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Óscar Martínez: "Sobre Centroamérica se han dicho muchas mentiras"

El editor de El Faro, una importante publicación digital, presenta 'Crónicas desde la región más violenta', una recopilación de relatos para entender a El Salvador, Guatemala y Honduras.
vie 30 agosto 2019 05:04 AM
Óscar Martínez
El periodista salvadoreño asegura que el gobierno de AMLO está aplicando las políticas más viejas y podridas que México ha implementado contra los migrantes centroamericanos.

Las caravanas de inmigrantes de octubre de 2018, así como la reacción del presidente estadounidense Donald Trump, obligaron al mundo, principalmente a México, a voltear la mirada hacia los países que conforman el Triángulo Norte de Centroamérica: El Salvador, Guatemala y Honduras.

Trump se ha referido a estas caravanas de inmigrantes como una "invasión" en varias ocasiones, por lo que ha restringido cada vez más las posibilidades de que los habitantes de estos países puedan solicitar un refugio para escapar de la violencia de sus países. Además, no ha perdido la oportunidad de igualar a todos los inmigrantes de esta región con integrantes de la Mara Salvatrucha, una pandilla sumamente violenta que se ha extendido por Estados Unidos.

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El editor de El Faro —un periódico digital fundado en El Salvador en 1998 y que se ha ganado varios de los premios de periodismo más importantes de América—, Óscar Martínez, asegura que este discurso del gobierno estadounidense elude su contribución para convertir en Centroamérica en una de las regiones con las las tasas de homicidio más altas del mundo.

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"Sobre las razones por las que esta región es violenta, la administración de Trump ha construido discursos facilistas que olvidan algo importante: en gran medida países como El Salvador, Honduras y Guatemala son violentos gracias a administraciones estadounidenses", dijo Martínez en entrevista telefónica con Expansión.

El periodista salvadoreño aseguró que sobre Centroamérica y el origen de la violencia, la desigualdad y la pobreza en la región se "han dicho muchas mentiras", por lo que es importante formar nuevas narrativas que expliquen a profundidad las problemáticas del Triángulo Norte. Este es precisamente el propósito de Crónicas desde la región más violenta (Debate, 2019), un libro que recopila los mejores relatos de los periodistas de la Sala Negra de El Faro

Martínez sostuvo una conversación con Expansión sobre el libro, del cual es compilador, así como de la política migratoria del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, el papel de Estados Unidos en la región y cómo hacer periodismo desde uno de los sitios más peligrosos del mundo.

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En épocas en las que el mundo, quizá obligado por Donald Trump, está volteando a Centroamérica, ¿por qué es importante contar historias desde la región?

Para construir una narrativa propia. A mí no me gusta esto de los nacionalismos o los regionalismos. No es por tener sangre de centroamericano en nuestras venas. Yo creo que es porque llevamos haciendo periodismo mucho tiempo acá, pues es donde vivimos, porque comprendemos más que un corresponsal que quiera venir a hacer una cobertura de una semana, porque nuestro trabajo es explicar Centroamérica desde hace más de una década, es lo que hacemos.

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¿Y por qué Centroamérica? De Centroamérica se han dicho muchas mentiras. Es decir, vivimos en una región que tiene la característica, como de otras regiones, que se ha mentido mucho sobre ella. Sobre la Mara Salvatrucha se han dicho muchas mentiras a la hora de intentar explicarla.

Sobre las razones por las que esta región es violenta, Estados Unidos construye, la administración de Trump ha construido discursos facilistas que olvidan algo importante: en gran medida países como El Salvador, Honduras y Guatemala son violentos gracias a administraciones estadounidenses.

El Salvador, en concreto, no sería el país que es si Estados Unidos no hubiera invertido todos esos millones de dólares por pelear la guerra en El Salvador; no sería el país que es si Estados Unidos hubiera tenido otra política de recibimiento de los migrantes que esa guerra generó, en lugar de dejarlos en guetos atestados de pandillas en el sur de California; no sería la región que es si Estados Unidos no hubiera deportado 4,000 pandilleros entre 1989 y 1994 en una región que estaba saliendo de una guerra que ellos patrocinaron, intentando construirse en paz. Esos 4,000 pandilleros son ahora 60,000 en el país.

