¿Crees que la Casa Blanca se encuentra en un caos ahora? Espera un poco
El presidente estadounidense, Donald Trump, a lo largo de su vida ha adoptado el caos como una filosofía de vida.
Pero ahora, el caos —impulsado por salidas sorpresivas, la investigación en curso sobre Rusia y la propia creación de resentimientos por parte de Donald Trump—, amenaza con aplastar su presidencia, y hay muchas razones para creer que las cosas empeorarán, en lugar de mejorar, en los próximos días.
He aquí el porqué: El presidente Trump no solo está siendo atacado por malas noticias —investigaciones de Rusia, una disputa con el fiscal general Jeff Sessions, el gusto de Ben Carson por los muebles finos, etc., etc.—, sino que también se ve obligado a enfrentar estas historias con un grupo cada vez menor de partidarios leales a su alrededor.
Es una tormenta perfecta para Trump, y no en el buen sentido.
nullLas descripciones que emergen de la Casa Blanca, que describen el estado de ánimo de Trump en los últimos días, pintan la imagen de un ejecutivo frustrado y enojado que se siente cada vez más aislado en su propia Casa Blanca.
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Así es como el equipo de la Casa Blanca de CNN describió su estado de ánimo:
“El tumulto de la semana pasada ha alimentado una ira profunda y furibunda dentro del presidente Donald Trump —una emoción que no es infrecuente para el insolente comandante en jefe— , pero uno de los aliados y asesores dice que se ha ido intensificando a medida que se enfrenta un nuevo conjunto de problemas”.
Mike Allen de Axios lo dijo de esta manera:
“Después de 24 horas de locura, fuentes cercanas al presidente Trump dicen que está pasando un infierno, furioso por el caos interno y con la sensación de que las cosas se están desmoronando”.
Incluso el antiguo defensor de Trump —y director de comunicaciones por 10 días en la Casa Blanca—, Anthony Scaramucci, reconoció en una entrevista con Chris Cuomo de CNN, este jueves por la mañana, que “los ánimos están en un nivel terrible”.
Lo importante no es que Trump esté enojado o que piense que el personal no le sirve adecuadamente.
Él piensa eso casi todo el tiempo. Lo que esta vez es diferente es que tres de las personas en las que más confía —su hija, Ivanka; su yerno, Jared Kushner y su colaboradora desde hace mucho tiempo, Hope Hicks— o lo están abandonando o están pasando por problemas que los ponen en posiciones debilitadas, en el mejor de los casos; y en peligro de verse obligados a abandonar la Casa Blanca, en el peor de los casos.
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La decisión de Hicks de renunciar como directora de comunicaciones fue claramente un golpe para Trump a nivel personal.
El título de Hicks es mucho menos importante que la forma en que Trump la consideraba: como una leal partidaria que había estado con él cuando todos los demás pensaban que su candidatura presidencial era una broma. Fuera de su familia inmediata, Trump no confiaba en nadie más y no escuchaba a nadie más que a Hicks.
Con respecto a la familia inmediata del presidente, también han tenido una racha difícil. El viaje de Ivanka a las ceremonias de clausura olímpica en Corea del Sur provocó la furia de personas como el jefe de personal John Kelly.
Y su respuesta de que era “inapropiado” que un periodista le preguntara sobre las acusaciones de conducta sexual inapropiada contra su padre simplemente sirvió para resaltar la dificultad de ser simultáneamente la hija del presidente y una de las principales asesoras de dicho presidente.
Si las últimas semanas de Ivanka han sido malas, las de Kushner han sido peores. Primero llegó la noticia de que su autorización de seguridad había sido degradada por Kelly en medio de preguntas en curso sobre la capacidad de Kushner para asegurar una autorización permanente.
Luego, la noticia de que algunos países habían señalado a Kushner como vulnerable a la manipulación debido a la complejidad de sus propiedades financieras. Después, The New York Times informó este miércoles por la noche que la familia de Kushner había recibido 500 millones de dólares en préstamos, luego de reuniones entre Kushner y los directores de las compañías de inversión que hicieron los préstamos.
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La avalancha de historias sobre Kushner ha provocado rumores de que quizás no sea capaz de siquiera aproximarse al trabajo que se le asignó en la Casa Blanca de Trump y que podría tener que pasar a lo siguiente, ya sea unirse al creciente personal de Trump para 2020 o al sector privado.
Incluso si Ivanka y Jared se mantienen en su sitio —y sí, es totalmente justo considerarlos como un conjunto—, no está claro que estén en una posición que pueda calmar a Trump cuando está enojado o frustrado, o ambas cosas. Están lidiando con problemas propios, problemas que los distraen de prestar toda su atención al presidente de Estados Unidos.
Todo esto significa que Trump se enfrenta al conjunto de problemas más serio desde el comienzo de su presidencia, con cada vez menos personas en las que siente que realmente puede confiar.
Y un Trump solitario y arrinconado rara vez reacciona bien.
Sigo pensando en los primeros días del tiempo de Trump en la Casa Blanca, cuando estaba mayormente solo e infeliz. Esta, de un impresionante artículo del New York Times de febrero de 2017, es la imagen que me queda grabada en la cabeza:
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“Generalmente alrededor de las 6:30 p.m., o a veces más tarde, el Sr. Trump se retira a la residencia para recargarse, refrescarse y usar Twitter intermitentemente.
Con su esposa, Melania, y su hijo pequeño, Barron, quedándose en Nueva York, él casi siempre está por su cuenta, a veces con la presencia protectora de su imponente ayudante y exjefe de seguridad, Keith Schiller.
Cuando el Sr. Trump no mira la televisión en bata de baño o no está en su teléfono buscando a antiguos ayudantes y asesores de campaña, a veces se dispone en a explorar el entorno desconocido de su nuevo hogar”.
Aunque la Casa Blanca negó que Trump deambulara en bata de baño, y Melania y Barron se han mudado desde entonces a Washington, no hay duda de que cuanto más aislado está Trump —o más se siente así—, más se rinde a su instinto más básico: tuitear.
Sin personas como Hicks para frenarlo, probablemente nos dirigimos a un momento aún más caótico para Trump. Libre para decir y hacer lo que quiera cuando quiera, y cada vez más convencido de que está siendo victimizado por todo el mundo, es probable que Trump sea aún más impredecible en las próximas semanas.
Esa es una perspectiva que debe aterrorizar a los republicanos, que están tratando desesperadamente de aferrarse a su Cámara de Representantes y, en menor medida, a la mayoría del Senado en noviembre. Pero es mejor que se acostumbren. Es probable que esta sea la nueva normalidad.