En una sala llena de pantallas vibrantes, auriculares y el murmullo de jugadores concentrados, se respiraba algo más que competencia: se respiraba comunidad. En el reciente encuentro presencial conocido como la MegaLAN, los participantes se enfrentaron en el tradicional formato 1×1 y también en equipos 3×3 inter-empresas. En conjunto, reunió a más de 800 personas entre asistentes y jugadores en Argentina y México.
Cómo el gaming latinoamericano está creando comunidad, aprendizaje y negocio
Pero lo que realmente se puso en juego no fue solo la victoria, sino la conexión, el aprendizaje, la creación de valor colectivo y la oportunidad de encuentro entre marcas y consumidores a partir de la pasión. Esta experiencia simboliza cómo el gaming en América Latina está evolucionando, alcanzando estándares de producción y organización comparables con eventos de Estados Unidos, China o Europa.
En México, el mercado de videojuegos alcanzó un valor de 42,000 millones de pesos en 2023, con más de 70 millones de jugadores activos, según datos de The Competitive Intelligence Unit. Esto representa a más del 60% de la población conectada a internet y confirma que la región no solo cuenta con talento, sino también con un ecosistema sólido de consumo y participación que la posiciona como un terreno fértil para desarrollar experiencias presenciales y de negocio en torno al gaming.
El formato 1×1 representa el espíritu competitivo en su estado puro: la habilidad individual, la toma de decisiones bajo presión y el aprendizaje inmediato que surge del enfrentamiento directo. Pero cuando se pasa al formato 3×3, el terreno cambia: aparecen la coordinación, los roles complementarios, la comunicación en tiempo real y la construcción de confianza entre los integrantes del equipo.
Y cuando ese formato se traslada al ámbito inter-empresas, el valor trasciende el juego. Los equipos no solo compiten: colaboran, se alinean, descubren fortalezas compartidas. Las marcas que participan no se limitan a patrocinar un torneo, sino que se integran en una experiencia colectiva que potencia su cultura interna, refuerza el sentido de comunidad y genera puntos de conexión auténticos con los jugadores y el público.
En ese cruce entre negocio, experiencia y conexión humana es donde el gaming se convierte en un verdadero ecosistema: uno donde la estrategia, la emoción y la colaboración construyen valor más allá de la pantalla.
Estas experiencias presenciales, sumadas al streaming, porque en este nuevo espacio del gaming, lo online y lo offline van de la mano, tienen un valor añadido: los vínculos, la experiencia y los momentos que solo se viven en persona. Ver a un jugador levantando el trofeo, sentir el aplauso de los compañeros, charlar en el pasillo sobre la estrategia que funcionó o compartir una foto con las marcas que apoyaron el evento.
Por ejemplo, Clara mostró su apoyo a los jugadores en América Latina fomentando la conexión entre usuarios y eventos presenciales en el marco de la Mexico Tech Week. Mientras que Twitch participó de la iniciativa para respaldar a los streamers latinos, fortaleciendo la infraestructura de contenido y visibilidad en los eventos presenciales.
Cuando una marca como Clara o Twitch, entre otras, acompaña un evento de este tipo, no está simplemente colocando un logo: está entrando en un universo emocional de identidad, pertenencia y emoción. Y ese es el punto de inflexión para los negocios.
Porque lo que la MegaLAN demuestra es que las comunidades gamer autogestionadas ya no son una novedad emergente, sino un ecosistema viable. En América Latina, los jugadores no solo consumen contenido: lo crean, lo comparten, lo promueven. Equipos amateurs se convierten en micro-startups; eventos comunitarios construyen agendas; patrocinadores locales participan activamente y obtienen hasta visibilidad regional. Y ahí está la economía de la pasión: donde la motivación intrínseca, el gusto por jugar, competir y conectar, se traduce en comunidad, aprendizaje y valor.
Las habilidades que se desarrollan en estos encuentros, estrategia, liderazgo, comunicación en tiempo real, tienen un paralelismo directo con entornos empresariales. Por ejemplo, si un equipo en formato 3×3 organiza su rotación de roles, su cadena de mando rápida, su toma de decisiones bajo presión, ese mismo esquema refleja lo que hoy muchas compañías tratan de internalizar: agilidad, autonomía y colaboración.
Para las marcas, la oportunidad está clara, pero requiere una mirada diferente. No basta con decir “estoy presente en un evento gaming”, sino preguntarse: ¿cómo me convierto en parte de esta comunidad? La marca que aparece como invitado de honor puede captar atención; la que muestra que entiende el universo gamer y lo respeta, se convierte en referente.
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En la presencialidad de eventos como los formatos individuales o en equipos, donde los jugadores celebran victorias, conversan en el lounge y comparten contenido en redes, reside la autenticidad. Esa autenticidad genera confianza. Esa confianza se convierte en lealtad. Y esa lealtad es una plataforma de negocio.
Además, el contenido generado por los participantes representa un valor añadido: las historias detrás de cada torneo, los momentos entre bastidores, la emoción de una jugada clave, el equipo que celebra, conocer a los profesionales que solo veían en transmisiones. Las marcas pueden co-crear estas historias o amplificarlas: activaciones en vivo, concursos de comunidad, integración de creadores regionales, streaming en Twitch con comentarios en tiempo real. En este sentido, la colaboración entre marca y comunidad ya no es lineal, sino circular: la audiencia crea contenido, la comunidad lo comparte, la marca refuerza y el ciclo se retroalimenta.
En América Latina, este fenómeno es aún más relevante porque la región está en una fase de crecimiento acelerado: la infraestructura gamer, los eventos presenciales y el streaming están alcanzando una nueva madurez, alcanzando niveles donde este mercado ya tiene una larga trayectoria o patrocinadores. La presencia de plataformas globales que adaptan sus estrategias a la realidad latinoamericana demuestra que el mercado local ya es estratégico.
Las marcas que entren ahora no solo están llegando a una audiencia cuantitativa, sino participando de una narrativa de crecimiento, energía y comunidad emergente.
Desde el punto de vista del negocio, el gaming presencial organizado en formatos como individuales o en equipos es un microcosmos de las mejores prácticas empresariales: colaboración interfuncional, ciclos iterativos rápidos, feedback inmediato y cultura compartida. Las empresas pueden aprender: cómo convertirse en facilitadores de comunidad, cómo generar experiencias más allá del producto y cómo transformar un hobby en un espacio real de aprendizaje y networking.
El mundo corporativo que observa este fenómeno puede preguntarse: ¿puedo adaptar este espíritu de equipo a mi cultura interna? ¿Puedo generar eventos propios donde mis colaboradores participen como equipo gamer, desarrollando cohesión y visibilidad? ¿Puedo alinear mi marca con una emoción genuina, no solo con una campaña?
La conclusión es que el gaming latinoamericano ya no es solo entretenimiento: es plataforma, comunidad y negocio. Las experiencias que viven los jugadores en un torneo presencial, sea en solitario o en equipo, encarnan valores que trascienden la pantalla: pertenencia, triunfo, colaboración, visibilidad.
Para las marcas, ingresar en este espacio significa más que anunciarse: significa insertarse en la conversación, en la cultura y en la comunidad. Esa inserción emocional es la que genera retención, relación y valor. Y al final, la pasión deja de ser solo un hobby, para convertirse en un propósito compartido.
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Nota del editor: Matías Carrocera es experto en liderazgo, capital humano y visión empresarial, con una trayectoria destacada en el desarrollo de estrategias innovadoras. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
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