"Necesitamos más información para entender cómo funcionaría este acuerdo. Necesitamos estar absolutamente seguros de que esto no viola los principios y que Johnson tiene el apoyo del Parlamento. Según nuestros cálculos, todavía le faltan 35", dijo un diplomático de la Unión Europea a CNN.
Eso es lo que se dice en privado. En público, Leo Varadkar, de Irlanda, vertió un balde de agua fría sobre la propuesta de Johnson. "Los objetivos no cumplen totalmente los objetivos acordados en la salvaguardia", dijo en un comunicado luego de una llamada telefónica con Johnson, el miércoles por la noche.
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No obstante, Varadkar se alineó con las posturas públicas de muchos otros líderes europeos y agregó que estudiaría a detalle las propuestas.
En privado, la mayoría de los diplomáticos cree que es un sinsentido que Johnson afirme que su plan no viola el Acuerdo del Viernes Santo. Además, si hubiera alternativas a la cuestión de Irlanda, probablemente las habríamos visto en los pasados tres años.
Cada vez da más la impresión de que el plan de Johnson es una trampa política para la Unión Europea, no una propuesta seria para salir del estancamiento.
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La trampa sería la siguiente: Johnson presenta una aparente alternativa seria al plan tres veces rechazado de Theresa May. Como parte del proceso, el primer ministro británico demuestra que puede conseguir el respaldo de la mayoría del Parlamento para su plan (para ello, los partidarios duros del brexit en su propio partido han recibido con cautela el plan, al igual que un par de legisladores laboristas que representan a electorados partidarios del brexit). Así, se pone gran presión sobre la Unión Europea, que no podrá rechazar el plan así nada más —aunque es francamente desagradable— por el riesgo de que la culpen de marcar el rumbo a un brexit caótico sin acuerdo el 31 de octubre.