China se volvió la fábrica de autos del mundo. Después de años de ir por detrás de los fabricantes de automóviles japoneses, europeos y estadounidenses en tecnología automotriz, confiabilidad y estatus, el país asiático trazó un plan estratégico para convertirse en una potencia en la manufactura de vehículos, sobre todo eléctricos, aunque en el camino ha aprendido a dominar también la producción de modelos con motores a combustión.
En 2012, China superó a Estados Unidos como el mayor fabricante de automóviles del mundo y se ha mantenido en esa posición desde entonces. El año pasado, el país asiático ensambló 26,082,220 unidades, equivalente a la producción combinada de Estados Unidos, Japón, India y Corea del Sur, según datos de la Organización Internacional de Fabricantes de Vehículos Motorizados.
Durante la mayor parte del siglo XX, el país asiático fabricó principalmente vehículos o camiones militares. Aunque había importaciones de modelos de la Unión Soviética, Japón y otros países, la propiedad privada de vehículos era casi inexistente. En parte debido a las políticas socialistas y en parte por los altos aranceles de importación.
En la década de 1980, varias armadoras occidentales, incluidas Volkswagen y Peugeot, comenzaron a fabricar automóviles en China a través de empresas conjuntas -conocidas como joint ventures- con fabricantes locales. Luego, en medio de la crisis económica de 2008, General Motors y Ford vieron en China una plataforma competitiva para producir autos a menor precio. Incluso los fabricantes alemanes de autos premium aprovecharon las ventajas que ofrecía China para ensamblar algunos de sus modelos de entrada. El BMW Serie 1 que se vendió en México entre 2018 y 2021 se importó desde China. Hoy, el eléctrico BMW iX3 viene de ese país.
“Lo más costoso de un vehículo es el desarrollo del motor, la transmisión y la plataforma”, explica Josimar Hernández, ingeniero y gerente de producto de MG, una marca de origen inglés propiedad del gigante chino Saic Motor. Utilizar plataformas que se usan para derivar varios modelos, que incluso pueden venderse bajo distintas marcas, reduce hasta 70% del valor real de un coche. “Por eso los fabricantes chinos pueden dar precios tan atractivos”, añade.