Trump recibe una cucharada de su propia medicina
WASHINGTON (CNN)- Los enemigos de Donald Trump huelen sangre en el agua.
Antes, la extraña sensibilidad del presidente estadounidense por la debilidad de los demás lo ayudó a destruir el campo republicano en las primarias más profundas de la historia. Ahora, la repentina aceleración de la carrera presidencial de 2020 y un juego de poder en el Capitolio por parte de los demócratas sugieren que Trump está comenzando a lucir como una presa para los opositores listos para atacar su índice de aprobación menor al 40%.
La aspirante presidencial demócrata, la senadora Kamala Harris, se enfocó directamente en la personalidad de Trump en el segundo día de su campaña, durante un foro abierto de CNN en Iowa el lunes.
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"Es muy importante que cualquiera que se presente a sí mismo como un líder y quiera ser un líder, hable como un líder”, dijo Harris, sin mencionar al presidente por su nombre, pero sin dejar dudas sobre su objetivo.
“Eso significa hablar con integridad. Significa decir la verdad. Significa hablar de una manera que exprese e indique cierto nivel de interés y preocupación hacia otras personas además de uno mismo. Y así, justo ahí vemos un gran contraste”.
Washington es un lugar donde el mero indicio de vulnerabilidad nunca pasa inadvertido. Eso, aunado a las señales más claras de que la investigación de Rusia está llegando a su fin —incluidas las reverberaciones de la acusación del gurú político de Trump Roger Stone—, está profundizando las impresiones de una Casa Blanca en estado de sitio.
Trump se mostró en 2016 como un formidable candidato y halló un camino hacia la Casa Blanca que muchos observadores pensaban que era imposible. Pero a medida que la carrera electoral de 2020 cobra velocidad, él está en una posición endeble, lo cual significa que la nominación demócrata es un premio especialmente atractivo.
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Una encuesta del Washington Post-ABC News que acaba de publicarse mostró que el 56% de los votantes registrados dicen que “definitivamente” no votarán por Trump el próximo año. Aunque esos números pueden cambiar, son claramente un problema para el presidente, aunque él ganó la vez pasada con solo el 46% del voto popular.
No se suponía que sería así para Trump, al menos no este martes.
Él debería haber estado sentado a horcajadas en el escenario nacional en su discurso sobre el Estado de la Unión, la mejor oportunidad de un presidente cada año para usar la pompa de su posición y una gran audiencia televisiva ante la cual argumentar a su favor.
Pero, durante el cierre de gobierno de la semana pasada, se le informó a Trump que no se presentara; así se lo hizo saber la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, en una manifestación flagrante de la nueva dinámica de poder en Washington.
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Tendrá que dar su gran discurso la próxima semana, pero la concesión sobre el cierre de gobierno por parte del presidente el viernes significa que no será tan temido cuando finalmente llegue a la Cámara de Representantes.
La vulnerabilidad política es un nuevo sentimiento para el presidente.
Desde el inicio de su campaña presidencial, fue uno de los principales candidatos, lo que obligaba a sus rivales a reaccionar ante sus excentricidades y cambios impredecibles que rompían las estrategias comunes de la política convencional.
A pesar de que su presidencia ha dado tumbos de crisis en crisis y no ha logrado congregar el apoyo de la mayoría en el país, Trump siempre ha dictado los eventos, con medidas inesperadas como su cumbre con el líder norcoreano Kim Jong Un, o con tuits que agitan a la nación y al mundo entero.
Pero tras el cierre de gobierno y una derrota electoral de mitad de periodo, Trump está bajo escrutinio para ver si puede protagonizar el tipo de resurgimiento político que es crucial para todo presidente exitoso.
Aunque es demasiado pronto para desdeñar la perspicacia política de Trump, tiene mucho trabajo por hacer.
Después de todo, arriesgó su posición con su base conservadora al terminar el cierre sin obligar a Pelosi a financiar el muro fronterizo. Y fortaleció a los demócratas detrás de su líder después de entregarle la victoria.
Eso lo dejó con la necesidad de arrebatarle el control de la agenda política a sus rivales, los cuales cada vez tienen más éxito en atacarlo.
Será una prueba de habilidad política de la que dependerá su presidencia.
Compartiendo los reflectores
Durante los últimos dos años, Trump ha sido la estrella indiscutible del reality show con el que ha reemplazado a la política convencional de Washington. Pero ahora tendrá que compartir el escenario.
