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Intuición primero, razón después; la ciencia de nuestras elecciones ante la IA

Cargamos deseos instintivos, emocionales y racionales que empujan en direcciones distintas; entenderlos ayuda a explicar por qué elegimos lo que elegimos.
mié 08 octubre 2025 06:00 AM
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La intuición no es magia; es biología condensada en milisegundos. La IA no la reemplaza: la desafía y la amplifica, apunta Juan Carlos Chávez. (Foto: bymuratdeniz/Getty Images)

¿Decides con la cabeza o con el estómago? La evidencia muestra que la mayoría de las veces primero sentimos y después lo justificamos. Lo llamo “sesgo de intuición racionalizada”: la razón llega para redactar explicaciones plausibles que justifican lo que queremos. Veamos la evidencia y qué implica cuando la IA entra en escena.

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Desde la lente evolutiva, la intuición es un algoritmo depurado por millones de años. Es rápida en la mente individual porque condensa aprendizajes milenarios a escala de especie. Por eso guía la “primera línea de mando”, y la razón suele validar a posteriori lo que el cuerpo ya decidió sentir. En otras palabras, las señales emocionales subcorticales se elaboran en la corteza prefrontal para construir narrativas convincentes. En esa coreografía, lo que se conoce como Sistema 1 (intuición) opera con atajos como la heurística de afectividad: si algo nos hace sentir bien, le atribuimos menos riesgo y más beneficio. Además, cargamos deseos instintivos, emocionales y racionales que empujan en direcciones distintas; entenderlos ayuda a explicar por qué elegimos lo que elegimos. Nacemos con una base de datos evolutiva que se expresa como señales inmediatas.

Los experimentos han sido claros.

En la Iowa Gambling Task de Bechara et al. (1997), los participantes eligieron cartas de mazos: unos daban ganancias rápidas pero pérdidas enormes; otros eran más seguros. Las personas sanas comenzaron a evitar los mazos riesgosos antes de poder explicarlo, porque su cuerpo les avisó con una leve sudoración. En cambio, quienes tenían daño en la corteza prefrontal ventromedial no mostraron esa señal y siguieron eligiendo mal: la intuición falló y la pérdida persistió. La emoción fue primero.

En el clásico estudio de las medias idénticas (Nisbett & Wilson, 1977), muchos participantes eligieron la última del exhibidor por su posición, pero luego justificaron con “calidad” o “textura”; casi nadie mencionó la ubicación. Primero intuyeron, después narraron.

La choice blindness (Johansson et al., 2005) refuerza el punto: al intercambiarles de forma encubierta la foto que habían preferido, más de la mitad no notó el cambio y defendió con argumentos la “elección” opuesta.

También sesgamos juicios con anclas arbitrarias: una ruleta amañada que cae en 10 o 65 alteró las estimaciones de los participantes sobre el porcentaje de países africanos en la ONU (Tversky & Kahneman, 1974). Son efectos robustos de nuestro Sistema 1. Finalmente, la razón trabaja como abogada defensora de la emoción.

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Entonces, en la era de la IA, ¿esta primacía de la intuición es virtud o debilidad? Puede ser ambas. Es virtud porque la intuición integra patrones sutiles que un tablero de control no ve. Es debilidad cuando la emoción trafica “datos” falsos y la razón los legitima. ¿Qué hacer? Primero, nombrar la emoción líder (“¿qué siento ahora mismo?”) y buscar el dato que la contradiga: eso rompe la heurística de afectividad. Segundo, anclar decisiones a bases de referencia y a pre-mortems breves para disolver la narrativa seductora. Tercero, activar el Sistema 3: integrar —no oponer— intuición y razón para crear opciones nuevas, no solo escoger entre A o B; combinar señales intuitivas tipo 1 con análisis tipo 2 para modelar el futuro con más acierto. En paralelo, reconocer cómo nuestros deseos de fondo moldean cada juicio.

La intuición no es magia; es biología condensada en milisegundos. La IA no la reemplaza: la desafía y la amplifica. Si cultivamos el Sistema 3 —intuir, verificar y crear—, la intuición será un motor afinado por la evidencia, no un piloto automático que decide ciegamente. Ese es el salto que importa.

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Nota del editor: Juan Carlos Chávez es Profesor de Creatividad y Etología Económica en el sistema UP/IPADE y autor de los libros Sistema 3: La Mente Creativa (2025), Homo Creativus (2024), Biointeligencia Estratégica (2023), Inteligencia Creativa (2022), Multi-Ser en busca de sentido (2021), Psico-Marketing (2020) y Creatividad: el arma más poderosa del Mundo (2019). Es director de www.G-8D.com Agencia de Comunicación Creativa y consultor de empresas nacionales y transnacionales. Encuentra sus libros en Amazon y síguelo en Facebook , Instagram , YouTube y LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

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