión en ciberseguridad pone en riesgo a millones de mexicanos.
Este año lo iniciamos con la noticia de la entrada en vigor de la Agencia de Transformación Digital y Telecomunicaciones (ATDT), que tiene un papel fundamental en la implementación de políticas tecnológicas, que, si se llevan a cabo con éxito, podrían transformar de manera significativa la relación entre el gobierno y los ciudadanos, acercando a México a una verdadera digitalización de los trámites y servicios públicos. Sin embargo, la entrada en vigor de la ATDT no está exenta de desafíos. El principal de ellos es cómo garantizar que estas nuevas políticas no solo promuevan la eficiencia y la accesibilidad, sino también la seguridad.