OPINIÓN: A un lado, Macron, Trump ya tiene un nuevo mejor amigo en Europa
Nota del editor: Nic Robertson es editor de CNN para asuntos diplomáticos internacionales. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(CNN) - Hazte a un lado, Macron. Ya hay un nuevo idilio en la Casa Blanca… aunque nunca te lo habrías imaginado porque el nuevo mejor amigo europeo de Trump llegó sin anunciarse el pasado lunes 30 de julio.
La mirada de Giuseppe Conte, el nuevo primer ministro de Italia, pasaba nerviosamente de Trump a las cámaras y nuevamente a su anfitrión. Conte parecía más paralizado por el miedo que por el cariño; lucía incómodo a unos centímetros del que podría ser el presidente de Estados Unidos más impredecible de la historia reciente.
La última vez que se reunieron fue a finales de junio, en la cumbre del G7 en Canadá, cuando la ira de Trump con sus antiguos aliados estaba en punto de ebullición. A diferencia de las críticas que recibieron sus homólogos, Trump solo tenía halagos para Conte.
Sin embargo, cualquier temor que Conte hubiera tenido de haber perdido el voluble favor de Trump desde entonces se disipó porque ambos recibieron buenas dosis de adoración en una conferencia de prensa que se llevó a cabo un par de horas después.
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Trump le recordó al mundo sus similitudes: "tuvimos una muy buena cumbre del G7. Ahí fue donde Giuseppe y yo nos hicimos amigos. Creo que es probable que estemos más alineados que los otros presentes".
Aunque su antiguo mejor amigo, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, haya sido el primero en hacer una visita de Estado a Trump, quedó claro que Conte tiene lo que Trump quiere de verdad: problemas mutuos y una actitud parecida respecto a cómo resolverlos. Entre los más urgentes está la inmigración ilegal. En este tema, ambos líderes coinciden. Trump dijo: "necesitamos seguridad fronteriza. Sin una frontera, y este caballero se los puede decir, porque fue realmente un gran factor de la victoria del primer ministro y de otras personas en Italia. Pero fue un gran factor en mi victoria. Necesitamos seguridad fronteriza". Conte dijo: "No solo es el problema de las rutas migratorias… es un problema de seguridad en general porque, por ejemplo, a través de las rutas migratorias, los combatientes extranjeros pueden llegar al territorio europeo, agentes que pueden ejecutar la amenaza terrorista".
Ahí estaba Conte, representando a Italia, miembro fundador de la Unión Europea —organización que Trump aborrece—, deleitándose en un jolgorio populista, cubriendo a Trump de apoyo respecto a Rusia, el comercio, el terrorismo e incluso su irritación con los líderes de la OTAN.
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Los italianos tienen razón en estar hartos del tibio apoyo de la Unión Europea en su crisis migratoria. Sin duda son los más afectados por la oleada de migración del norte de África a Europa y han recibido poca ayuda en años recientes.
Europa está bajo la presión de un fenómeno que no se había visto en dos generaciones y está cada vez más dividida respecto a cómo lidiar con él. No sorprende que Trump encuentre un aliado en Conte.
La canciller de Alemania, Angela Merkel, quien abrió las puertas de su país a más de un millón de migrantes que huían de la guerra en Siria, ha visto mermados su poder y su popularidad y ha visto crecer los de los reaccionarios antiinmigrantes de derecha de su país. Sus vecinos de derecha en Hungría y Austria están tomando el camino opuesto. Ambos erigieron cercas antiinmigrantes. Viktor Orban, primer ministro populista de Hungría, incluso prohibió ayudar a los inmigrantes ilegales y advirtió del surgimiento de una Europa poscristiana.
Junto con otros líderes del Grupo de Visegrado, Orban y el primer ministro de la República Checa, Andrej Babis, rechazaron las cuotas de migrantes establecidas por la Unión Europea. Babis advirtió a Bruselas que él no será el peor de sus problemas si no controlan la migración.
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En unas semanas habrá elecciones en Suecia y al igual que los demás países escandinavos se enfrentan a la oleada populista contra la tradicional apertura y la voluntad de ayudar a los necesitados. La migración es un tema divisivo que da la extrema derecha ventaja para desafiar el dominio tradicional del centro y la izquierda más liberales.
En la mayoría de los países europeos los populistas son los que están sacándole a la migración todos los votos que pueden y parece que Trump está más que dispuesto a ayudarles.
Mientras estaba en Reino Unido, hace unas semanas —país cuya ciudadanía votó por abandonar la Unión Europea hace dos años tras una campaña en la que se habló de la inmigración a profundidad—, Trump habló del daño que los migrantes están causando en Europa: "está cambiando la cultura y es muy negativo para Europa… No es políticamente correcto decirlo, pero lo diré y lo diré en voz alta".
En los meses previos a la visita de Trump, su antiguo gurú del populismo y miembro de la Alt-Right, Steve Bannon, también lo dijo en voz alta en su gira por varias capitales europeas.
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Lo recibieron en la Budapest de Orban en mayo pasado y hace poco disfrutó de la hospitalidad populista de la Italia de Conte para luego atrincherarse en un hotel de Londres antes de la llegada de Trump, hace dos semanas, y organizó reuniones con nacionalistas populistas suecos, belgas, franceses y británicos.
En días recientes Bannon anunció que establecerá un cuartel general en Bruselas, en el corazón de la Unión Europea, para unificar a los populistas europeos alrededor de su mensaje antiinmigrante divisivo.
Orban es uno de los que le aplauden públicamente.
El contorno del problema quedó claro hace poco: el nuevo gobierno populista de derecha de Conte se negó a dar refugio seguro a un grupo compuesto mayormente por migrantes libios que quedó a la deriva en un bote en el Mediterráneo.
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España y Francia intervinieron y salvaron la vida de los migrantes; sin embargo, la cuestión principal de cómo reducir el flujo está lejos de resolverse. Cada migrante es una brasa que aviva la llama populista de Bannon.
El día que Giuseppe Conte partió a Washington, su segundo al mando, Matteo Salvini, citaba al hermano de armas de Hitler en la Segunda Guerra Mundial, el líder fascista italiano Benito Mussolini: "tanto nemici, tanto onore". "Muchos enemigos, mucho honor".
Para asegurarse de que estaba encendiendo las pasiones, Salvini tuiteó los comentarios incendiarios para celebrar el natalicio de Mussolini.
En su libro reciente, Fascismo: Una advertencia, la exsecretaria de Estado de Estados Unidos y refugiada de la Segunda Guerra Mundial, Madeleine Albright, dijo que el fascismo "no es una ideología de izquierda, derecha o centro, sino el intento de un individuo o partido de hacerse con el poder y consolidarlo con el argumento de actuar en nombre de una nación o un grupo". Ella sabe de lo que habla. Los que se niegan a recordar deberían sentirse avergonzados.
Pese a Bannon y pese a Trump, la mayoría de los europeos se sienten más ajenos que nunca a los millones que alguna vez migraron de sus costas a América mientras Trump monta la ola populista y se aleja de sus valores auténticos.
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