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En conclusión, no seríamos la sociedad que somos sin la contribución de Estados Unidos y eso es importante contarlo porque la manera en que se explica un fenómeno influye directamente en la manera en que creemos que debemos solucionarlo. Y cuando Estados Unidos plantea un discurso condescendiente y habla de recibir o no migrantes como si fuera un problema externo, hay materiales periodísticos que le pueden recordar eso. No estamos hablando de un problema que ocurrió allá lejos, estamos hablando de un problema que vos ayudaste a crear.

¿Cuál ha sido el papel de Estados Unidos y su responsabilidad en la situación de Centroamérica?

Fueron puntos concretos. Estoy hablando de los momentos más evidentes. Estados Unidos financiando una guerra que fue peleada por ejércitos asesinos. En el Salvador, la guerra inició con el asesinato, por parte de militares, de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, que ahora es santo de la Iglesia Católica. Continúa en 1981 con la peor masacre de la que Latinoamérica tenga recuerdos en la era moderna, perpetrada por un batallón Atlácatl, más de 1,000 personas asesinadas en caseríos aledaños a El Mozote. Desde el principio Estados Unidos inicia surtiéndole armas a una corporación que ellos sabían que era asesina, que ellos habían ayudado a preparar en la Escuela de las Américas para asesinar.

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Ha influido muchísimo en la creación de políticas públicas en la región, es decir apoyó los planes Mano Dura en un principio, en el primer lustro de este siglo, como una posible solución. Los planes Mano dura fueron un fracaso terrible que generó un aumento de homicidios. ¿Tiene responsabilidad en la construcción? Definitivamente.

En segundo lugar, en el tema de la migración, yo creo que lo que Estados Unidos hace aplicando la fórmula incansable de las deportaciones no solo es inhumano, sino es ingenuo, es estúpido. Desde que Estados Unidos inicia las políticas de deportación y de construcción de muros en 1994 con el operativo Golden Line no hicieron más que hacer crecer organizaciones como la Mara Salvatrucha.

Periodismo lento
Varias de las crónicas que aparecen en el libro fueron investigadas por seis meses o incluso, un año, explica Martínez.

Muchos de los problemas de la región, surgen precisamente durante las guerras civiles de los 80. ¿Cómo han cambiado las condiciones de vida desde entonces?

La vida ha cambiado desde entonces definitivamente, en varios casos, lo cual no necesariamente implica que la vida haya mejorado. Yo sí creo que los acuerdos de paz, sobre todo en un país como El Salvador, que tuvo una guerra tan intensa y que tuvo una persecución ideológica tan profunda (...) Yo sí creo que hay avances profundos con algo como la firma de los acuerdos de paz.

Ahora, también creo que países como El Salvador y Guatemala dan una de las lecciones más terribles de esta región: el fin de una guerra no es necesariamente el inicio de la paz y eso lo vivimos aquí con claridad. Es decir, fue un proceso incompleto, donde te encargás de la parte política, porque eso ocurrió con la paz en Centroamérica, hubo un gran enfoque en la cuestión política, volver una guerrilla en un partido político, en generar nuevas instituciones, pero se olvidaron del aspecto social, aquí había gente que solo sabía disparar.

El Salvador y Guatemala dan una de las lecciones más terribles de esta región: el fin de una guerra no es necesariamente el inicio de la paz y eso lo vivimos aquí con claridad.
Óscar Martínez, periodista

Y luego hay otro ingrediente: Estados Unidos, cuando empezó esto, deportó a cerca de 4,000 pandilleros activos desde el sur de California y eso fue una inyección letal para esta región. Resumiendo, yo sí creo que hubo cambios, lo que yo no creo es que haya habido una transición hacia la paz. Eso nunca va a ocurrir.

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Los centroamericanos están migrando, lo hacen desde hace mucho tiempo, pero ahora lo hacen incluso en caravanas, ¿de qué están huyendo?

