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¿Cómo la inflación, ese viejo enemigo, golpea a las economías de Sudamérica?

Venezuela y Argentina son los ejemplos extremos de un fenómeno que se está contagiando en la región y el mundo: el incremento de los precios al consumidor que golpea el crecimiento económico.
mar 25 enero 2022 10:34 PM
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Argentina ya arrastraba una inercia inflacionaria de décadas cuando en marzo de 2020 ingresó a una extensa y estricta cuarentena para intentar evitar la propagación del Covid-19.

BUENOS AIRES- En el primer lugar, Venezuela; en el tercero, Argentina. Sudamérica ha tenido en 2021 a dos países en el podio mundial de la inflación. Con un alza promedio de los precios de 686.4% —según el Banco Central—, el año pasado Venezuela completó un lustro de hiperinflación. En tanto, Argentina, que lleva más de un decenio con tasas de inflación por encima del 20%, sufrió una aceleración de la tendencia y el registro anual llegó al 50.9%.

Los casos de Venezuela y Argentina sobresalen con nitidez sobre el resto en Sudamérica, pero eso no significa que sean los dos únicos países del sur del continente en sufrir los embates de una inflación al alza. En 2021, Chile registró la tasa de inflación más alta de los últimos 14 años; Perú, la más elevada de los últimos 13; mientras que Brasil y Colombia sufrieron el alza más empinada de los últimos cinco y seis años, respectivamente.

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“Los factores comunes que explican el aumento de la inflación en Sudamérica es el aumento del precio del petróleo y las presiones provenientes de la parte logística internacional en un contexto en que Estados Unidos registró una inflación del 7%”, dice Joseph Ramos Quiñones, profesor de la Universidad de Chile e investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), en Santiago.

“Pero a eso se suman factores locales: los países sudamericanos apelaron al endeudamiento o a la emisión monetaria para dar mayor apoyo fiscal a la población durante las cuarentenas, y eso terminó por incentivar la demanda una vez que se fueron levantando las restricciones”.

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Argentina en la eterna encrucijada

Todas esas causas que condujeron a una generalizada de suba de precios en Sudamérica se potenciaron al máximo en Argentina. El país ya arrastraba una inercia inflacionaria de décadas cuando en marzo de 2020 ingresó a una extensa y estricta cuarentena para intentar evitar la propagación del Covid-19.

Sin acceso a los mercados internacionales de deuda y con un déficit fiscal crónico, el gobierno de Alberto Fernández recurrió a la emisión de pesos para financiar los programas de ayuda social lanzados durante el confinamiento. La emisión equivalió al 7.3% del PIB en 2020 y al 4.4% en 2021.

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Semejante oleada de pesos en un país que registra una larga historia de bruscas devaluaciones no solo impulsó al alza la cotización de los dólares alternativos —aquellos que escapan al férreo control de cambios impuesto por el gobierno—, sino también a los precios de los productos de la canasta básica.

Para intentar poner un freno a esa dinámica, el gobierno apeló a dos anclas: la cambiaria y la tarifaria. Gracias a un estricto control de cambios, el Banco Central logró mantener a raya la cotización del tipo de cambio oficial y permitió una devaluación del peso de apenas la mitad de la inflación registrada durante el año pasado. A eso se sumó un virtual congelamiento de las tarifas de electricidad, gas, agua y transporte.

No obstante, aún con esos frenos, la inflación continuó su marcha ascendente. De hecho, la falta de resultados llevó al gobierno a implementar medidas de emergencia como la prohibición de las exportaciones de 7 cortes de carne de consumo masivo.

El objetivo de la medida era redirigir al mercado interno el 30% de la producción que se destinaba al exterior para incrementar la oferta. Sin embargo, la disposición no solo no logró frenar el alza de los precios de la carne vacuna —un alimento central en la dieta de los argentinos—, sino que el país perdió parte de su reputación como abastecedor de carne en el mercado global.

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El problema es que las expectativas son aún peores para este año. El gobierno de Alberto Fernández está negociando a contrarreloj un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que le permita a Argentina postergar los vencimientos de una deuda por 44,000 millones de dólares.

En las discusiones, el principal reclamo del organismo de crédito al gobierno argentino pasa por dejar de acumular desequilibrios mediante frenos artificiales al valor del tipo de cambio y las tarifas. Con más devaluación y ajuste de tarifas en el horizonte, las expectativas de inflación para este año se empinan aún más.

