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Ellos nacieron con la China comunista hace 70 años. Hoy, su país es otro

Ma Jianguo Wu Shiying, y Xiao Jianwen llegaron al mundo el 1 de octubre de 1949, cuando el Partido Comunista se hizo del poder en el gigante asiático.
mar 01 octubre 2019 05:04 AM
China
China celebra este martes el ascenso al poder del Partido Comunista.

BEIJING (CNN)- Cuando el Partido Comunista de China tomó el poder, hace 70 años, los familiares de Ma Jianguo estaban tan emocionados que le pusieron el nombre de lo que ellos esperaban que fuera el comienzo de una nueva era.

Jianguo significa, literalmente, "construir una nación".

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"El nombre me parece de mal gusto, pero en ese entonces había muchas personas llamadas Jianguo", cuenta Ma a CNN. "Tenía que ver con el crecimiento y con que los individuos crecieran junto con el país".

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El martes se cumplen 70 años de que el líder del Partido Comunista, Mao Zedong, anunciara la fundación de la República Popular de China en la Puerta de Tiananmén en Beijing, el 1º de octubre de 1949.

La fecha marcó el comienzo de uno de los periodos más turbulentos de la historia moderna de China, en el que China pasaría de ser un país débil y empobrecido a uno de los más poderosos del mundo.

Los ciudadanos chinos que cumplirán 70 años junto con el Estado comunista, el martes, han sido testigos de hambrunas, caos político, cambio económico vertiginoso y ahora, riqueza sin precedentes.

CNN habló con tres de ellos previo al gran día del Partido Comunista: el empresario y aficionado a los cómics, Ma Jianguo; el agricultor Wu Shiying, y Xiao Jianwen, ex empleado de una empresa estatal. Los tres nacieron en 1949. Los tres vivieron los mismos acontecimientos, moldeados por las mismas decisiones políticas en un Estado monopartidista; pese a sus experiencias en común, sus opiniones sobre el pasado difieren notablemente, especialmente en lo que respecta al polémico fundador del país, Mao Zedong.

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"La era de Mao Zedong fue la mejor", dijo Wu, el agricultor. "Aunque la vida tardía de Mao causó algo de caos en China, su contribución es innegable".

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Por otro lado, Ma dice que cuando piensa en Mao, piensa nada más en la gran hambruna y en el caos de la Revolución Cultural.

El amanecer rojo

Los chinos estaban ensangrentados y golpeados cuando Mao anunció la creación de la República Popular de China, en 1949. El país había estado en una situación de conflicto casi permanente desde hacía más de 20 años, a partir del estallido de la guerra entre los nacionalistas y los comunistas, en 1927, y más tarde con los japoneses, en 1937.

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Por lo tanto, todos aceptaron de muy buen grado la promesa de paz y estabilidad. Sin embargo, las nuevas campañas del naciente gobierno comunista llevaron a más derramamiento de sangre casi de inmediato. Se estima que conforme el Partido Comunista emprendía la reforma para devolverles las tierras a los agricultores pobres, se ejecutó a alrededor de dos millones de "terratenientes" en todo el país.

Sin embargo, los recuerdos de Xiao Jianwen sobre los primeros días de la República Popular son casi idílicos.

Xiao provenía de una familia relativamente acomodada, a la que el Partido Comunista consideraba "pequeña burguesía". Su casa estaba en el distrito pekinés de Dongcheng, a unas cuantas cuadras de la plaza Tiananmén. Xiao creció en un gran patio que compartían unas 14 familias en un hutong, uno de los callejones tradicionales que han formado parte del centro de la ciudad desde hace siglos.

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"Éramos como una gran familia. Las puertas siempre estaban abiertas y podrías entrar sin invitación. Nuestros niños jugaban juntos, como hermanos y hermanas", cuenta Xiao, evocando las largas tardes de ping-pong y de ajedrez chino.