La gente huye de las pandillas, es es una de las mayores consecuencias. La gente huye, y hay material en el libro que lo describe, de las consecuencias de que las pandillas sean quienes mandan en la región.

Por ejemplo, vienen y extorsionan a toda la gente que tiene un negocio o un autobús de transporte público o una pequeña tienda o un almacén. Entonces tiene que pagar a la pandillas lo que aquí conocemos como la renta, extorsión. Ha habido miles de asesinatos por esa razón.

Los jóvenes no viven en un país, sino en pedazos de un país. Si un joven vive en un barrio dominado por la Mara Salvatrucha, aunque no pertenezca a la pandilla —y eso le ocurre a la mayoría de los jóvenes que viven en esa zona, las pandillas son la minoría—, ese joven no puede transitar por una zona controlada por Barrio 18 porque corre riesgo de muerte. Tanto así que en la Asamblea Legislativa de El Salvador, Norman Quijano propuso retirar la dirección de los salvadoreños de nuestro documento único de identidad, entendiendo que esto te puede salvar la vida.

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La gente huye también de pobreza extrema. Huye de Estados donde las policías se han adaptado a esa situación de guerra urbana y se han convertido en policías muy violentas. En el el caso de El Salvador, incluso en Policías que cometen ejecuciones extrajudiciales. En el caso de Honduras, también, hay policías corruptas hasta sus estructuras de mando. De eso huye la gente, de lugares donde el Estado se degeneró y lugares donde el Estado fue sustituido, en muchos momentos y el muchos lugares, por organizaciones criminales.

En su paso hacia Estados Unidos, los migrantes deben cruzar por México, ¿a qué peligros se enfrentan ahora en este país?

La cuestión no ha cambiado mucho. En el libro hablamos un poco de las razones por las que hay una huída masiva, sobre todo también nos metemos con el tema de refugiados. Toda la gente que está llegando a México a la parte del sur, ha intentado traer documentos.

México vivió un momento en el que parecía que el paradigma cambiaba. Recuerdo esa escena de una de las caravanas llegando y el gobierno de López Obrador abriendo los portones allá en la zona de Ciudad Hidalgo (Chiapas) para que la gente pasara, y luego entregando documentos en el puente, que eran expeditos, para tener un permiso de estancia legal en el país mientras tramitabas tu documento a largo plazo. Todos los medios lo titularon con aquella nueva noticia, diciendo que era un momento histórico en México.

Después de la presión de Estados Unidos, el gobierno de López Obrador detuvo a decenas de miles de indocumentados a los que les había prometido algo distinto. y se convirtió en uno de los gobiernos que han establecido los controles de persecución más brutales en el sur de México.

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Los migrantes están teniendo que hacer algo que ya hacían desde hace mucho tiempo, están teniendo que internarse en el monte para evitar las carreteras, los retenes, los militares, los policías. Están teniendo que internarse en el monte y caminar largos tramos porque el tren va muy custodiado.. Y hay muchos migrantes que están, por esa razón, siendo violados, secuestrados, extorsionados, asaltados en esos montes.

Lo que está ocurriendo son técnicas que ya se habían utilizado y ya se sabe cuál es el resultado, y el resultado de estas técnicas es el sufrimiento y la violación de los derechos humanos de muchos de los migrantes. Es decir, el gobierno que nos prometió que iba a aplicar las más novedosas medidas humanitarias con los migrantes está ocupando las fórmulas más viejas y podridas que México ha ocupado contra los migrantes desde hace años.

El gobierno que nos prometió que iba a aplicar las más novedosas medidas humanitarias con los migrantes está ocupando las fórmulas más viejas y podridas que México ha ocupado contra los migrantes desde hace años.
Oscar Martínez, periodista

El Salvador y Guatemala tienen nuevos gobiernos, ¿está ofreciendo un cambio real o son pan con lo mismo?

