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EU ya le ganó a Japón en una guerra comercial, ¿lo hará con China?

En los 80, Ronald Reagan presionó exitosamente a Japón con políticas monetarias y de comercio, pero China es más fuerte política y económicamente en la actualidad.
mar 18 junio 2019 05:10 AM

HONG KONG (CNN)- En estos días, el presidente estadounidense, Donald Trump, bien puede estar pensando en una disputa económica anterior entre Washington y una potencia económica asiática.

En la década de 1980, Japón era el gran mal. Su economía estaba en auge —era la segunda más grande del mundo—, y muchos en Estados Unidos temían ser sobrepasados por ella.

Se publicaron artículos que advertían sobre la “’japonización’ de Estados Unidos” o un “Pearl Harbor económico”, a medida que las empresas japonesas compraban empresas e íconos estadounidenses. Los legisladores y comentaristas advertían sobre un creciente déficit comercial entre los dos países, y se quejaban de que las firmas japonesas robaban propiedad intelectual de Estados Unidos y sacaban ventaja de acuerdos comerciales injustos.

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En una entrevista en el Morton Downey Jr. Show en 1989, el propio Trump se quejó de que Japón “ha chupado la sangre de Estados Unidos sistemáticamente, ¡nos ha chupado la sangre!”.

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“Es un gran problema, y es un problema que va a empeorar”, dijo Trump acerca de la balanza comercial entre Estados Unidos y Japón. “Y se están riendo de nosotros”.

Sin embargo, para entonces el cambio ya estaba ocurriendo. Y lejos de superar a Estados Unidos, Japón estaba a punto de rezagarse.

Guerra comercial

Después de que el presidente Ronald Reagan asumiera el cargo en 1981, Estados Unidos comenzó a presionar a Japón para que abriera su mercado a las compañías estadounidenses y redujera el desequilibrio comercial entre los países.

Aunque Japón aceptó medidas que incluían un límite en la cantidad de autos que exportaba a Estados Unidos, el pánico sobre el poder comercial japonés creció, y los legisladores de ambos lados exigían acciones.

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Al aprobar un proyecto de ley que exigía fuertes represalias comerciales contra Japón, Robert Packwood, entonces el director republicano del comité de finanzas del Senado, prometió dar a Tokio “ojo por ojo... eso es todo lo que entienden”.

Durante una audiencia en el comité de finanzas de 1985, el senador demócrata Max Baucus dijo que: "Reagan predijo ‘un futuro en el que el comercio será el rey, el águila se elevaría y Estados Unidos será la nación comercial más poderosa de la Tierra’. Bueno, puede que el comercio sea el rey. Y puede que las águilas se estén elevando. Pero no son las águilas estadounidenses. El desempeño comercial de Estados Unidos nunca ha sido peor”.

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Ese año, cinco países —Estados Unidos, Alemania Occidental, Francia, Reino Unido y Japón— firmaron el Acuerdo Plaza, devaluando el dólar estadounidense frente al yen japonés (y el marco alemán). Esto fue un beneficio para Estados Unidos, que condujo a un aumento de las exportaciones y una reducción de su déficit comercial con muchos países de Europa occidental.

Sin embargo, el Acuerdo Plaza no fue el final de la acción estadounidense contra Japón. En 1987, Washington impuso aranceles del 100% sobre las importaciones japonesas por un valor de 300 millones de dólares, prácticamente bloqueándolas del mercado estadounidense.

Las cosas rápidamente se volvieron amargas para Tokio. A medida que aumentaba el valor del yen, los productos japoneses se hacían cada vez más caros, y los países rechazaban a la que había sido una potencia de la exportación. Los esfuerzos del banco central nipón para mantener bajo el valor del yen provocaron una burbuja en el precio de las acciones, cuyo colapso ayudó a que el país entrara en una recesión y a una “década perdida”.

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“Las exportaciones y el crecimiento del PIB de Japón se detuvieron esencialmente en la primera mitad de 1986”, escribieron los economistas Joshua Felman y Daniel Leigh en un informe para el Fondo Monetario Internacional (FMI). Llegaron a la conclusión de que, si bien el Acuerdo Plaza no causó la desaceleración económica de Japón por sí mismo, sí desencadenó una serie de eventos —mezclados con malas decisiones en Tokio— que condujeron al colapso.