Xiao
Xiao Jianwen, de cuatro años, con su hermana mayor y una niña de su barrio en la plaza Tiananmén, en 1953

Xiao incluso recuerda algunos de los primeros desfiles del Día Nacional, versiones más modestas de la celebración masiva que ha cerrado las calles de Beijing a lo largo de varias semanas en 2019.

"El desfile pasaba cerca de nuestro hutong y hacia la avenida Chang'an. Recuerdo que era una escena muy imponente y me daba mucho gusto que la gente me tocara la cabeza y me mirara", cuenta.

Al otro lado de Beijing, Ma y su familia vivían en una zona muy diferente. Ma era parte de la minoría Hui y creció en Niujie, un barrio étnicamente diverso en el suroeste de la ciudad.

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Ma creció huérfano: su padre murió de tuberculosis y su madre se fue para volverse a casar. Pese a todo, este empresario recuerda que fue feliz en su niñez.

"La ausencia de mis padres me permitió ser travieso; antes, las escuelas eran menos estrictas y dejaban menos tarea. Varios niños del hutong iban a la misma escuela y pasaban el rato juntos después de clases, jugando a las canicas", cuenta.

Ellos no sabían que el Partido Comunista estaba planeando una campaña nueva que sumergiría al país en una de las peores hambrunas de su historia y les cambiaría la vida.

Tiempos sombríos

Para finales de la década de 1950, Mao empezó a pensar en cambiar radicalmente su régimen con el objetivo de alcanzar a los países industrializados. Su colección de políticas radicales se llegó a conocer como "el Gran Salto Adelante".

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En un discurso para los líderes soviéticos, en 1957, Mao afirmó que en 15 años "tal vez habremos alcanzado a Gran Bretaña o la habremos rebasado".

Sin embargo, los resultados fueron devastadores. China se sumió en una hambruna que cobraría la vida de varias decenas de millones de chinos.

En 1958, el gobierno chino trató de fomentar rápidamente la producción industrial y agrícola del país a través de la eliminación de las fincas agrícolas privadas y la creación de cooperativas enormes. No obstante, los cambios rápidos y radicales provocaron la caída de la producción de granos.

Ma, quien en ese entonces todavía vivía en el barrio de Niujie en Beijing, recuerda que "jugaba" con sus compañeros de escuela a buscar comida después de clases.

"Íbamos a buscar hierbas comestibles a los campos. Había toda clase de hierbas comestibles diferentes. La vida fue dura en esa época, pero no lo sentíamos así cuando éramos jóvenes", dijo.

Incluso las familias acomodadas sintieron el golpe. En el centro de la capital, Xiao vio morir a sus abuelos y cree que tuvo que ver con la hambruna.

Su familia, previamente acomodada, sobrevivía de restos de tofu, residuo que solía dárseles a los cerdos; recuerda también que su ropa estaba cada vez más raída.

"Comíamos en un gran comedor comunitario en el barrio. En esos tres años no hubo granos suficientes, ya no digamos carne", cuenta.

"[El gobierno] les dijo a la gente que la hambruna se debía a las deudas con la Unión Soviética y a los desastres naturales. Así, la gente lo aceptó y decidió superar esta dificultad junto con el país".

Wu creció en un pueblito rural pobre cerca de la ciudad de Shiyan, en la provincia de Hubei. Su familia se había dedicado al campo desde hacía ocho generaciones y vio de primera mano los efectos del Gran Salto Adelante.

Wu cuenta que todavía recuerda las recetas que los aldeanos compartían durante la hambruna, en la que se usaban hojas y brotes en vez de los alimentos clásicos. En algunas partes del país, la gente comía pasto y cortezas para sobrevivir.

"El Partido Comunista de China no quería matar de hambre a la gente, pero mucha gente murió de inanición", dijo. A final de cuentas, se cancelaron las políticas industriales y agrícolas y los otros líderes del Partido Comunista le quitaron parte del poder a Mao. Sin embargo, como temía que perdería influencia, Mao emprendió pronto una de sus campañas más radicales: la Revolución Cultural.

