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OPINIÓN: Los asesinatos en el extranjero, parte del ADN de la inteligencia rusa

La eliminación de "traidores" y otros herejes políticos en suelo extranjero es una especie de sello de los servicios rusos de inteligencia, como aparentemente sucedió con el envenenamiento de Skripal.
dom 18 marzo 2018 07:00 AM
Legado
Legado El Servicio Federal de Seguridad de Rusia, conocido como el FSB, se enorgullece de su legado que se remonta a la revolución de 1917. (Foto: MLADEN ANTONOV/AFP)

Nota del editor: Bertrand D. Patenaude, investigador de Hoover Institution, escribió el libro Trotsky: Downfall of a Revolutionary. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autor.

(CNN) — El intento de asesinar al exespía ruso, Sergei Skripal, con un agente neurotóxico , a principios de marzo en Reino Unido, nos recuerda el envenenamiento letal de otro antiguo oficial de los servicios de seguridad rusos, Alexander Litvinenko, víctima de un ataque con polonio en Londres, en 2006. El gobierno ruso niega toda participación, desde luego, y el ministro del Exterior de Rusia, Serguéi Lavrov, se mostró indignado de que alguien lo insinuara siquiera.

La primera ministra de Reino Unido, Theresa May, dijo en la Cámara de los Comunes, el lunes 12 de marzo, que es "muy probable" que Rusia fuera responsable del envenenamiento. La advertencia de un conductor ruso de televisión, en el contexto del caso Skripal, fue sumamente elocuente: "La profesión de traidor es una de las más peligrosas del mundo. No escojan Reino Unido para vivir".

El Servicio Federal de Seguridad de Rusia, conocido como el FSB, se enorgullece de su legado que se remonta a la revolución de 1917 y a la formación de la primera policía secreta rusa, la Checa. Durante varias décadas, la estatua del líder fundador de la Checa, Felix Dzerzhinski, dominó la Plaza Dzerzhinski, lugar en el que se alzan las oficinas centrales de la KGB, sucesora de la Checa.

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, trabajó como oficial de inteligencia extranjera en la KGB y se volvió director del FSB a finales de la década de 1990. La Plaza Dzerzhinski ahora se llama Plaza Lubianka y la estatua ya no está, pero "Félix de acero" sigue siendo objeto de veneración en el mundo de Putin.

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La eliminación de "traidores" y otros herejes políticos en suelo extranjero es una especie de sello de los servicios rusos de inteligencia. Como el FSB insiste en dar continuidad a la ideología de los primeros años del Terror Rojo de los bolcheviques, parece que podemos suponer que el cumplimiento de "misiones especiales" —como se dice en el mundo policial— como esta es parte del ADN del FSB.

El asesinato político más notorio de la era soviética fue el de León Trotski, ocurrido en la Ciudad de México en 1940. Trotski había sido un personaje central de la Revolución Bolchevique de 1917 y luego organizó y llevó al Ejército Rojo a la victoria en la Guerra Civil Rusa.

Trotski era el heredero aparente del líder soviético, Vladimir Lenin, y era archienemigo de José Stalin, quien lo aplastó en la lucha por la sucesión que comenzó antes de la muerte de Lenin, en 1924. En 1929, expulsaron a Trotski de la URSS. Comenzó su exilio en Turquía, luego se mudó a Francia, después a Noruega y, finalmente, como ningún otro país europeo lo dejaba entrar, se fue a México en 1937.

La estancia de Trotski en México comenzó cuando los espectaculares juicios de Moscú estaban en curso. Acusaron a los bolcheviques veteranos de los delitos más extravagantes, tales como traición, conspiración, asesinato, destrucción y sabotaje. Presentaron a Trotski, quien vivía en el extranjero, como el autor intelectual de la conspiración. En la URSS, el trotskismo se volvió la herejía máxima y frases como "los destructores y espías trotskistas" predominaban en los titulares de los periódicos soviéticos. La mayoría de los supuestos "enemigos del pueblo" a los que se juzgó fueron ejecutados por sus crímenes, pero Trotski seguía fuera de alcance.

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La casa de Trotski en Coyoacán, un barrio de la Ciudad de México, estaba defendida por muros dignos de una fortaleza y custodiada por jóvenes trotskistas americanos. El primer atentado serio contra la vida de Trotski fue un asedio de parte de un comando en mayo de 1940. Una veintena de hombres, mayormente comunistas mexicanos, vestidos con uniformes de policías y del ejército, y armados con ametralladoras, entraron a la casa y dispararon a mansalva, aunque de alguna forma lograron errar el blanco.

Tras el atentado fallido, el NKVD (como se llamaba entonces la policía secreta soviética) decidió confiarle la misión a un agente que había logrado penetrar el círculo más cercano a Trotski. Su nombre era Ramón Mercader, un barcelonés de 27 años al quien el NKVD reclutó durante la Guerra Civil Española. Durante el verano de 1938, en París, Mercader se disfrazó de estudiante belga y adoptó el nombre de Jacques Mornard. Sedujo a una trotskista estadounidense de nombre Sylvia Ageloff, hermana de una de las asistentes de Trotski.

Mercader siguió a Sylvia a Nueva York a finales de 1939. De ahí, la manipuló para que se fueran a la Ciudad de México y la usó para infiltrarse en la casa de Trotski. Se presentó con Trotski como Frank Jackson, un empresario canadiense que financiaba a los trotskistas franceses en París. Para mediados de 1940, no había manera de verificar esta información con los trotskistas franceses porque estaban huyendo de la invasión alemana.

La tarde del 20 de agosto de 1940, Mercader se las arregló para quedarse a solas con Trotski. Entró en el estudio de Trotski vestido con una gabardina bajo la que ocultó una daga, una pistola y un piolet, no un picahielos, como se cree. Un extremo era agudo, como la punta de un picahielos, pero el otro era plano y ancho. El mango medía más o menos 30 centímetros porque lo había cortado para poder esconderlo.

Trotski estaba sentado en su escritorio y empezó a leer un artículo que Mercader había escrito. Este sacó el piolet y golpeó a Trotski en la cabeza. Trotski gritó y se lanzó contra su atacante. Sus guardaespaldas corrieron hacia él. El golpe penetró el cráneo de Trotski y resultó letal. Trotski murió en un hospital la noche siguiente.

Mercader permanecería en una prisión en México durante casi 20 años. Tras su liberación, regresó a la Unión Soviética. El 8 de junio de 1961, el líder soviético, Leonid Brezhnev, recibió a Mercader en el Kremlin y en una ceremonia secreta le otorgó el título de Héroe de la Unión Soviética y la Orden de Lenin. Alabaron al asesino de Trotski por haber mostrado "heroísmo y valentía" en la ejecución de una "misión especial".

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