Más allá de pensar en el Metro, el Tren Ligero, el Tren Suburbano o aquellos trenes de mercancías que de vez en cuando detienen el tránsito en la capital, hubo un momento en que grandes estaciones de trenes se erigían en esta demarcación.
La primera vez que la Ciudad de México se unió por las vías fue en 1873, tras inaugurarse la primera línea de ferrocarril del país, la cual conectaba a la urbe con el puerto de Veracruz. Este momento sentó el precedente que haría de la capital un centro ferroviario.
¿Qué pasó con esos espacios? Unos aún existen, otros se despidieron pero se pude visitar el lugar en el que alguna vez las maquinarias de los trenes comenzaron a trabajar. Te contamos las historias de algunas de esta terminales.
Estación Colonia
En 1898, en lo que hoy es la colonia San Rafael (antes Colonia de los Arquitectos), Porfirio Díaz inauguró de manera oficial la estación Colonia. Aquí no solo había trenes, sino que también se construyó un hospital.
Operó durante 39 años antes de ser cerrada en 1937 y demolida en 1939. El Hospital Colonia de los Ferrocarriles Nacionales funcionó hasta 1982, año en que el IMSS absorbió el servicio a los empleados ferrocarrileros y el edificio se convirtió en oficinas.
Luego de la demolición de la estación de trenes, el lugar se convirtió en una plaza cercana a una de las avenidas más emblemáticas de la Ciudad de México: Paseo de la Reforma. En esta plaza se colocaría el Monumento a la Madre, mientras que el patio de maniobras de la estación es actualmente el Jardín del Arte.
Ferrocarril Mexicano
Antes de los grandes edificios y las calles pavimentadas, los alrededores de la capital eran potreros, ejidos y haciendas. Fue en una de ellas donde se establecería la estación de Ferrocarril Mexicano.
De acuerdo con El Mirador de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), en 1865, la conocida hacienda Buenavista (antes Hacienda de San Francisco de Borja) fue adquirida por una sociedad civil “formada por don Rafael Martínez de la Torre, quien fuera regidor del Ayuntamiento de México, abogado defensor de Maximiliano de Habsburgo (1867) y diputado federal (1869); y don Antonio Escandón, uno de los empresarios más prominentes de aquel entonces”.