El factor precio
Pero el mayor reto fueron los precios del maíz, que a finales del año pasado tocaron máximos históricos. Esta materia prima supone 83% de los costos fijos de Minsa. En el verano de 2020, el precio se cayó y quienes habían comprado futuros y tenían coberturas para asegurar un costo en la materia prima experimentaron pérdidas.
Pero en otoño, la tendencia se volteó y los precios escalaron. “Hubo una presión para subir el precio por parte de todos los actores de la cadena”, afirma Gómez. En noviembre de 2020, los productores de tortilla anunciaron incrementos de 1.5 a 2 pesos por kilo. Y, entonces, hubo un llamado del gobierno a las harineras para mantener los precios.
“Se pudo hacer por el llamado a la solidaridad durante un mes, se vendió incluso por debajo de costo. Pero ya en enero se avisó al gobierno y a los tortilleros que el precio que se había subido a la tortilla no era justificable con el de la harina, porque nosotros solo estábamos subiendo de 37 a 46 centavos el costo del tortillero”, apunta.
Además, la producción local estaba más barata que la cotización internacional y los ganaderos y otros clientes que no necesariamente suelen comprar en México aumentaron su demanda. “Ya no éramos cinco o seis compradores grandes, éramos 20 y, obviamente, peleándonos con los productores por todo”, recuerda.
Julián Fernández, jefe de Análisis de Bursamétrica, explica que los costos de las materias primas se han encarecido debido a una falta de producción y de almacenamiento. “Y los pocos que han estado almacenando mantienen el mercado y suben los precios”, explica.
La pandemia también incrementó los costos logísticos y el de los hidrocarburos. Esto podría ser un riesgo a futuro, sostiene el especialista, quien agrega que la empresa siempre se ha mantenido estable y se ha considerado una inversión de respaldo o seguridad para los inversionistas. Si el principio de todo negocio, advierte la empresaria, es comprar barato y vender caro, la situación se había invertido: Minsa compraba caro y tenía que vender a precios bajos.
“Era un tema complicado. Por supuesto, entendías la petición, no solo del gobierno, sino la social, de no subir el bien más básico de la canasta de México, que trae 55% de las calorías que consume el decil más vulnerable de la población”, señala. En febrero, la empresa comenzó a subir el precio paulatinamente y por zonas. Gómez ve difícil que se pueda volver a repetir una situación de estas características.
“Ha tenido sus obstáculos, pero lo ha sabido sobrellevar de la mejor manera”, apunta Fernández sobre la compañía, que cerró el tercer trimestre del año con un incremento de 0.7% en el volumen de ventas respecto al mismo periodo de 2020, pero un aumento en ventas netas de 16.88% debido al alza en el precio de la harina. La compañía ha ido recuperando el margen, tras un mayor impacto a inicios de año.
En el periodo de julio a septiembre, su rentabilidad, medida con el margen de utilidad, se ubicó en 2%, una mejora de 10 puntos base frente a 2019, según su re - porte trimestral. Al final, concluye Gómez, la petición de bajar los precios no era una solución sostenible a un problema coyuntural. “Es difícil tomar la decisión de perder dinero. Y no es que perdieras dinero, estabas perdiendo utilidades, y es una decisión difícil de vender, más aún cuando eres una empresa pública”, termina Gómez. “Pero creo que también, a veces, tienes que saber que para ganar dinero en el largo plazo, lo tienes que perder en el corto”.