El culto a la personalidad

Al desarrollar un culto a la personalidad fanático, Mao planeaba aferrarse al poder. Sin embargo, la consecuencia fue que el país entró en caos porque las bandas rivales de los jóvenes partidarios de Mao, conocidos como Guardias Rojos, desgarraron a China con la venia de su líder.

La Revolución Cultural comenzó en 1966, cuando los tres hombres tenían apenas 17 años. Wu cuenta que se unió felizmente a los Guardias Rojos porque creía que estaban brindando un servicio patriótico al pueblo y al país.

Mientras tanto, en Beijing, Xiao participó en el movimiento al principio, pintando carteles y asistiendo a mítines, pero poco a poco se dio cuenta de que las viejas comunidades empezaban a desintegrarse bajo el movimiento masivo. Incluso vio que interrogaban a su padre todos los días porque lo habían acusado falsamente de ser un traductor japonés. "Todo empezó a cambiar y se volvió caótico después de la Revolución Cultural", cuenta.

Ma estaba más obsesionado con proteger sus preciados cómics lianhuanhua de las bandas de Guardias Rojos. Parte de su misión era destruir a los "Cuatro Viejos", básicamente cualquier cosa anterior a la victoria comunista, y los atesorados cómics de Ma entraban en esa categoría.

"La impresión más significativa que me dejó la Revolución Cultural fue la destrucción de libros", cuenta Ma.

A final de cuentas, Ma entregó cientos de cómics, hoy valiosos, por temor a que tomaran represalias contra su familia. Sin embargo, ocultó algunas de sus colecciones más preciadas bajo su cama, dentro de una bolsa de plástico, sin saber que si lo descubrían, los quemarían o los romperían y lo castigarían.

La muerte de Mao, en 1976, puso fin a la Revolución Cultural. Fue tan destructiva y divisiva que se ha vuelto uno de los pocos elementos polémicos del gobierno de Mao que oficialmente se consideran errores.

Wu dice que pese al horror de esos años, salieron cosas buenas. "La Revolución Cultural ciertamente era necesaria y Mao la usó para preparar a la siguiente generación de líderes. Este movimiento alimentó y educó al presidente Xi Jinping".

Ricos y felices

Hubo una breve lucha de poderes tras la muerte de Mao que desembocó en el surgimiento del líder máximo, Deng Xiaoping, en 1978. Su visión llevaría a China a adoptar las reformas del mercado y el capitalismo bajo el título de "socialismo con características chinas".

Gracias en parte a las reformas de Deng, China superó rápidamente el trauma de la Revolución Cultural y se volvió la segunda economía más grande del mundo en cuatro décadas.

Ma aprovechó el cambio con fervor. Como se dio cuenta de que los cómics que había guardado tan celosamente durante la Revolución Cultural eran sumamente valiosos en la era posterior a Mao, empezó a venderlos.

Ahora, es un empresario con una tienda de cómics exitosa en el centro de Beijing. Ma opina que de todos los líderes de China, Deng era "el más sabio y el más brillante".

"Las experiencias que tuve [con Mao] fueron la gran hambruna y la Revolución Cultural y no mejoró la vida de ninguno de mis familiares. Deng liberó el potencial de los individuos", dijo.

Los tres hombres recuerdan que les sorprendieron los cambios rápidos que tuvieron lugar en China. Todo comenzó con cambios pequeños, como permitir que los agricultores conservaran y vendieran sus excedentes, pero pronto se transformaron en rascacielos, mercados accionarios y riqueza sin precedentes.

Xiao vive ahora en un departamento nuevo en Beijing y vio que su vida cambiaba rápidamente; la gente de repente podía costear bienes de consumo que antes se consideraban lujos.

