“Brasil necesita importar mucho combustible para abastecer al mercado interno y la depreciación del real —la moneda fue una de las más devaluadas en el mundo durante 2020 y 2021— llevó también para arriba ese precio”, dice Alex Agostini, economista jefe de Austin Rating, en Sao Paulo.
“Además, en Brasil un cuarto de la inflación está determinada por el valor de las tarifas públicas, como la energía eléctrica, que registraron una fuerte suba”. Con el 65% de toda la electricidad generada en el país proveniente de centrales hidroeléctricas, la falta de lluvias obligó a activar las centrales termoeléctricas, que tienen costos de operación más caros. El resultado fue un incremento de la energía del 21.2% durante el año pasado, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE).
Con la fuerte suba de las tasas de interés, las expectativas del mercado es que este año la inflación descienda a niveles en torno al 5%. Sin embargo, el fuerte apretón monetario no solo viene derrumbando las proyecciones de recuperación de la actividad económica para este año, sino que tampoco termina de ser una garantía de freno de la inflación en un contexto de inestabilidad política.
“Proyectamos una inflación del 5.1%, muy por encima de la meta, ante el aumento del riesgo-país y los reajustes de las tarifas que se aplicarán en función de la inflación pasada”, dice Agostini. “Es un escenario bastante preocupante para la inflación en 2022, que se profundiza todavía más por ser un año electoral”.
Si bien el alza de la inflación fue una tendencia que se extendió por toda América Latina durante el año pasado, el alza más abrupta se dio en Sudamérica. Aun excluyendo a Argentina y Venezuela, la inflación de los países del sur del continente promediaba el 7% en septiembre pasado, un aumento de 4,6 puntos porcentuales con respecto al mismo mes del año anterior, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
Semejante salto de los precios, sobre todo los de aquellos productos que conforman la canasta básica, continuó echando sal a la vieja herida social que sufre el sur del continente.