Tamara Qiblawi y Mohammed Tawfeeq
BEIRUT, Líbano- Una mujer mayor serpentea en su camioneta entre una multitud de jóvenes en la autopista principal de Beirut, conocida como "el Anillo". "¡No debieron dejarla pasar!", le grita Amir Baroudy, manifestante de 26 años, a un grupo de jóvenes que aparentemente se distrajeron de su tarea asignada: cerrar el camino a la fuerza.
Los manifestantes están esparcidos por la entrada al Anillo. Algunos formaron un círculo y se sentaron en el asfalto con las piernas cruzadas. Un manifestante enrolla un cigarrillo y otro revisa su teléfono. Hace un mes, esta imagen les habría parecido surrealista a los habitantes de la ciudad. Pero desde que empezaron las protestas en todo el país contra las élites políticas y la corrupción, el 17 de octubre, las congregaciones de jóvenes para perturbar las arterias principales de Líbano se han vuelto la norma.