Al aprobar un proyecto de ley que exigía fuertes represalias comerciales contra Japón, Robert Packwood, entonces el director republicano del comité de finanzas del Senado, prometió dar a Tokio “ojo por ojo... eso es todo lo que entienden”.
Durante una audiencia en el comité de finanzas de 1985, el senador demócrata Max Baucus dijo que: "Reagan predijo ‘un futuro en el que el comercio será el rey, el águila se elevaría y Estados Unidos será la nación comercial más poderosa de la Tierra’. Bueno, puede que el comercio sea el rey. Y puede que las águilas se estén elevando. Pero no son las águilas estadounidenses. El desempeño comercial de Estados Unidos nunca ha sido peor”.
Lee La lucha de poder detrás de la guerra comercial Estados Unidos-China
Ese año, cinco países —Estados Unidos, Alemania Occidental, Francia, Reino Unido y Japón— firmaron el Acuerdo Plaza, devaluando el dólar estadounidense frente al yen japonés (y el marco alemán). Esto fue un beneficio para Estados Unidos, que condujo a un aumento de las exportaciones y una reducción de su déficit comercial con muchos países de Europa occidental.
Sin embargo, el Acuerdo Plaza no fue el final de la acción estadounidense contra Japón. En 1987, Washington impuso aranceles del 100% sobre las importaciones japonesas por un valor de 300 millones de dólares, prácticamente bloqueándolas del mercado estadounidense.
Las cosas rápidamente se volvieron amargas para Tokio. A medida que aumentaba el valor del yen, los productos japoneses se hacían cada vez más caros, y los países rechazaban a la que había sido una potencia de la exportación. Los esfuerzos del banco central nipón para mantener bajo el valor del yen provocaron una burbuja en el precio de las acciones, cuyo colapso ayudó a que el país entrara en una recesión y a una “década perdida”.