Maduro culpa a los halcones de la política exterior en la órbita de Trump, muchos de ellos cautivos por expatriados venezolanos en Florida.
“Al final, las presiones fueron insoportables para él y se cayó ese contacto”, dijo. “Si nos hubiésemos reunido, otra hubiese sido la historia”.
Maduro ha demostrado ser un superviviente consumado. Derrotó a sus rivales para cimentar el control del Partido Socialista Unido después de la muerte de Chávez en 2013, resistió a levantamientos en 2017 y 2019 y duró más que Trump.
Guaidó, quien trabajó en estrecha colaboración con la campaña estadounidense para derrocar a Maduro, se ha visto obligado a cambiar la estrategia, pasando de un cambio de régimen a negociaciones.
“Apoyo cualquier esfuerzo que genere elecciones libres y justas”, dijo Guaidó a la agencia estadounidense en sus oficinas improvisadas en el este de Caracas, rodeado de recuentos no oficiales de casos de COVID-19, estado por estado. “Venezuela está agotada, no solo la alternativa democrática sino la dictadura, todo el país”.
Sin embargo, los ánimos de negociación de Maduro no van tan lejos e insistió en su entrevista que no cederá ante los Estados Unidos. “Nos convertiríamos en una colonia, nos convertiríamos en un protectorado, nos arrodillaríamos, traicionaríamos el legado histórico de estos gigantes, como Simón Bolívar”.
Pero ya ha cedido: eliminó los controles de precios, redujo los subsidios, eliminó las restricciones a las importaciones, permitió que el bolívar flotara libremente frente al dólar y creó incentivos para la inversión privada. Maduro incluso aprobó una ley llena de garantías para los inversionistas privados, algo impensable hace unos años para este régimen socialista.
Con información de Bloomberg