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La estrategia de seguridad de Bukele: un modelo no exportable y poco sostenible

El plan de mano dura del presidente salvadoreño es halagado por otros gobiernos de la región, mientras que organismos de la sociedad civil advierten sobre la violaciones a los derechos humanos.
mié 31 enero 2024 05:02 AM
El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, habla antes de que unos 14.000 soldados se reunieran en un campo cerca de un cuartel militar en las afueras de la ciudad de San Juan Opico, a 35 km al oeste de San Salvador, el 23 de noviembre de 2022.
Cuando en algún sitio estalla la violencia, como en Ecuador al principio de este año, cada vez es más común que en redes sociales, en las calles o en la tribuna pública alguien diga: "lo que necesitamos es un Bukele".

El gobierno de Nayib Bukele ganó fama a nivel internacional por su estrategia de seguridad de mano dura contra las pandillas. Después de un fin de semana con 87 asesinatos, el presidente declaró un estado de excepción en marzo de 2022. Casi dos años después, el gobierno de Bukele presume haber pasado de ser uno de los países más violentos del mundo a cerrar el año 2023 con una tasa de homicidios de 2.4 por cada 100,000 habitantes.

Estos números deben tomarse con precaución. El gobierno de Bukele solo ha informado de estas cifras a través de declaraciones de sus funcionarios o comunicados de la presidencia, pero desde abril de 2022, poco después del inicio de la vigencia del estado de excepción, no permite el acceso a estadísticas detalladas sobre delitos como los homicidios, diciendo que esa información estará bajo reserva durante siete años.

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Este modelo de mano dura contra la delincuencia ha llamado la atención de gobernantes de varios países de América Latina e incluso de sitios tan lejanos como de Polonia. Cuando en algún sitio estalla la violencia, como en Ecuador al principio de este año, cada vez es más común que en redes sociales, en las calles o en la tribuna pública alguien diga: "lo que necesitamos es un Bukele".

Las particularidades de El Salvador

Además de las denuncias de las violaciones a los derechos humanos que ha traído la implementación de este modelo, como detenciones arbitrarias y torturas, en muchos de los países donde se expresa fascinación por Bukele no se toma en cuenta que este tipo de medidas no son replicables y que no se pueden esperar los mismos resultados.

“El modelo no es replicable porque tiene que ver con el tipo de violencia específica que es la de las pandillas, que claramente es distinta al tamaño o a la dimensión de un cártel, de una organización criminal transnacional", explicó Horacio Vives Segl, profesor en Ciencias Política del ITAM, en entrevista con Expansión.

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El politólogo señaló que también se debe dimensionar el tamaño del El Salvador, ya que se trata unos de los países más pequeños de la región y uno de los de menor población en América Latina.

Vives Segl dijo que la violencia en el Triángulo Norte de Centroamérica —integrado por Guatemala, El Salvador y Honduras—, responde a lógicas distintas a la provocada por los cárteles del narcotráfico en México, Colombia y otros países.

En estos países operan principalmente pandillas como la MS13 que, aunque han desarrollado algún tipo de relación con los cárteles mexicanos, tienen efectos mucho más internos en la destrucción del tejido social.

“Una forma muy gráfica de palpar, cómo se ha hecho la internalización de esos cárteles, pues es entender todo el proceso dramático y ascendente de la violencia criminal que está dando actualmente en Ecuador”, ejemplificó el especialista del ITAM.

El presidente de Ecuador, Daniel Noboa, ha decidido implementar también una política de confrontación directa a los grupos criminales inspirada por la respuesta de Bukele. Incluso, ha propuesto la construcción de megaprisiones como las que ha inaugurado el mandatario salvadoreño.

Pero la situación de ambos países no es comparable.

Mientras las pandillas maras en El Salvador se especializan en "tráfico de armas, tráfico ilícito de migrantes y las extorsiones", en Ecuador "hay un interés del crimen organizado por controlar el tráfico de drogas" infiltrándose también en todas las esferas del poder como la justicia y la política, dijo a la agencia AFP Renato Rivera, coordinador del Observatorio Ecuatoriano de Crimen Organizado.