“Incluso en el caso de que el gobierno alcance un acuerdo suave con el FMI, habrá en 2022 mayor suba del dólar, aumento de las tarifas y alza de las tasas de interés”, dice Gabriel Zelpo, economista de la consultora Z Lab, en Buenos Aires. “Será un año más complicado que el pasado y la inflación será por lo menos 10 puntos más elevada”.

Registros históricos en Chile y Brasil

Aunque en una dimensión muy distinta a los casos de Argentina y Venezuela, el resto de los países del sur del continente sufrieron alzas de la inflación a niveles que ya parecían superados. Chile es el ejemplo más evidente. El país cerró el 2021 con una inflación del 7.2%, la más alta desde 2008.

“Chile tiene un factor propio que explica en parte el alza de la inflación: es el país de la región que más ayudas fiscales otorgó durante la pandemia”, dice Ramos Quiñones.

“Los fuertes apoyos fiscales sumados a los tres retiros de los fondos de pensiones autorizados fueron superiores a las pérdidas de ingresos que padeció la población durante la pandemia”.

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El estímulo fiscal inyectado para enfrentar la crisis equivalió a más de 35,000 millones de dólares. A eso se sumaron más de 50,000 millones de dólares por los tres retiros anticipados del 10% de los fondos acumulados en las cuentas de capitalización individual de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP).

Ese brusco aumento de la demanda coincidió, además, con la incertidumbre política del proceso electoral que terminó con la elección del izquierdista Gabriel Boric. Esa combinación provocó una devaluación del 11% del peso chileno durante 2021, lo que impulsó al alza los precios de los productos y bienes importados.

Ante un incremento de la inflación que excedió por mucho el rango de tolerancia de entre el 2% y 4%, el Banco Central dio el 14 de diciembre una señal clara de retiro de los estímulos monetarios al aumentar la tasa de interés referencial del 2.75% al 4%, su mayor nivel desde 2014. En Brasil las recetas para combatir el alza inflacionaria van en la misma línea pero con mayor intensidad. Luego de que la inflación cerrara el año pasado en un nivel del 10,06% —el mayor desde 2015—, la tasa de interés de referencia pasó del 2% a comienzos del año pasado al actual 9,25%, con la expectativa que llegue al 12% en los próximos meses.

“Brasil necesita importar mucho combustible para abastecer al mercado interno y la depreciación del real —la moneda fue una de las más devaluadas en el mundo durante 2020 y 2021— llevó también para arriba ese precio”, dice Alex Agostini, economista jefe de Austin Rating, en Sao Paulo.

“Además, en Brasil un cuarto de la inflación está determinada por el valor de las tarifas públicas, como la energía eléctrica, que registraron una fuerte suba”. Con el 65% de toda la electricidad generada en el país proveniente de centrales hidroeléctricas, la falta de lluvias obligó a activar las centrales termoeléctricas, que tienen costos de operación más caros. El resultado fue un incremento de la energía del 21.2% durante el año pasado, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE).

Con la fuerte suba de las tasas de interés, las expectativas del mercado es que este año la inflación descienda a niveles en torno al 5%. Sin embargo, el fuerte apretón monetario no solo viene derrumbando las proyecciones de recuperación de la actividad económica para este año, sino que tampoco termina de ser una garantía de freno de la inflación en un contexto de inestabilidad política.

“Proyectamos una inflación del 5.1%, muy por encima de la meta, ante el aumento del riesgo-país y los reajustes de las tarifas que se aplicarán en función de la inflación pasada”, dice Agostini. “Es un escenario bastante preocupante para la inflación en 2022, que se profundiza todavía más por ser un año electoral”.

Si bien el alza de la inflación fue una tendencia que se extendió por toda América Latina durante el año pasado, el alza más abrupta se dio en Sudamérica. Aun excluyendo a Argentina y Venezuela, la inflación de los países del sur del continente promediaba el 7% en septiembre pasado, un aumento de 4,6 puntos porcentuales con respecto al mismo mes del año anterior, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

Semejante salto de los precios, sobre todo los de aquellos productos que conforman la canasta básica, continuó echando sal a la vieja herida social que sufre el sur del continente.

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