Lecciones competitivas

Algunas de las primeras incursiones de Trump en la política involucraron alzarse en contra de Japón durante los años 80 y principios de los 90. Durante ese tiempo, comenzó a pedir el uso de los aranceles como arma comercial.

Aunque no se ha referido a la relación histórica entre Estados Unidos y Japón durante el reciente conflicto con China, el éxito de Washington contra Tokio podría influir en su pensamiento sobre cómo manejar a Beijing. Robert Lighthizer, uno de sus asesores clave en materia de comercio, también participó en las negociaciones de Japón en los años ochenta.

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En 2011, mientras Trump coqueteaba con una candidatura presidencial, Lighthizer elogió su “escepticismo hacia el dogma puro del libre comercio”.

“El ícono del conservadurismo moderno, Ronald Reagan, impuso cuotas sobre el acero importado, protegió a Harley-Davidson de la competencia japonesa, restringió las importaciones de semiconductores y automóviles, y tomó innumerables medidas similares para mantener fuerte a la industria estadounidense”, escribió.

Sin embargo, aunque Lighthizer y Trump pueden extraer lecciones positivas de la guerra comercial de la década de 1980, Pekín también está prestando atención, y los líderes de China no tienen la intención de copiar los errores de Japón.

En una editorial el año pasado, la agencia de noticias estatal china Xinhua advirtió que “Japón se vio gravemente herido por su respuesta incorrecta” al Acuerdo Plaza y a la presión comercial estadounidense.

Culpó a Estados Unidos de convertir a Japón en el chivo expiatorio de los problemas en la economía doméstica, y agregó que “un fuerte sentimiento proteccionista fue la fuerza impulsora directa detrás del Acuerdo Plaza”.

Este ha sido un tema común en la cobertura de los medios de comunicación estatales de la guerra comercial: que Estados Unidos está tratando de culpar a Beijing por asuntos fuera de su control.

Repitiendo la historia

Por supuesto, 2019 no es 1985, y China no es Japón. Beijing es mucho más fuerte, tanto económica como políticamente, que Tokio en la década de 1980, y Japón dependía de Estados Unidos para su seguridad nacional y estaba menos dispuesto a arriesgarse a la ira de Washington.

“Japón fue un blanco fácil para los ataques estadounidenses. Después de la segunda guerra mundial, había dependido política y económicamente de Estados Unidos, lo que resultó en un poder de negociación limitado para contrarrestarlo”, escribieron esta semana los analistas Alicia Garcia-Herrero y Kohei Iwahara. “China está en una mejor posición para resistir la presión de Estados Unidos”.

El riesgo en este caso no es que fallen en aprender de la historia, sino que ambas partes puedan tomar las lecciones equivocadas.

Trump y Lighthizer, tras haber ganado experiencia en las batallas contra Tokio, podrían asumir que una política igualmente agresiva hará que Beijing ceda a sus demandas. Los negociadores chinos ya han visto de lo que sucede cuando uno se opone a Trump, y las negociaciones comerciales colapsaron este mes después de que, según informes, China intentó alterar el acuerdo en el último minuto.

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El fracaso de esas conversaciones condujo a una escalada inmediata en las tensiones, con nuevos aranceles impuestos por ambas partes. Esto podría atribuirse a los cambios tardíos de Beijing, pero igualmente a la falta de voluntad de Washington para negociar.

Al mismo tiempo, la interpretación de China de lo sucedido en 1980 también podría llevarlo a cometer errores.

El portavoz del ministerio de Relaciones Exteriores, Lu Kang, ha dicho que cualquier “acuerdo benéfico para ambas partes debe basarse en el respeto mutuo, la igualdad y los resultados ganar-ganar para todos”. Pero como muchos observadores han notado, lo que los líderes de China consideran que “ganar-ganar” a menudo significa una victoria en sus términos, y el deseo de evitar repetir los errores de Japón podría resultar en que Beijing se niegue a sufrir una pérdida menor que en última instancia podría conducir a un mejor acuerdo general.

Japón está celebrando el comienzo de la era Reiwa, bajo el mandato de un nuevo emperador, un momento para hacer borrón y cuenta nueva y comenzar de nuevo. Los negociadores comerciales de Estados Unidos y China podrían tener mejores resultados copiando esa lección que los de la década de 1980.

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