La apuesta final de Theresa May por el 'brexit'
LONDRES (CNN)— El miércoles 27 de marzo sería un día histórico .
Los legisladores de la Cámara de los Comunes le quitaron a Theresa May el control de la agenda parlamentaria del día para votar sobre alternativas a su plan para el brexit. En el evento, el Parlamento no logró llegar a un acuerdo mayoritario sobre nada . Sin embargo, esta pérdida de autoridad sin precedentes fue humillante para May.
A las cinco de la tarde, hora local, la primera ministra recuperó la iniciativa. De pie en un salón atiborrado, ante sus parlamentarios conservadores (muchos de los cuales odian su acuerdo y ya se les acabó la paciencia), les hizo una oferta: respalden mi acuerdo y renunciaré . El brexit se concretará y alguien más encabezará las negociaciones sobre la futura relación de Reino Unido con la Unión Europea.
En 242 palabras, May transformó los eventos del día en un espectáculo en otra parte de la Cámara de los Comunes.
Al ofrecer su renuncia, May tenía la esperanza de que suficientes rebeldes conservadores cambien de opinión cuando vuelva a presentarles su propuesta, probablemente el 29 de marzo. Es mucho pedir: necesita convencer a 75 parlamentarios.
Los signos inmediatos fueron positivos para May. Boris Johnson, quien renunció al gabinete de May por su forma de llevar las negociaciones del brexit , les dijo a los partidarios duros del brexit que respaldaría el acuerdo a regañadientes. Otros siguieron su ejemplo. Como me dijo el parlamentario conservador Zac Goldsmith poco después de que se diera a conocer la noticia de que Johnson había cambiado de opinión, "es este acuerdo o años de parálisis, divisiones, caos y, finalmente, la muerte lenta del brexit".
Sin embargo, es probable que ni el respaldo de Johnson ni la promesa de que May renunciará basten. El Partido Unionista Democrático, el grupo norirlandés que respalda al gobierno de May, dio un duro golpe al final del día, cuando confirmó que de todas formas no respaldará el acuerdo. La desventurada primera ministra de Reino Unido podría no tener votos suficientes para garantizar su propia renuncia.
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La pesadilla del brexit es obra de la misma May. Tras asumir el cargo en 2016, May se tomó muchas molestias para demostrar que podía con el brexit. Luego de votar a favor de la permanencia en la Unión Europea, en 2016, empezó a exaltar el brexit con más entusiasmo del que todos esperaban.
El problema fue que David Cameron, su predecesor, dejó una mayoría parlamentaria pequeña, de apenas 12 escaños. Siempre fue obvio que con el Parlamento tan dividido por el brexit, ese margen tan reducido traería problemas.
Pero conforme su popularidad crecía entre los fieles al brexit y como aparentemente se enfrentaba a un líder de la oposición débil, May y sus asesores creyeron que tenían una oportunidad.
Así, el 27 de abril de 2017, May anunció unas elecciones rápidas. Mostró tal confianza en su discurso y tal compromiso con el brexit, que la prensa euroescéptica la cubrió de halagos. El diario británico The Daily Mail pregonó que "aplastaría a los saboteadores" que querían bloquear el brexit.
No obstante, fue un error de cálculo enorme. El 8 de junio, el pueblo le quitó la mayoría a May . Resulta que si te inclinas demasiado por un lado de un argumento en el que solo hay dos posturas, a la mitad del país no le va a gustar.
Ahí es donde las cosas se pusieron feas. Las negociaciones con Europa habían empezado y lo que se oía no era positivo. Su pérdida de autoridad envalentonó a los conservadores pro-Europa y unificó a la oposición.
El problema para May fue que el tema más contencioso de las negociaciones del brexit fue la conservación de la frontera abierta en la isla de Irlanda.
La situación es única. La República de Irlanda es un Estado miembro de la Unión Europea. Irlanda del Norte es uno de los cuatro países que componen Reino Unido. La forma más simple de impedir la reinstalación de puestos fronterizos sería que Reino Unido permanezca en la unión aduanera de la Unión Europea. Sin embargo, una de las promesas clave del brexit fue que, tras separarse de la Unión Europea, Reino Unido podría determinar su propia política comercial. Ser miembro de la Unión Europea implica que la política de comercio exterior se dicta en Bruselas.
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Fuera de la unión aduanera, tendría que haber puestos aduanales en la frontera, lo que significa el retorno de la infraestructura fronteriza, cuya ausencia ha sido uno de los puntales del Acuerdo del Viernes Santo que puso fin a décadas de luchas sectarias en Irlanda del Norte.
Hubo quienes tuvieron la ingeniosa idea, en caso de que no se encontrara una solución, de que Irlanda del Norte siga alineada con los acuerdos aduaneros con la Unión Europea (esencialmente, permanecer en la unión aduanera), con lo que no habría necesidad de frontera física. Pero el PUD no quiere saber nada de eso. Esto significaría que no solo tratarían a Irlanda del Norte diferente al resto de Reino Unido, sino que abriría la posibilidad de que se creara una frontera marítima entre Irlanda del Norte y Gran Bretaña, con lo que la unificación de Irlanda sería más probable.
Pero ¿recuerdan la promesa de que Reino Unido negociaría sus propios acuerdos comerciales en el mundo?
No solo el PUD odiaba el acuerdo. Los partidarios del brexit dijeron que la salvaguardia dejaría a Reino Unido en condición de Estado vasallo, potencialmente sometido para siempre a los eurócratas en Bruselas.
Mientras May ofrecía todo lo que tenía para aplacar a ambos grupos, alienó a los partidarios de un brexit más suave, quienes decidieron, a final de cuentas, que no tenían por qué respaldarla.
Esas trincheras se excavaron hace mucho y, la verdad, nadie estaba dispuesto a salir. Hasta ahora.
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En la pasada semana, más o menos, a los duros empezó a preocuparles que los partidarios de permanecer en la Unión Europea les estuvieran robando el brexit. La Unión Europea le ofreció a Reino Unido una prórroga que podría sentar las bases para un nuevo referéndum. Además, la mayoría eurófila en la Cámara de los Comunes no se va a rendir, como lo demostraron las votaciones indicativas del 27 de marzo. Dos de las tres opciones más populares tienen que ver con una unión aduanera.
¿Cómo se desarrollaría esto? May perdió el voto pasado sobre su acuerdo (votación significativa número dos) por 149 votos. Eso significa que necesita convencer a la apabullante cantidad de 75 parlamentarios para ganar por un voto.
Pero su mejor opción es la siguiente: matar del susto a los partidarios del brexit, informarles a los partidarios de un brexit más suave que tendrán voz en las negociaciones futuras —como lo ha hecho al permitir una votación libre sobre los planes alternos al brexit—, y ofrecer su cabeza a cambio de que acepten su acuerdo.
La semana pasada, la Unión Europea le dio a Theresa May una última oportunidad de que aprueben su acuerdo. Esta semana, vemos cómo va por ello con todo lo que tiene.
Una última cosa. Dependiendo en cómo se cuente, la mayoría de May con el PUD es de apenas un dígito. Quien la suceda heredará esa situación nada envidiable. La gravedad de esa realidad debería ser la lección principal de la humillación de las votaciones indicativas.
Además, como habrá que aprobar montones de leyes después del brexit, y solo Dios sabe qué batallas vendrán, es difícil entender cómo sería posible que Reino Unido, país cuya política ha estado cimbrada desde 2016, no celebre elecciones antes de las programadas para 2022.