Cuando a Brad se le pide que haga un balance de su carrera, por primera vez en la entrevista se queda sin palabras. Se toma unos segundos y dice: “Como puedes ver, no he pensado mucho en eso... No sé, estoy feliz con la mayor parte... supongo”. Pero cuando se le pregunta si se arrepiente, responde enseguida. “No, es una pérdida de tiempo”, dice muy seguro. “Tienes que entenderte y perdonarte y hacerlo bien la próxima vez. Tienes que seguir adelante. Lo que he notado en términos de trayectoria es que cada vez que doy un paso en falso (y vaya que los he dado), eso influye en mi próxima decisión, lo que resulta en una elección mucho más inteligente, sabia y experimentada... Lo que estoy tratando de decir es que sin esas fallas de las que pudiera arrepentirme, no habría dado el siguiente paso para hacer algo que he encontrado gratificante. Así que trato de no molestarme con arrepentimientos”.
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Pitt habla lento, da una impresión de levedad. Como si nada o muy poco le preocupara. Incluso se toma con tranquilidad su rol como productor, en el que invierte millones de dólares en películas que financia su compañía Plan B. “Producir implica contar historias sin tener que maquillarte cada mañana o aprenderte líneas de diálogo”, dice riendo. Pero reconoce que la visión de su carrera no siempre fue así, y tiene muy presente qué lo hizo reenfocar. “Supongo que cambié cuando tuve hijos, por hacerme viejo, por cansarme de ser tan protector todo el tiempo. ¿Y sabes? Creo que cuando maduras y estás evolucionando, te reconforta que te vean por quién eres”.
Tras décadas analizando guiones, personajes y temáticas, como todo buen actor Pitt entiende el comportamiento humano. El concepto psicológico “matar al padre” —ese lineamiento de estudio freudiano que expone que la madurez solo se alcanza cuando metafóricamente se elimina al progenitor, tema que aborda Ad Astra—, no le es desconocido. “Sí, matar a tus maestros”, asiente.
No es una coincidencia que en los últimos años algunos de sus papeles más alabados sean padres complejos, como en Babel (2007), drama de Alejandro González Iñárritu por el que fue candidato al Globo de Oro; The Tree of Life (2011), de Terrence Malick, que le valió el premio a mejor actor del New York Film Critics Circle; y Moneyball (2011), de Bennett Miller, por el que fue nominado al Óscar a mejor actor.
Brad es padre de seis hijos con su exesposa, la actriz, guionista y directora Angelina Jolie: Maddox, Pax, Zahara, Shiloh, Knox y Marcheline. Ninguno de ellos perpetua el nombre de sus padres, más allá del apellido compuesto Jolie-Pitt.
—Por tu trayectoria, ¿piensas en el tamaño de la sombra que proyectas sobre tus hijos?
—Sí, por supuesto que lo hago. Solo quiero que sean libres, que no sientan presión por ninguno de mis logros, que exploren ellos mismos, que se sientan libres en ese sentido. Desafortunadamente, se les ve por quienes son sus padres –un poco más de lo normal que cualquier otro niño–, pero también me siento bien al respecto, porque el instinto de un chico cuando está dejando el nido es rebelarse contra sus padres, sin importar quiénes sean ellos, es parte de dejar el nido.
—¿Ese chico fuiste tú?
—Creo que todos hemos sido ese chico. Lo fui yo y probablemente tú. Así que al final, eso no me preocupa.