Vivimos en un mundo donde la ciberseguridad ya no se reduce a proteger sistemas o prevenir ataques puntuales. La realidad es mucho más compleja. Hoy, las amenazas digitales evolucionan al mismo ritmo —y muchas veces al mismo nivel— que las tecnologías que usamos para crecer, innovar y conectarnos. Lo que ayer parecía un riesgo lejano hoy se ha integrado a nuestra vida cotidiana, y lo que hoy identificamos como amenaza puede convertirse mañana en una oportunidad para fortalecer nuestras defensas y anticipar nuevas vulnerabilidades.
Ciberseguridad. No se trata solo de defenderse, se trata de anticiparse

En este nuevo contexto, pensar que la ciberseguridad es un tema exclusivamente técnico o reservado a los expertos es un error que México no se puede permitir. La ciberseguridad es, cada vez más, un asunto estratégico que toca a las empresas, a las instituciones públicas y a la sociedad en general. No se trata únicamente de contar con herramientas tecnológicas o de reaccionar cuando un ataque ya ocurrió; se trata de integrar la seguridad digital como un eje fundamental de manera estratégica en la manera en que diseñamos, regulamos y utilizamos la tecnología diariamente.
La rápida adopción de la Inteligencia Artificial, la creciente dependencia de las infraestructuras digitales y energéticas, la sofisticación de los ciberataques y la fragmentación de las reglas en el mundo digital han creado un escenario que exige mucho más que soluciones aisladas o respuestas reactivas. Cada avance tecnológico amplía las oportunidades de crecimiento y, al mismo tiempo, nos impulsa a innovar en mecanismos de protección que fortalezcan la seguridad frente a riesgos emergentes.
En pocas palabras: ya no se trata solo de defenderse, se trata de anticiparse. Y eso empieza, necesariamente, por contar con un marco normativo sólido y moderno, que permita a nuestro país enfrentar los desafíos de ciberseguridad de manera integral. No se trata de regular por mera formalidad, sino de establecer un piso mínimo de confianza, claridad y colaboración que permita que la tecnología y la digitalización avancen de manera segura. El marco normativo debe brindar certeza al sector empresarial, estableciendo lineamientos claros que impulsen la innovación y garantizando una protección efectiva para la ciudadanía
Otros países ya lo entendieron. Están trabajando en estándares claros, en la protección de infraestructuras críticas, en regular el uso de la inteligencia artificial y en asegurar la transparencia en las cadenas de suministro digital. México debe avanzar en la misma dirección.
No solo porque es lo que exigen los nuevos modelos de negocio o los socios internacionales, sino porque es lo que necesitamos para proteger servicios esenciales, garantizar la privacidad de las personas y dar certidumbre en un entorno cada vez más complejo. Pensemos en servicios como el suministro eléctrico, el transporte, la banca digital o la atención médica: todos dependen de sistemas interconectados y, por lo tanto, vulnerables.
Además del marco normativo, el país necesita apostar genuinamente por el desarrollo de capacidades. La ciberseguridad no depende únicamente de la tecnología, sino, sobre todo, de las personas. México tiene el talento y la capacidad técnica, pero requiere una estrategia que forme, retenga y potencie ese capital humano. Esto implica invertir en educación desde etapas tempranas, crear programas especializados en universidades, fomentar la investigación y generar incentivos para que los expertos en ciberseguridad encuentren en el país un entorno atractivo para desarrollarse.
La buena noticia es que todavía estamos a tiempo de prepararnos. Pero ese tiempo no es ilimitado. Los riesgos crecen, las amenazas evolucionan y la brecha entre los países que invierten en resiliencia y los que no lo hacen se está ampliando.
México debe tomar una decisión clara: o asumimos la ciberseguridad como una prioridad nacional o seguiremos corriendo detrás de los problemas.
Lo que está en juego es mucho más que la protección de sistemas informáticos. Es la confianza, la estabilidad y la capacidad de seguir avanzando en la construcción de un país digital, seguro e inclusivo. La ciberseguridad, bien entendida, lejos de ser un obstáculo, es el factor que posibilita que la innovación avance con solidez y continuidad. Esto solo será posible si construimos bases sólidas para aprovechar plenamente el potencial de la transformación digital y construir un futuro para México en el que la tecnología impulse el bienestar de las personas sin comprometer su seguridad.
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Nota del editor: Carlos Marcel es director general de Kyndryl México. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
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