Pelosi esperó el tiempo suficiente para volver a enviar su invitación a Trump para que pronuncie el discurso sobre el Estado de la Unión para enfatizar el poder institucional sobre el presidente: el discurso ahora está programado para el próximo martes.
Trump también ha cedido parte de sus reflectores a sus posibles rivales de 2020.
Harris atrajo la atención el fin de semana con un mitin ante una gran multitud en su estado natal de California. El evento fue tanto una proyección de fuerza para sus oponentes como una señal de que ella cree que hay un camino hacia la victoria, al representar a Trump, a quien no mencionó por su nombre, como la antítesis de todo lo que Estados Unidos representa.
“Estamos en un punto de inflexión en la historia de nuestra nación”, dijo Harris.
Harris no es la única candidata presidencial demócrata en poner a prueba temas de campaña que podrían explotar el fervor de su partido con el fin de echar fuera a Trump, y que podrían ser usados contra el presidente en un enfrentamiento cara a cara.
La senadora de Nueva York, Kirsten Gillibrand, está atacando a Trump por su “muy feo ataque” de retórica racial. Y al igual que Harris, el demócrata de Texas Julian Castro se está promocionando a sí mismo como el “antídoto” para el presidente.
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Y la posibilidad de que Trump pueda ser vulnerable en su año de reelección está atrayendo el interés más allá del Partido Demócrata.
El magnate del café Howard Schultz también cree que su compañero multimillonario es tan inestable que podría ser derrocado por una candidatura independiente, un camino que tradicionalmente ha sido difícil dado el control de los dos principales partidos en el poder.
“Creo que, como la mayoría de las personas... me he aburrido del presidente Trump y sus tuits”, dijo Schultz a 60 Minutes de CBS News en una entrevista emitida el domingo.
Todo esto es una señal de que Trump tal vez necesita regresar al lugar donde mejor se desempeña —la ruta de campaña—, donde puede agudizar sus contraataques e intentar atraer a sus rivales a las peleas más bajas en las que no tiene un equivalente político.
Pero el presidente pronto tendrá más preocupaciones, además de la elección.
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El fiscal general interino, Matt Whitaker, reavivó el lunes la anticipación sobre el resultado de la investigación del fiscal especial Robert Mueller y dijo que cree que está “cerca de completarse”.
Y el exabogado de Trump, Michael Cohen, acordó el lunes declarar en privado ante el Comité de Inteligencia de la cámara la próxima semana.
Su testimonio en público ante otro comité de la Cámara, del cual se retractó la semana pasada, al temer por la seguridad de su familia, también podría resurgir, según su nuevo abogado Michael Monico.
Las nuevas revelaciones públicas acerca de los negocios y las relaciones personales de Trump antes de que se convirtiera en presidente casi seguramente pondrán a los buitres políticos a rondar alrededor de la Casa Blanca nuevamente.
Demostración de fuerza
El lunes, fue como si el Ala Oeste de Trump sintiera una necesidad urgente de dar una demostración de fuerza, a medida que Washington asimila las consecuencias del cierre de gobierno de 35 días, que terminó con el presidente estando tan lejos como siempre de su muro fronterizo.
Había un barco que necesitaba estabilizarse.
El gobierno redescubrió repentinamente la sala de reuniones de prensa de la Casa Blanca y presentó al secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, al asesor de seguridad nacional John Bolton y al principal asesor económico Larry Kudlow.
Bolton y Mnuchin anunciaron una acción extremadamente fuerte diseñada para inclinar la balanza respecto a la crisis política de Venezuela , y el secretario del Tesoro insinuó un posible avance en las conversaciones con China para evitar una guerra comercial.
Kudlow también buscó dar la impresión de una Casa Blanca vigorosa, disputando varias valoraciones que indican que el presidente mermó la economía —su argumento más convincente para la reelección en 2020— al llevar al país a un cierre de gobierno inútil.
“El interruptor vuelve a encenderse”, dijo Kudlow.
Y con la especulación de que el informe final del fiscal especial Robert Mueller podría ser devastador para Trump, la secretaria de prensa Sarah Sanders intentó eliminar cualquier sensación de que la presidencia de Trump enfrenta una amenaza existencial.
“En absoluto. De hecho, creo que nada podría estar más lejos de la verdad”, dijo Sanders a Jim Acosta de CNN en su primera sesión informativa en 41 días.