Se dice que Bolton le sorprendió y le enfureció que Trump ofreciera negociar sin condiciones con el presidente de Irán, Hasán Rohaní, en Nueva York a finales de septiembre y que lo despidieron porque se opuso a la idea de levantar algunas de las sanciones para lograrlo.
Es indudable que una cumbre de cualquier tipo entre Rohaní y Trump durante la Asamblea General de la ONU, a finales de septiembre, le restaría brillo a lo que hasta ahora ha sido un idilio refulgente entre Trump y Netanyahu.
Mientras tanto, en Israel, la página de Facebook de Netanyahu volvió a subir el volumen en su intento constante por conseguir el voto de la derecha. Publicaron un mensaje en el que decían que votar por el partido Azul y Blanco llevaría a "un gobierno peligroso de izquierda la próxima semana".
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"Un gobierno débil, laico, de izquierda que depende de los árabes [nacidos en Israel] que quieren destruirnos a todos, mujeres, niños y hombres, y que solapará a un Irán nuclear que nos borrará a todos", se lee en el mensaje.
Esto desató la indignación en medio de acusaciones de incitar a la violencia contra ciudadanos israelíes de origen palestino; el Partido Likud emitió una aclaración y señaló que la publicación había sido un error. "El primer ministro no vio el texto, no lo autorizó", señaló el partido.
No obstante, es probable que esto no le importe a Netanyahu si obtiene el apoyo del partido Poder Judío, un movimiento de extrema derecha que, según las encuestas, podría obtener cuatro escaños de los 120 que componen el Knéset, el Parlamento israelí. Esos escaños podrían ayudarle a conseguir los 61 votos que necesita para formar un gobierno.
Si lo logra, es evidente que confía en que su capa de Teflón impedirá que la mugre que vuela de un lado a otro en las elecciones se le pegue al traje. Y si se pegara, de todas formas sobrevivirá.