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El plan de 'brexit' de Boris Johnson es una trampa, al menos eso cree Bruselas

El primer ministro de Reino Unido dice que su plan elimina la necesidad de la polémica salvaguardia de Irlanda, pero no convence a los líderes europeos.
jue 03 octubre 2019 03:31 PM
Promesa
Johnson afirmó que Irlanda del Norte saldría de la unión aduanera de la Unión Europea al final de la transición del brexit.

LONDRES (CNN)- Todavía quedan muchas cosas sin aclarar respecto al nuevo plan de Boris Johnson para el brexit, que se dio a conocer finalmente la tarde del miércoles, 2 de octubre, en una carta al presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker.

Sin embargo, la pregunta más importante que aún está sin responder es: ¿a quién trataba de impresionar: a los líderes europeos o a los electores británicos?

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Si la intención de la carta de Johnson era convencer a los 27 Estados miembros de la Unión Europea de que tiene un plan factible para el brexit que satisface las necesidades tanto de Europa como de Reino Unido, entonces, desafortunadamente, no funcionó.

Aunque el tono de la carta fue lo suficientemente amistoso, no contenía muchos detalles. Johnson afirmó que su plan elimina la necesidad de la polémica salvaguardia de Irlanda y no viola el Acuerdo del Viernes Santo.

Johnson afirmó que Irlanda del Norte saldría de la unión aduanera de la Unión Europea al final de la transición del brexit y posiblemente termine la alineación regulatoria con Irlanda y, por ende, con la Unión Europea. Sin salvaguardia ni alternativas, esto significa que tendría que haber infraestructura en o cerca de la frontera con Irlanda y que el mercado común europeo se vería comprometido. En pocas palabras, no va a pasar.

Los diplomáticos europeos están tomando con cautela el plan. Aunque están encantados de que el gobierno británico por fin haya presentado una propuesta, les preocupa que la distancia entre la carta de Johnson y los límites que la Unión Europea ha impuesto sea mucha dado que faltan tan solo 28 días para el brexit.

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También se duda de que Johnson pueda lograr un acuerdo con base en este plan en su propio Parlamento, especialmente si se ve obligado a hacer concesiones para aplacar a la Unión Europea de aquí a que se celebre cualquier clase de votación en el Parlamento.

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"Necesitamos más información para entender cómo funcionaría este acuerdo. Necesitamos estar absolutamente seguros de que esto no viola los principios y que Johnson tiene el apoyo del Parlamento. Según nuestros cálculos, todavía le faltan 35", dijo un diplomático de la Unión Europea a CNN.

Eso es lo que se dice en privado. En público, Leo Varadkar, de Irlanda, vertió un balde de agua fría sobre la propuesta de Johnson. "Los objetivos no cumplen totalmente los objetivos acordados en la salvaguardia", dijo en un comunicado luego de una llamada telefónica con Johnson, el miércoles por la noche.

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No obstante, Varadkar se alineó con las posturas públicas de muchos otros líderes europeos y agregó que estudiaría a detalle las propuestas.

En privado, la mayoría de los diplomáticos cree que es un sinsentido que Johnson afirme que su plan no viola el Acuerdo del Viernes Santo. Además, si hubiera alternativas a la cuestión de Irlanda, probablemente las habríamos visto en los pasados tres años.

Cada vez da más la impresión de que el plan de Johnson es una trampa política para la Unión Europea, no una propuesta seria para salir del estancamiento.

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La trampa sería la siguiente: Johnson presenta una aparente alternativa seria al plan tres veces rechazado de Theresa May. Como parte del proceso, el primer ministro británico demuestra que puede conseguir el respaldo de la mayoría del Parlamento para su plan (para ello, los partidarios duros del brexit en su propio partido han recibido con cautela el plan, al igual que un par de legisladores laboristas que representan a electorados partidarios del brexit). Así, se pone gran presión sobre la Unión Europea, que no podrá rechazar el plan así nada más —aunque es francamente desagradable— por el riesgo de que la culpen de marcar el rumbo a un brexit caótico sin acuerdo el 31 de octubre.

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Desde hace meses, la Unión Europea ha salido airosa de la repartición de culpas, gracias, en gran medida, a que hasta el miércoles, Johnson no ha podido presentar un plan alterno creíble para el brexit. Ahora, la Unión Europea no tiene más opción que participar en el proceso de Johnson. Al hacerlo, deberá caminar por la cuerda floja: jugar limpio mientras deja claro públicamente que la propuesta de Johnson es ilógica e inviable.

La oficina del primer ministro británico informó el miércoles que el plan de Johnson era una última oferta, lo toman o lo dejan. Sin embargo, en un discurso ante la asamblea de su partido, el mismo miércoles, Johnson se mostró menos contencioso. Tal vez la intención es que este plan sea el punto de partida de las negociaciones e indicar que Reino Unido está dispuesto a hacer más concesiones. Johnson dijo que preferiría que hubiera acuerdo y hay buenas razones para creerle porque quiere que lo vean como el salvador del brexit. Lograr lo aparentemente imposible sería la victoria máxima.

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Sin embargo, el tiempo se agota y ambas partes tienen muy poco espacio para maniobrar. Al hacer concesiones, Johnson se arriesga a perder la frágil mayoría que Downing Street afirma que ha conseguido para respaldar su plan. Cualquier concesión que hagan los negociadores de la Unión Europea será inaceptable para Irlanda.

Todo esto significa que la repartición de culpas volverá a empezar y que la gente que trabaja incansablemente para que el brexit se concrete —como le gusta decir a Johnson— va a dormir todavía menos.

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