Pero incluso antes, los AR-15, de venta libre, ya habían demostrado su eficacia en la serie de tiroteos que han enlutado a Estados Unidos.
"No existe diferencia importante entre (estos fusiles) y armas militares", resalta el Violence Policy Center, un centro de estudios especializado.
Bien sea durante la matanza perpetrada en julio de 2012 en un cine de Colorado (82 víctimas, 12 muertos), la masacre cinco meses después en una escuela primaria de Connecticut (26 muertos, 20 niños) o el atentado yihadista en diciembre de 2015 en San Bernardino en California (36 personas afectadas, 14 fallecidas), se usaron estos fusiles ligeros dotados de cargadores con gran capacidad, de hasta 30 balas y más.
"Estas armas son usadas para cometer actos terribles. Se les llama máquinas perfectas de matar. Propulsan a una velocidad vertiginosa balas que atraviesan los cuerpos y causan carnicerías terribles", declaró Joe Biden en 2016, entonces vicepresidente de Barack Obama.
En 1994, el Congreso estadounidense adoptó una ley que prohibió durante diez años los fusiles de asalto y algunos cargadores de gran capacidad. La prohibición expiró en 2004 y, desde entonces, nunca fue renovada, pese a múltiples intentos. La idea de un retroceso legislativo en el tema se desvaneció.
De hecho, el mercado de estos fusiles extremadamente peligrosos tiene el viento en popa. Los fabricantes los presentan como objetos de caza, deportes o esparcimiento, o como la mejor respuesta a la necesidad de autodefensa de los estadounidenses.
Con información de AFP y EFE