La mayor apuesta está puesta en ese sentido sobre el El Salvador, donde ha llegado un presidente con una carrera política metéorica. Hace prácticamente seis años no existía en la política. Fue alcalde de un pequeño municipio, luego de la capital (San Salvador) y finalmente consiguió ser presidente casi sin tener un partido político, es decir, llega con un partido político porque así lo establecen las leyes, un partido que sin él nunca hubiera ganado la elección. Y que tiene 39 años de edad, creo que es el presidente más joven de toda América Latina y es alguien que ha prometido muchas cosas nuevas.

Estamos viendo que va a ocurrir porque es alguien que ha prometido una lucha frontal hacia los corruptos, que ha logrado que los homicidios disminuyan en estos primeros meses drásticamente. Ahora, no nos ha explicado cómo ha logrado estas cosas. Desde luego, ya hemos visto esta disminución, estamos acostumbrados a que al inicio del gobierno hubiera un aumento terrible.

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Ya hemos descubierto al gobierno con mentiras propagandísticas, vendiéndonos realidades en las redes sociales que no son como las pinta, hemos publicado en El Faro) tres materiales contradiciendo esas verdades gubernamentales.

Hay mucha gente a la expectativa, dándole tiempo al gobierno para entender si va a cumplir o no lo que prometió, o por lo menos parte de lo que prometió, es decir, hay una esperanza entre muchos salvadoreños de que eso vaya a ocurrir.

En cambio, Guatemala vive vive una desesperanza absoluta. Fueron unas elecciones donde solo el 39% del padrón electoral fue a votar, donde ganó un candidato que es un acérrimo rival de la CICIG (Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala). Está rodeado de muchos políticos que buscaron expulsar a la CICIG de Guatemala. Este país con el gobierno de Jimmy Morales y ahora el de (Alejandro, nota del editor) Giamattei, tiene una corrupción que está enquistada en el Estado.

No nos confundamos, quien quiere expulsar a la CICIG de Guatemala es quien quiere proteger actos corruptos, esto es así y eso es clarísimo. Entonces en Guatemala la mayor parte no tiene ni una onza de esperanza que con este gobierno las cosas vayan a cambiar.

En el discurso que dieron cuando recibieron el premio a la Excelencia de la Fundación Gabo, en 2016, hablan de hacer un periodismo incómodo, incluso para ustedes. ¿Cuál es la mayor incomodidad de hacer el periodismo que hacen?

Te voy a ser honesto. Hacer periodismo en la región más homicida tiene algunos costos, costos familiares. En el periódico hemos tenido que tomar algunas medidas de seguridad con colegas, hemos tenido que sacar a gente del país por amenazas en algunos momentos. Hemos tenido que pedir ayuda de los organismos internacionales y de los colegas internacionales y eso ha sido incómodo.

Ahora, lo más incómodo ha sido ver cómo la caída, o lo que el periodismo denuncia se repite una y otra vez. Es decir, hemos publicado tantos hechos contundentes, tantos actos corruptos, con pruebas, incluso con videos.

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Denunciamos con videos como muchos de los políticos que siguen gobernando, entre ellos el alcalde actual de San Salvador, se sentaron a negociar con pandilleros y les ofrecieron cosas, dinero. Les preguntaron qué les parecían cargos que iban a nombrar en el esquema de seguridad. Ver que no ocurra nada, que la incidencia ciudadana lo que hacemos, en la cosa pública, todavía no es tan poderoso en regiones donde la corrupción está enquistada en el Estado, eso para mí es parte de lo más frustrante de hacer periodismo que se hace y, bueno, lo que pasa.

Es frustrante, pero no nos agarró de manera inesperada. El Faro se fundó en 1998 y El Salvador ya era una región muy violenta y muy corrupta. Y Guatemala y Honduras también. Sabemos que el periodismo es como el combate de la ola contra la piedra, la ola sabe que la piedra no quiera cambiar y sabe que la ola es agua. La única manera de abrir la tierra es ser una ola constante y poderosa. Y al cabo del paso del tiempo, como ocurre en el mar, la piedra terminara por abrirse, al menos eso es lo que seguimos creyendo.

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