La última ola de ethereum estuvo ligada con la demanda de activos no fungibles -que son una especie de certificados digitales de autenticidad-. Estos tokens, conocidos también bajo las siglas NFT, se popularizaron luego de que las firmas Sotheby's y Christie’s subastaron estos tokens de obras de artistas muy conocidos en el mundo digital.
Para ponerlo en perspectiva, tan sólo en 2020, el valor de mercado de NFT ascendió a 338 millones de dólares, un incremento de 138.8% con respecto al año pasado, de acuerdo con el reporte Non Fungible Tokens Yearly Report del sitio especializado NonFungible con la colaboración de L’Atelier, la unidad de tecnología e innovación del grupo financiero BNP Paribas. Este reporte señaló que la mayoría de estas transacciones se realizan a través de ethereum.
Otro motor que ha impulsado el valor de mercado de ethereum ha sido el ecosistema de finanzas descentralizadas (DeFi), que reúne una serie de servicios financieros para los portadores de activos virtuales. Este mercado ha pasado de unos 18,000 millones de dólares a finales de 2020 a poco más 68,000 millones de dólares a inicios de mayo.
Estas características de ethereum hace que algunos de los inversionistas que arriesgan en las criptos, pongan su dinero por diferente motivación a la del bitcoin o al dogecoin, una criptomoneda que surgió como broma y ahora es utilizada básicamente para especular. “Ethereum es una criptomoneda basada en una tecnología que podría impactar en mayor medida”, dijo Pierre Savarzeix, gestor de renta variable de Seeyond, una filial de la administradora de activos Natixis IM.
Aún así, el mismo Savarzeix y gestores de activos institucionales, como Frankint Templeton, advierten que se debe de tener cautela pues las criptomonedas tienen “inscrito” en su ADN la volatilidad y, en el caso de ethereum, hace falta aún probar que tengan escalabilidad.