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Trump y el 'estado profundo' redefinen el poder y las instituciones

El presidente refuerza este narrativa con señalamientos a las agencias federales y funcionarios como opositores a su agenda y prometiendo una reestructuración radical.
mar 11 febrero 2025 02:40 PM
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Trump y su retórica del "estado profundo" redefinen el poder en Washington, impulsando reformas gubernamentales y alterando la relación con instituciones clave, con repercusiones nacionales e internacionales.

Desde su primera campaña presidencial en 2016, Donald Trump ha señalado la existencia de un supuesto "estado profundo" en Estados Unidos, un entramado de burocracia gubernamental y agencias federales que, según él, conspiran para frenar su agenda política.

Esta narrativa ha evolucionado con el tiempo y se ha convertido en un eje central de su discurso en su actual mandato presidencial. Pero, ¿qué significa realmente el "estado profundo" en el contexto de Trump y qué impacto tiene esta retórica en la política estadounidense?

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¿Qué es el ‘estado profundo’, según Trump?

El concepto de "estado profundo" ha sido utilizado en diversos países para describir redes de poder dentro del gobierno que operan fuera del control democrático. Trump lo ha redefinido para englobar a funcionarios de carrera, agencias de inteligencia, el Departamento de Justicia e incluso sectores del Congreso y el Poder Judicial que, según él, trabajan para sabotear su administración.

A través de discursos y publicaciones en su red Truth Social, Trump ha acusado al FBI y al Departamento de Justicia de parcialidad, especialmente en relación con las investigaciones sobre su papel en el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 y los documentos clasificados en su posesión. De acuerdo con CNN, Trump ha calificado estas instituciones como "corruptas" y parte de un sistema que buscaba impedir su regreso al poder. Para él, estas agencias no son independientes, sino herramientas de sus adversarios políticos.

Este discurso fue clave para movilizar a su base electoral, reforzando la idea de que enfrenta una lucha contra una élite burocrática que obstaculiza su liderazgo. En su segundo mandato, ha intensificado esta retórica, prometiendo una reestructuración profunda del aparato gubernamental y la eliminación de aquellos que considera parte del "estado profundo". De acuerdo con Reuters, esta narrativa no solo busca consolidar su poder, sino también justificar reformas radicales en la administración federal.

Trump vs el ‘deep state’, un mecanismo contra instituciones

El enfrentamiento de Trump con el "estado profundo" ha tenido consecuencias tangibles en la estructura gubernamental de Estados Unidos. Durante su primer mandato, sus ataques a la comunidad de inteligencia y las agencias de aplicación de la ley minaron la confianza pública en estas instituciones.

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Una de sus medidas más controversiales ha sido la implementación del "Schedule F", una orden ejecutiva que permite reclasificar a miles de empleados federales como de "servicio de confianza", eliminando sus protecciones laborales y facilitando su despido. "Vamos a limpiar el gobierno de burócratas no electos", declaró Trump en un evento reciente, según Reuters. Esta medida le otorga un mayor control sobre la burocracia, debilitando la independencia de las agencias y consolidando un gobierno más leal a su figura.

Más allá del impacto en la administración pública, la retórica del “estado profundo” ha cambiado la percepción ciudadana sobre la transparencia y la imparcialidad de las instituciones. Encuestas muestran que un sector significativo de votantes republicanos cree en un complot gubernamental contra Trump, lo que ha aumentado la polarización política. Según The Guardian, este discurso ha impulsado la desconfianza hacia medios tradicionales y fomentado el consumo de información en plataformas alternativas y redes sociales.

Implicaciones internacionales

El discurso de Donald Trump sobre la existencia de un “estado profundo” ha tenido un impacto significativo no solo en la política de Estados Unidos, sino también en otros países, especialmente aquellos con líderes populistas.

Esta narrativa ha sido adoptada por diversos personajes políticos, tanto en Europa como en América Latina, para justificar medidas contra instituciones y organismos independientes, y para consolidar el poder central bajo la figura del líder.

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Viktor Orbán, el primer ministro de Hungría, ha sido uno de los líderes que ha adoptado la narrativa del "estado profundo". Orbán ha usado este concepto para justificar sus medidas autoritarias, como el control sobre los medios de comunicación y la judicialización de la política.

Al igual que Trump, Orbán presenta a las instituciones democráticas y a la comunidad internacional como parte de un "estado profundo", al que acusa de ser una élite globalista que trata de frenar su proyecto político y su visión conservadora de la nación.

Bajo esta retórica, Orbán ha defendido políticas que restringen las libertades civiles, los derechos humanos y el pluralismo político, en nombre de luchar contra un supuesto sistema corrupto y antidemocrático que, según él, está en manos de fuerzas extranjeras y nacionales alineadas con intereses contrarios a los de su pueblo.

En Europa, otras figuras de la extrema derecha han utilizado argumentos similares para desacreditar a jueces y periodistas.

En Italia, Giorgia Meloni, líder del partido Hermanos de Italia (Fratelli d’Italia), ha adoptado posturas populistas y nacionalistas similares a las de Trump, cuestionando las instituciones tradicionales y presentando a las élites como una amenaza para el pueblo.

Meloni, quien asumió como primera ministra en 2022, también ha sido crítica con la Unión Europea y ha defendido políticas de reformas que se alinean con la visión de Trump sobre recuperar el control nacional sobre las decisiones políticas.

En Brasil, el expresidente Jair Bolsonaro ha seguido una línea discursiva similar a la de Trump. Desde el inicio de su mandato (entre 2019 y 2022), Bolsonaro ha acusado a la Corte Suprema de actuar en contra de su gobierno, y ha usado la retórica del "estado profundo" para descalificar las decisiones judiciales que considera hostiles a sus políticas.

Además, ha atacado a los medios de comunicación y otras instituciones que critica por su postura adversa. En este contexto, el "estado profundo" se ha convertido en un concepto utilizado por Bolsonaro para describir una élite política y judicial que, según él, obstruye su agenda y la voluntad del pueblo.

En Argentina, el presidente ultraderechista Javier Milei ha utilizado una retórica semejante, acusando a la "casta política" de ser responsable de los problemas económicos del país. Milei ha repetido en varias ocasiones que "no hay plata" y que "el ajuste lo tiene que pagar la casta política".

Para Milei, esta "casta" representa todo lo que está mal con el sistema político argentino y es responsable del colapso económico y de la pobreza en el país. En esta narrativa, los políticos que se benefician de sus posiciones y privilegios son los enemigos de la gente común, los cuales deben ser despojados de su poder.

Tanto el "estado profundo" como la "casta política" son vistos como estructuras que operan fuera del control democrático, y la misión de ambos líderes es, en palabras sencillas, purgar estas instituciones y garantizar que los poderes del gobierno estén alineados con las necesidades y demandas de sus votantes.

Críticos y analistas advierten que este discurso podría debilitar la institucionalidad democrática y facilitar un gobierno más centralizado y menos transparente.

"Lo que Trump busca es consolidar un gobierno donde la lealtad a su figura sea el criterio principal", dijo Robert Shea, un alto funcionario de la Oficina de Gestión y Presupuesto (OMB) durante el gobierno de George W. Bush (2001-2009) para CNN.

La posibilidad de que esta reestructuración alcance agencias clave plantea interrogantes sobre el futuro de la seguridad nacional, las relaciones exteriores y la aplicación de la ley en Estados Unidos.

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