OPINIÓN: En Washington, el idioma de la política se degradó por culpa de Trump
Nota del editor: Michael D'Antonio es autor del libro Never Enough: Donald Trump and the Pursuit of Success (editorial St. Martin's Press). Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(CNN) — En tan solo dos días, Donald Trump, presidente de Estados Unidos, dijo que sus opositores políticos son "traicioneros"; el jefe de gabinete de la Casa Blanca insinuó que los inmigrantes que no se inscribieron al programa de Acción Diferida para los Llegados durante la Infancia (DACA, por sus siglas in inglés) "tienen mucho miedo" o "son muy flojos", y una prominente senadora demócrata se refirió a Trump como "cadete Espolones", una referencia al argumento con el que evitó que lo reclutaran para la guerra de Vietnam.
Bienvenidos al Washington de Trump, una ciudad en el que el idioma de la política se ha degradado tanto por culpa del ocupante del Despacho Oval que ya nada nos sorprende. Personas como el jefe de gabinete, John Kelly, y la senadora Tammy Duckworth, ahora juegan al mismo nivel que Trump.
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Kelly dijo : "Se han registrado 690,000 personas oficialmente en el DACA y el presidente envió dos y media veces esa cantidad, 1.8 millones", de acuerdo con un audio que publicó el diario estadounidense The Washington Post. "La diferencia entre 690 y 1.8 millones son las personas que se podría decir que tuvieron demasiado miedo para inscribirse; hay quien diría que fueron demasiado flojos como para levantar el trasero, pero no se inscribieron", agregó Kelly.
Duckworth, veterana del Ejército que quedó incapacitada en la guerra de Iraq, criticó a Trump en su medio favorito, Twitter. "No vivimos en una dictadura ni en una monarquía", argumentó . Luego, comenzó el castigo: "juré —tanto en las fuerzas armadas como en el Senado— preservar, proteger y defender la Constitución de Estados Unidos, no atender ciegamente a los caprichos del cadete Espolones y aplaudir cuando exija que aplauda". Duckworth no habría llegado a este nivel de insultos si no hubiera sido por los comentarios incendiarios que Trump hizo sobre la "traición", el lunes 5 de febrero.
Tal vez sin quererlo —o tal vez porque es incapaz de comportarse de acuerdo con los estándares de la conducta adulta—, Donald Trump dice abiertamente lo que siente y lo que piensa; usualmente se trata de un raudal de insultos juveniles, imprudencias e ignorancia. Los arranques afectaron a todo y a todos los que estaban a su alcance, lo que propició la contaminación y, por ende, provocó la reacción.
Cuando era tan solo un empresario, la irresponsabilidad de Trump afectó a otros en lo personal y a menudo perturbó la paz de la ciudad de Nueva York. (¿Recuerdan los anuncios en los que atacó a los hombres acusados en el caso infame del corredor de Central Park, a quienes después hallaron inocentes?). Como candidato y ya como presidente, la crueldad de Trump tiene aún más efecto y pone a todos los estadounidenses —particularmente a otros líderes— en la horrible posición de tener que lidiar con sus provocaciones.
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En su discurso del lunes, Trump se quejó de los demócratas que no le aplaudieron en el informe presidencial. "Parecían muertos, antiestadounidenses. Antiestadounidenses", se quejó. "Alguien dijo: 'traicioneros'. Supongo que sí, ¿por qué no? ¿Podemos decir que eso es traición? ¿Por qué no?".
La traición es, desde luego, un delito que se castiga con la muerte, una entre cientos de razones por las que ningún presidente ha usado la palabra como nuestro actual comandante en jefe. Hay que decir que se trata de Donald Trump, quien tal vez sea la persona más ridícula que se haya elegido para un cargo federal, así que el mundo ya espera que escupa tonterías. Sin embargo, es el presidente de Estados Unidos, lo que significa que tenemos que tomar en cuenta el impacto no solo de cada palabra que pronuncie, sino el efecto en general de sus métodos.
nullComo si fuera un autócrata que aviva los ánimos de la muchedumbre, el estilo de liderazgo de Trump ha profundizado las diferencias entre los estadounidenses y ha dado al traste con la política. Como se reportó en el sitio web slate.com , los candidatos republicanos de todo el país han adoptado el método trumpiano de aprovechar la ira y el resentimiento para su beneficio político. Esta tendencia amenaza la estabilidad de nuestras instituciones y socava las posibilidades de que nos llevemos bien.
Tras los comentarios de Trump sobre la traición, los líderes usuales se vieron obligados, por enésima vez, a pensar en cuáles son sus opciones. Esta es la manera en la que un hombre al que no le importan las consecuencias llama la atención y distrae al país de las cosas más serias, como las investigaciones sobre la interferencia de Rusia en las elecciones y los posibles delitos de sus funcionarios de campaña.
Si Trump fuera un niño y no un hombre que actúa como niño, los adultos habrían optado por negarse a prestarle atención por sus arranques y aprovechar el momento para darle una lección o para castigar la mala conducta. Como Trump es el presidente y el bienestar del país es parte del contexto, ignorarlo no siempre es lo mejor. En estos casos, parece que la mayoría opta por combinar la lección con el castigo, con la esperanza de proteger el interés público.
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A diferencia de la mayoría de los insultos de Trump, que consisten en poner apodos comunes —decir "enano", "gordo" o "perdedor"—, el "cadete Espolones" de Duckworth no podía ser una referencia a nadie más.
Trump afirmó (en una entrevista que le hice) que haber estado en una preparatoria militarizada fue como hacer el servicio militar, lo que provocó que muchas personas lo imaginaran como un cadete jugando a ser soldado. Duckworth se refirió al padecimiento que sirvió para que Trump evadiera el servicio militar durante la guerra de Vietnam. (Por cierto, cuando Trump se quitó los zapatos durante la entrevista para mostrarme las deformidades de sus pies, no vi más que talones normales).
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La respuesta de Duckworth fue más creativa que la acusación de traición de Trump; como es una veterana de guerra respetada y condecorada, fue la respuesta perfecta porque fue directa y precisa. Sí, devolvió el golpe, pero a diferencia de Trump, su motivación no fue la mezquindad, sino la preocupación por nuestro sistema democrático. Con su réplica a la medida, demostró que no está contagiada del estilo infantil de Trump. No hizo referencia a la estatura ni al peso de Trump, sino a la imagen distorsionada que tiene de sí.
Como es un provocador compulsivo, Trump seguirá diciendo y haciendo cosas horribles y peligrosas. En todos los casos, tendremos que escoger entre un menú de respuestas de adultos que quieren mantener el orden cuando se enfrentan a un berrinche infantil. Quienes carecen del prestigio y el mensaje adecuado, harían bien en hacerse a un lado para dejar espacio a personas como Duckworth, que los tienen y saben usarlos.
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