"En la década de 1990, cuando la vida empezó a mejorar, el objetivo eran esos pocos electrodomésticos: el refrigerador, el televisor a color, la lavadora y el aire acondicionado. Con ellos, la vida empezó a modernizarse. Más tarde, la gente pasó al siguiente nivel: compró departamentos y coches. Yo también compré un departamento y un coche. Entonces, la vida de verdad era mejor", cuenta.

Para Xiao, la alegría más grande fue que por fin pudo volver a tomar el examen gaokao de admisión a la universidad, cosa que quedó truncada, al igual que su educación, por la Revolución Cultural. Aunque el gaokao es hoy temido por cientos de miles de estudiantes chinos, para Xiao era la oportunidad de tener una vida nueva.

"¿Quién no está dispuesto a cambiar el destino? Todos sabíamos que ir a la universidad cambiaría nuestra suerte", dijo. Aunque tenía treinta y tantos años, Xiao pasó el examen y se licenció en Economía en el Instituto de Economía de Beijing. Encontró un trabajo bien remunerado en una paraestatal petrolera y ahí se jubiló.

Los tres hombres tuvieron hijos en la era posterior a Mao y dicen que las preocupaciones de sus vástagos son muy diferentes a las que ellos tenían a su edad. "Él vive de quincena a quincena. El énfasis está en vivir el momento", dijo Xiao, refiriéndose a su hijo.

Xiao cuenta que, en retrospectiva, sus viejos compañeros de clases y amigos tenían opiniones divergentes respecto al legado de Mao para China, al igual que el resto del país.

Dijo que Mao había cometido errores, pero que la contribución del ex líder de China superaba por mucho sus defectos. "El trabajo de Mao no era sencillo", dijo Xiao.

¿Un futuro brillante?

Wu sigue llevando una vida modesta en su granja en Hubei y tiene mucho que se retiró del trabajo del campo. Sus hijos y sus nietos viven en la ciudad, aunque van a visitarlo cada vez que pueden.

Haber vivido 70 años de cambios no ha mermado la fe de Wu en Mao ni en el Partido Comunista. Habla orgulloso del presidente Xi, de su gobierno y del trabajo que están haciendo en todo el país.

"Todos mis familiares, desde hacía ocho generaciones, eran analfabetas; yo fui el primero que aprendió a leer y a escribir", cuenta.

Gracias a la creciente prosperidad económica de China, Wu ahora puede viajar al extranjero para saciar su amor y su afición por la astronomía.

"Muchas personas no han podido observar un eclipse total de sol en toda su vida, pero yo lo he visto nueve veces, desde lugares óptimos, así que soy una persona feliz", dijo.

Ma Jianguo no puede jubilarse porque está muy ocupado con su tienda de cómics. En vez de "construir la nación", está más preocupado por preservar la cultura tradicional china, especialmente los cómics lianhuanhua.

"Tengo muchísimos lianhuanhua en casa, pero mi hijo creció con caricaturas japonesas y coreanas que influyeron profundamente en él", cuenta.

Las lecciones de los pasados 70 años pesan mucho sobre él y se muestra renuente a hablar de política de actualidad; dice que lo único que espera es que Xi siga fomentando la preservación de la cultura tradicional china. "Creo que la existencia misma de un país depende de su cultura", agregó.

Años después de que declararan a su familia parte de la "pequeña burguesía", Xiao está viviendo nuevamente una vida moderadamente acomodada en Beijing; se jubiló de su trabajo en la paraestatal y pasa tiempo con sus hijos.

En muchos sentidos, su vida ha cumplido el ciclo en la República Popular de China.

Xiao ahora vive cómodamente en Beijing; el futuro de sus hijos está cubierto y no cree que haya razón para quejarse del Partido Comunista ni de sus líderes. De hecho, Xiao cree que cualquier transición hacia un sistema político basado en elecciones podría llevar al rompimiento de la unidad y a la desintegración del país.

"De repente surgirán cien, más de mil partidos políticos y la gente votará por el partido que les pague más", dijo Xiao.

"China entrará en caos si se implementa la democracia auténtica".

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