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¿Cómo es la cultura 'sin género' en Japón?

Los varones femeninos y las mujeres masculinas son tropos de la cultura japonesa, usualmente en contextos rituales o teatrales que incluyen el travestismo.
mié 16 enero 2019 04:00 PM

Nota del editor: Jennifer Robertson es profesora de Antropología e Historia en la Universidad de Michigan.

En los estrechos callejones del ultramoderno distrito de Harajaku, en Tokio, cada vez son más los japoneses que se consideran "sin género" y que amplían audazmente sus elecciones al vestir y arreglarse. Con el rostro maquillado diestramente, el cabello teñido y con un corte con mucho estilo, las cejas depiladas y pintadas, se pavonean de una boutique indie a otra.

Harajaku se ha vuelto una pasarela para los jendaresu-kei (estilo sin género). Aunque las mujeres que visten más de acuerdo con los estereotipos masculinos también pueden considerarse "sin género". En Japón el término jendaresu-kei se refiere principalmente a los hombres a los que ni les interesa ni se esfuerzan por lucir como "ejecutivos".

Hay algunos, como el famoso modelo Ryuchell, que insisten en que no son travestis ni gais, necesariamente. Tampoco son transgénero en el sentido de tener una identidad de género que difiere del sexo con el que nacieron.

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Lo que los blogs y las noticias sobre esta sensación de hombres sin género pasa por alto es que Ryuchell y su séquito separaron, consciente o inconscientemente, el sexo (el cuerpo biológico) del género (el cuerpo con accesorios). Para ellos el cuerpo masculino no tiene que apegarse al estereotipo varonil.

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Al combinar telas de patrones coloridos y uñas pintadas con sombreros y bolsos kawaii (lindos), dan señas de un nuevo estilo masculino vivaz; sin embargo, también podrían representar un cambio más profundo en la percepción de los roles masculinos en la sociedad japonesa.

Una historia de pluralidad

Hasta hace poco, antes de los avances recientes en la cirugía, el sexo era algo más o menos fijo, mientras que el género ha sido fluido y maleable. Las convenciones culturales tendían a limitar los cuerpos biológicos a dos categorías definidas: femenino y masculino, pero Japón tiene una larga historia de pluralidad sexual y de prácticas que trascienden al género y a las que esta "falta de género" se parece mucho.

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Desde la antigüedad, las personas buscaban amantes cuya belleza y encanto fueran más atractivos que su sexo biológico. Estos encuentros (ingrediente clave de la literatura clásica) se han retomado en las novelas modernas y en los cómics. Por ejemplo: el género boy's love contemporáneo (o BL) cuenta con relaciones tanto sexualmente explícitas como meramente románticas entre personajes masculinos.

Los varones femeninos y las mujeres masculinas son tropos de la cultura japonesa, usualmente en contextos rituales o teatrales que incluyen el travestismo. Los onnagata (actores que hacen papeles de mujeres en el teatro kabuki clásico) y las otokoyaku (actrices que hacen papeles de hombres en la compañía de teatro Takarazuka Revue) son famosos fuera del país por sus actuaciones.

Además del escenario, Japón alberga cientos de clubes de travestismo (como el famoso Elizabeth Club, en Tokio) cuya clientela son principalmente varones de mediana edad, de cuello blanco y definitivamente heterosexuales. Los miembros entran en un lugar que les ayuda a hacer la transición de empresarios a personajes típicamente femeninos con el propósito de liberar las tensiones, entre otras cosas.

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Ryuchell (derecha) camina por las calles de Tokio con su esposa Peco.

Los límites se difuminan

Estos clubes de travestismo y estas tradiciones teatrales siguen partiendo de los conceptos clásicos de la feminidad y la masculinidad. Sin embargo, la historia japonesa también está llena de pioneros que han borrado estas distinciones.

Hace un siglo, el espectáculo de las chicas occidentalizadas (moga), paseando por Tokio con el cabello corto, pantalones, culottes y prendas clásicas de los años veinte, escandalizaron a muchas personas. Después de todo, la mayoría de las mujeres usaban kimonos en público. La gente se burlaba de las mogas en las calles y la prensa las llamaba garçons (muchachos); las consideraban poco femeninas.

Las críticas se basaban en una postura radical ante el sexo y el género: si las mujeres se estaban volviendo más masculinas, entonces los varones se estaban feminizando; sin embargo, los citadinos de miras más amplias, como los artistas, pensaban que estas chicas modernas eran vanguardistas.

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Hoy, lo más seguro es que las moga se consideraran "sin género" en el sentido de que rechazaban los kimonos y los peinados tradicionales. Además, los varones "sin género" de la actualidad también tienen sus contrapartes históricas en los hombres europeizados haikara ("cuellos altos") de principios del siglo XX. Estos dandis metrosexuales eran muy exigentes con su apariencia, se aplicaban polvos en el rostro y llevaban pañuelos perfumados. Invocando la ecuación radical tan conocida, los críticos afirmaron que estos "cuellos altos" pasaban más tiempo embelleciéndose que las mujeres.

La gente se quejó también de sus contemporáneos más juveniles, los bishonen (jóvenes hermosos) a los que se ensalzaba en las revistas ilustradas populares; sus orientaciones sexuales y su ambigüedad en cuanto al género llamaban la atención de hombres y mujeres de todas las edades.

Hace poco se acuñó el término soshoku danshi (varones herbívoros) para describir a los jóvenes que evitan el machismo, que son sumamente fastidiosos con su apariencia y que tratan a las mujeres como amigas, no como objetos sexuales. Los conservadores los acusan de ser cobardes poco viriles.

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Moga caminando por las calles de Tokio en 1928.

El cambio de las expectativas

Hoy, los varones sin género del distrito de Harajaku no están conscientes de sus predecesores (o no los reconocen). Ryuchell explicó que la inspiración del estilo "sin género" abarca tres tipos de moda: los grupos andróginos del pop coreano; el visual key, un género de glam rock caracterizado por cantantes varones vestidos de forma extravagante, y la moda del Estados Unidos de las décadas de 1980 y 1990, que combinaba prendas y accesorios coloridos en formas muy llamativas.

Al igual que con los "herbívoros" y los "cuellos altos" que los precedieron, la ausencia de género se está volviendo más que una frase de moda. La tendencia de dejar atrás los trajes azul marino del Japón corporativo está sobreviviendo a los ciclos vertiginosos del mundo de la moda. Los signos de la ausencia de género como estilo de vida son cada vez más evidentes entre los hombres ajenos a la escena de Harajaku.

Aunque los ikumen (que literalmente significa "hombres que crían hijos") usan trajes para trabajar están rompiendo los convencionalismos porque insisten en pasar más tiempo en casa, con sus hijos. Esto se debe en parte a la labor de Fathering Japan, una organización no lucrativa que exhorta a los hombres a ser "papás sonrientes" que disfrutan de intervenir más activamente en la crianza de sus hijos.

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La visibilidad creciente del grupo y la expansión de sus redes han servido para reducir gradualmente el estigma que rodea al esposo que se queda en casa. Por otro lado, las críticas radicales a la heterodoxia en cuanto a los roles de género son cada vez menos frecuentes en los medios.

Limitar la discusión de los varones "sin género" a la escena de la moda de Harajaku es ignorar la revolución contra la "masculinidad de traje" y todo lo que conlleva.

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Yusuke Devil

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