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¿Es bueno tener socios?

Establecer desde el inicio cómo terminar la relación comercial no solo facilita las cosas si algo falla, también protege la relación personal y profesional.
jue 19 junio 2025 06:02 AM
¿Es bueno tener socios?
Un socio con criterio puede cuestionarte sin filtros, complementar tu liderazgo y ayudarte a tomar decisiones más estructuradas, considera Luis Menéndez.

Tener socios puede ser lo mejor que le pase a tu negocio… o lo que te arruine. He tenido varios socios a lo largo de mi vida profesional: algunos fueron multiplicadores de valor, otros simplemente no funcionaron. Y no porque fueran malas personas, sino porque no había una visión compartida, ni un diseño claro de lo que cada quien aportaría al negocio.

Muchos proyectos arrancan desde la urgencia. Falta capital, falta estructura, falta confianza en uno mismo. Y entonces aparece la idea de sumar a alguien con quien “hay química”. Pero eso no es una sociedad, es una corazonada. Y en los negocios, las corazonadas pueden salir carísimas.

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Lo que aprendí con el tiempo es que el valor de un socio no se mide en lo que promete, sino en lo que sabe ejecutar. ¿Puede operar donde tú no sabes? ¿Puede tomar decisiones con criterio propio? ¿Tiene una perspectiva distinta que complemente la tuya? Si la respuesta es no, estás armando un espejo, no un equipo.

Hay otro punto que rara vez se discute, pero que define el éxito o fracaso con un socio, y es la conversación incómoda.. ¿Qué pasa si hay un desacuerdo estratégico? ¿Si uno quiere salir del negocio? ¿Si se requiere inyectar más capital? Si no estás dispuesto a tener esa charla antes de firmar, no estás listo para tener un socio.

Otra cosa indispensable es tener más claras las salidas que las entradas. Porque cuando todo va bien, la emoción y el optimismo suelen nublar los límites. Establecer desde el inicio cómo terminar la relación comercial no solo facilita las cosas si algo falla, también protege la relación personal y profesional. Las puertas de salida bien diseñadas son, paradójicamente, las que te permiten entrar con más confianza.

He visto socios que funcionan como relojes: una mezcla precisa de visión, ejecución y autonomía. Pero eso no pasa por accidente; sino porque se hizo el trabajo incómodo de definir roles, expectativas y mecanismos de decisión.

El socio adecuado en el instante correcto

Hay momentos en los que un socio es una ventaja competitiva brutal. Sobre todo al principio, cuando el riesgo es alto y el capital limitado. Un socio puede aportar dinero, conocimiento y relaciones. Puede ser ese contrapeso que te aterriza cuando estás a punto de tomar decisiones sin pensar, que sí, todos las hemos tomado en algún punto.

Hay que entender que para tener un socio debe haber complementariedad. Si los dos saben vender pero nadie opera, no va a funcionar. Si son buenos para ejecutar pero pésimos para la estrategia, igual.

Si vas a asociarte, hazlo con alguien que vea el negocio desde un ángulo que tú no puedes cubrir. Y déjalo claro desde el principio, qué espera cada quien y, sobre todo, qué va a pasar cuando las cosas se pongan feas. Porque inevitablemente va a suceder.

¿Cuándo es bueno tener un socio?

No hay una etapa perfecta para asociarte. A veces lo haces al principio, cuando todo es incertidumbre y cada recurso cuenta. Otras, lo haces cuando ya tienes una estructura sólida y lo que necesitas es escalar, diversificar o profesionalizar ciertas áreas.

El punto no es el “cuándo”, sino el “para qué”. ¿Qué vacíos estás buscando llenar? ¿Es un socio lo que realmente necesitas o estás evitando tomar decisiones difíciles solo? Asociarte implica compartir control, responsabilidades y negociar constantemente.

Del otro lado, tener un socio puede ser una de las mejores formas de evitar la miopía estratégica. Cuando estás demasiado dentro del negocio, es fácil perder perspectiva. Un socio con criterio puede cuestionarte sin filtros, complementar tu liderazgo y ayudarte a tomar decisiones más estructuradas.

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Lo que en papel parece ideal y equilibrado, en la práctica puede ser un empate constante. Por eso, más que cuestionar si merece la pena o no tener un socio, lo mejor es preguntarse si el momento, el objetivo y la dinámica están alineados para que esa alianza sume.

Si aún tienes dudas te dejo algunas preguntas que puedes hacerte antes de dar ese salto:

- ¿Qué necesito realmente: un socio o un experto que me complemente por proyecto?
- ¿Qué valor específico aporta esta persona que yo no puedo cubrir ni desarrollar internamente?
- ¿Tenemos una visión compartida sobre a dónde debe ir el negocio y cómo llegar ahí?
- ¿Qué expectativas financieras, operativas y de participación tiene cada uno?
- ¿Hemos hablado con total transparencia de los peores escenarios posibles?
- ¿Estamos dispuestos a establecer reglas claras por escrito, aunque hoy parezca innecesario?
- ¿Estoy eligiendo a esta persona por necesidad, por afinidad emocional o por verdadera lógica de negocio?

Al final, un socio no se mide por cuántas veces estás de acuerdo con él, sino por cómo resuelven cuando no lo están.

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Nota del editor: Luis Menéndez es CEO en The International Business Hub. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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