Shinzo Abe, el primer ministro de Japón, organizador de la cumbre, quiere tener un papel de mediador pero su reciente visita a Irán no tuvo el resultado esperado y estuvo marcada por los ataques a petroleros en el Golfo, que Washington atribuye a Teherán.
Desde entonces las tensiones siguen creciendo.
Estados Unidos anunció el lunes sanciones financieras contra las más altas autoridades del régimen iraní, incluido el guía supremo, el ayatolá Ali Jamenei. "Seguiremos aumentando la presión sobre Teherán", afirmó Trump, una estrategia del gusto de Arabia Saudita.
Frente a las sanciones, Irán acusó el martes a Estados Unidos de "cerrar de manera permanente la vía de la diplomacia" y anunció la reducción del cumplimiento de los compromisos del acuerdo de 2015 sobre el programa nuclear.
El presidente Trump, que la semana pasada anuló los ataques militares contra Irán en el último minuto, advirtió que cualquier tipo de ataque iraní será objeto de represalias.
Antes de partir rumbo a Osaka, el presidente estadounidense tachó a los líderes iraníes de "egoístas y estúpidos", si no alcanzan un acuerdo con su país.
Los europeos, que se encuentran sumidos en un complicado mercado de puestos claves en sus instituciones y también son blanco de los golpes comerciales estadounidenses, ¿pueden tener un verdadero peso en un conflicto que no deja de agravarse?
Esto, en cambio, disgusta a Moscú. El presidente ruso, Vladimir Putin, tendrá la oportunidad de hablar de ello a Trump en Osaka, en una reunión bilateral prevista entre los dos mandatarios.