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La investigación Metástasis reveló en diciembre un entramado de corrupción en Ecuador en el que jueces, fiscales y policías beneficiaron a organizaciones criminales a cambio de dinero, oro, prostitutas, apartamentos y lujos.

"El narcotráfico se ha tomado el Estado en cierta forma, (lo) que no es del caso en El Salvador", añade Rivera.

El mismo Noboa ha reconocido que la situación compleja de seguridad que atraviesa su país no se puede comparar la violencia de las maras en El Salvador.

"Creo que me comparan por la situación de violencia que vivimos y la mano dura ante esto, pero creo que somos muy diferentes en algunas cosas", dijo Noboa a Telemundo, tras declarar en "conflicto armado interno" a su país ante una arremetida del narcotráfico.

Por otra parte, el especialista del ITAM explicó que la estrategia de Bukele solo se ha podido implementar porque dedicó la primera parte de su gobierno a desarticular todo el sistema de contrapesos que pudo impedirle tomar una medida tan drástica como decretar un estado de excepción, que ha permitido un gran número de detención sin órdenes de aprehensión previas, entre otras cosas.

"En primer lugar, vemos una suerte de toma por asalto del poder legislativo, del Congreso en El Salvador. Después, pues una serie de nombramientos de dudosa constitucionalidad de jueces que tienen como propósito de que todas estas decisiones que eventualmente se tomen y se pues que venga siempre una respuesta favorable que acompañe la decisión del presidente”, dijo Vives Segl.

¿Por qué es tan atractivo este tipo de modelos?

Bukele llegó al poder en 2019 con 37 años de edad. Entonces era el presidente más joven de América Latina. Además, era el primer presidente electo en El Salvador desde el final de la guerra civil que no provenía de las dos agrupaciones políticas tradicionales del país: Arena, de derecha, y el FMLN, de izquierda.

El presidente salvadorereño es una expresión del rechazo a la política tradicional, del desencanto con la democracia y de la pérdida de fe en las instituciones que no resuelven los problemas de inseguridad, pobreza y corrupción, graves en América Latina.

"Es la esclerosis de la clase política (...) que se alejó completamente de la sociedad y de lo que son sus demandas y sus necesidades", aseguró Michael Shifter, analista de Diálogo Interamericano, con sede en Washington.

Actualmente, un 48% de los latinoamericanos apoya la democracia como sistema político, 15 puntos menos que hace una década, precisó a la AFP Marta Lagos, directora del Latinobarómetro, una organización basada en Chile.

"La democracia no ha dado respuestas a la gente. Cuando se trata de seguridad, a los latinoamericanos les gustan las narrativas autoritarias. Hemos probado diferentes modelos y ninguno con éxito", opinó Ana María Méndez, directora para Centroamérica de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA).

Un modelo insostenible

Para Lagos, sin embargo, el modelo de Bukele "se desmoronará a medida que las expectativas de la población vayan más allá de la seguridad", pues persisten la pobreza y la desigualdad social. "La luna de miel acabará", vaticinó.

"Hay una visión un poco idealizada de lo que ha hecho Bukele. Pero hace falta ver la película completa. El latinoamericano que lo aplaude no conoce todas las condiciones de vida de El Salvador", aseveró.

Por ejemplo, la falta de respeto a las instituciones democráticas podría terminar ahuyentado a los inversionistas extranjeros, quienes teman que en un sistema con un presidencialismo tan fuerte como el de El Salvador, los compromisos con la inversión dependan principalmente de la voluntad de una sola persona, explicó Vives Segl, del ITAM.

Para Ventura, es difícil que la política de mano dura por sí sola resista "al poder de la dinámica del narcotráfico y la criminalidad, que son regionales”.

"No podrá seguir metiendo gente en la cárcel" por siempre, opinó, al referirse a los 75,000 presuntos pandilleros detenidos bajo el régimen de excepción.

Shifter apuntó, por su parte, que líderes muy populares como Hugo Chávez en Venezuela (1999-2013) o Alberto Fujimori en Perú (1990-2000) fueron luego "un desastre".

"Bukele ha conseguido algo a un coste aceptable para la mayoría del país", pero "es sólo el primer capítulo de esta historia (...), puede ser la excepción a la regla en América Latina, pero las cosas pueden dar un giro para peor", agregó.

Con información de AFP y Reuters

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