La región latinoamericana se encuentra en un momento especialmente delicado. Brasil está en un proceso Post Bolsonaro, cuya finalización aún no esta definida, especialmente porque el expresidente, hoy en la cárcel, mantiene unas bases que ya han demostrado su capacidad de distorsionar el ambiente político en el gigante sudamericano. Argentina se mantiene en un estado de indefinición entre un ansia de futuro y la presencia de una especie de Trump argentino en la persona de Javier Milei.
Trump en Latinoamérica. Los riesgos para una frágil estabilidad regional
En Nicaragua, por su parte, se afianza el poder dinástico que domina la pareja Ortega-Murillo, entre tanto se va desmontando el entramado de protección a los derechos humanos, que se refleja en la salida masiva de ciudadanos, al exilio forzado, además del retiro de la nacionalidad a personalidades que se oponen a este régimen que da la espalda a la democracia. En el mismo tono se encuentra Venezuela, que ha visto salir a más de ocho millones de sus ciudadanos, marcando un lamentable récord como uno de los exilios más grandes en la historia moderna sin mediar un conflicto armado, signo por supuesto de la gravedad en la degradación de las perspectivas de desarrollo de una nación que fue ejemplo de estabilidad en décadas anteriores.
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Haití es una nación a la que se la ha prometido, pero nadie ha cumplido, lo que, salvo algunas excepciones, lo ha dejado abandonado a su suerte. Lo mismo sucede con El Salvador, Honduras o Guatemala, que están condicionados por sus problemas internos y su larga historia de inestabilidad, la violencia y los graves problemas medioambientales, entre otras.
En estas frágiles condiciones, el factor Trump ha venido a agravar la situación en esta geografía. El actual inquilino de la Casa Blanca ha dinamitado las cortesías diplomáticas, ha ignorado las normas sobre derecho humanos y ha violentado sin pudor las reglas del comercio internacional. Nos encontramos ante uno de los presidentes más poderosos del mundo, con un margen de maniobra ilimitado en la Unión Americana, pero con una pobreza lamentable en su entendimiento del mundo, al cual sólo mira desde la óptica de quien se siente en la capacidad de reorientar a su gusto y con sus fobias, las nuevas reglas del juego en el sistema de naciones.
En este contexto, países como México, Colombia, Brasil y especialmente Venezuela y Colombia, están siendo víctimas de los chantajes de la administración Trump. Aranceles, narcotráfico, armas o migración, que son una realidad en la región, son moneda de cambio, factor de presión y arma para cambiar los términos del diálogo regional, lo que atenta contra los intereses del subcontinente, pues Trump no busca la democracia en la región, busca consolidar su hegemonía frente al reto que le está lanzando China y los riesgos de una Rusia empoderada. En todo caso, hablamos de un ambiente que en nada abona a la salud democrática de Latinoamérica.
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Nota del editor: Javier Urbano Reyes es profesor e investigador en el Departamento de Estudios Internacionales (DEI) en la Universidad Iberoamericana (UIA), académico de la Maestría en Estudios sobre Migración en el DEI-UIA. Escríbele a javier.urbano@ibero.mx Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
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