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Las apariencias engañan, ¿clase media o ficción compartida?

Millones de familias mexicanas sostienen su identidad de clase más en lo que aparentan que en lo que realmente poseen.
mié 12 noviembre 2025 06:03 AM
finanzas personales en pareja
En México, “pertenecer” ha pasado tanto por lo que se gana como por lo que se muestra. Y es ahí donde el consumo se convierte en espejo social: comprar, más que disfrutar, significa demostrar, apunta Ilse Canela. (iStock)

Daniel y Alejandra son una pareja típica mexicana: dos sueldos que alcanzan para pagar más de un servicio de streaming, una hipoteca a 20 años y un coche que, si bien les va, podrán liquidar en 2030. Los fines de semana salen a cenar con amigos y en vacaciones hacen viajes a cuotas. A simple vista, cumplen con todos los símbolos de pertenencia: son clase media.

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Pero detrás de esa vitrina hay otra realidad: viven con la tarjeta al límite, tienen ahorros mínimos y saben que cualquier enfermedad, desempleo o imprevisto podría derrumbar la estabilidad que proyectan. Como ellos, millones de familias mexicanas sostienen su identidad de clase más en lo que aparentan que en lo que realmente poseen.

La clase media no se define sólo por ingresos. El Inegi la mide en pesos mensuales, pero la sociología recuerda que también se construye a partir de hábitos, consumos y valores compartidos. En México, “pertenecer” ha pasado tanto por lo que se gana como por lo que se muestra. Y es ahí donde el consumo se convierte en espejo social: comprar, más que disfrutar, significa demostrar.

Del patrimonio al símbolo: la transformación de la clase media

Ese espejo se sostiene en símbolos inmediatos: gadgets, cenas fuera, vacaciones modestas, y ahora, durante el Buen Fin o el Black Friday, en la ilusión de “aprovechar ofertas”. Lo que antes distinguía a la clase media eran elementos de estabilidad (patrimonio, ahorro, seguridad laboral); hoy se sustituye por señales visibles que buscan validar la pertenencia. Es la lógica del “casi tener”: casi la experiencia, casi la marca, casi la vida aspiracional.

Las cifras confirman la fragilidad del mito. Entre 2018 y 2020, los hogares mexicanos en clase media pasaron de 46.7 % a 42.2 %, y en términos de población de 42.7% a 37.2%, según el INEGI. La pandemia y la inflación dejaron claro que pertenecer a la clase media es menos una certeza que un equilibrio precario. Sin embargo, los hábitos de consumo siguen funcionando como credencial simbólica.

Las redes sociales amplifican la ilusión: lo que se comparte en Instagram o TikTok refuerza la idea de que la identidad de clase se mide en experiencias visibles, no en estabilidad económica. En estas semanas de consumo masivo, las ofertas se convierten en espejos: no sólo prometen ahorrar, también permiten sostener la apariencia de bienestar.

La deuda como disfraz del bienestar

Ese sesgo hacia lo inmediato tiene costos profundos. En lo individual, alimenta ansiedad, frustración y deuda; en lo colectivo, erosiona la posibilidad de formar una clase media sólida capaz de sostener el crecimiento económico. Porque sin cimientos estables —seguridad social, movilidad, ahorro— no hay clase media, sólo espejismo colectivo.

El reto es cultural y económico: dejar de medir pertenencia a través de símbolos y replantear qué significa realmente “ser clase media”. Una identidad menos frágil tendría que apoyarse en confianza, movilidad y seguridad, más que en vitrinas aspiracionales.

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Pero en un país donde las apariencias se celebran, donde los filtros borran arrugas, donde llamar “naco” aún da falsa sensación de superioridad y donde el consumo en descuento parece un ritual de pertenencia, ¿realmente podemos revertir esta lógica?

La conclusión es clara: una clase media sostenida en símbolos es ficción compartida. Una clase media construida sobre cimientos reales es la única garantía de futuro. La pregunta no es si podemos aparentar, sino si estamos dispuestos a dejar de comprar ficciones y empezar a construir verdades.

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Nota del editor: Ilse Canela es Chief Marketing Officer en Solucredit | Cofundadora y CMO en Imagina Lab. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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