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OPINIÓN: La historia sobre Woody Allen que reitera la importancia del #MeToo

Parece que se trata de un hombre narcisista al que no le molesta hacer pedazos a su familia y traumatizar a sus hijos por dormir con su hermana, comenta Jill Filipovic.
jue 20 septiembre 2018 11:22 AM
Woody Allen
Las acusaciones en contra del director se reavivaron tras el nacimiento del movimiento en contra del abuso y acoso sexual.

Nota del editor: Jill Filipovic es periodista y trabaja en Nueva York y en Nairobi, Kenia. Es autora del libro The H-Spot: The Feminist Pursuit of Happiness. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.

(CNN) - Soon-Yi Previn tiene algo que decir, que es más o menos lo siguiente: Soy un ser humano autónomo que tuvo una madre terrible y que ahora vive felizmente con su esposo, que también es el ex de mi madre y que, contrario a lo que dice mi hermana (su hija), definitivamente nunca abusó sexualmente de mí.

El vehículo que Soon-Yi Previn y su esposo, Woody Allen, eligieron para transmitir este mensaje fue un artículo de la escritora Daphne Merkin, amiga de Allen desde hace más de 40 años y crítica del movimiento #MeToo. Merkin argumenta que el movimiento es "inquisidor" y "despoja al sexo de su erotismo". También ha escrito que le preocupa que el movimiento —que algunas personas le han dicho que es una "cacería de brujas"— nos lleve a "linchar a personas por el contenido de sus fantasías" y se queja de que nos están urgiendo a pensar que los viejos "escarceos amorosos tienen que constreñirse al grado de la represión".

Está claro por qué Allen y Previn quisieron que Merkin escribiera este artículo, que se publicó el domingo 16 de septiembre: Ella es una camarada favorable, está predispuesta a creer no solo su lado de la historia, sino a despreciar el movimiento que la ha puesto bajo los reflectores una vez más.

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Por qué la revista New York accedió a publicar un artículo tan mezquino y poco ético es una gran pregunta. La revista tuvo la oportunidad de explorar honestamente una serie de relaciones complejas (por decir lo menos), de errores, de dinámicas de género y de poder que se relacionan profundamente con el punto de inflexión en el que la sociedad estadounidense se encuentra en 2018.

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Sin embargo, ignoró la oportunidad. Y es una pena, porque la historia de Soon-Yi Previn es valiosa y ciertamente provocará curiosidad durante mucho tiempo. Debieron habérsela contado a alguien creíble que la abordara justamente. Sin embargo, parece que tres amigos se sentaron a la mesa a chismorrear y a quejarse de alguien a quien consideran una villana terrible. Esa villana es Mia Farrow, la madre de Soon-Yi Previn y expareja de Woody Allen (además de madre de su hijo Satchel, hoy conocido como Ronan… sí, Ronan Farrow, el periodista investigador ganador del Pulitzer).

Algunos de los hijos de Farrow dicen que Mia fue una madre excelente y otros la pintan como un monstruo; esas mismas grietas surgen cuando alguien pregunta si Allen abusó sexualmente de Dylan, la otra hija de Farrow, cuando era pequeña.

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Como #MeToo ha obligado a muchas personas a reevaluar el rol de los presuntos abusadores poderosos, se puede entender que esta atención renovada sobre Woody Allen se base en las acusaciones de abuso sexual (nunca le han imputado un delito y él niega las acusaciones). Podemos litigarlas una y otra vez, pero al parecer, nadie va a cambiar de opinión. Sin embargo, la historia de Soon-Yi Previn no le ayuda a rehabilitar su imagen pese a que tanto ella como Merkin trataron de hacerlo con este artículo tan halagador. Contrasta profundamente con el movimiento #MeToo.

Aun dejando a un lado la cuestión del abuso sexual, tal vez lo más llamativo del artículo sea que sin querer revela a un Woody Allen que se ve como un patriarca benévolo, la fachada cuidadosamente construida de un "neurótico tímido" que cubre algo que parece un poder de manipulación para hacer, simplemente, lo que le da la gana. Deja en claro que le importa poco el impacto que tenga en quienes lo rodean, incluidos sus propios hijos y la gente que lo consideraba un padre. Tiene una relación irregular con la verdad: ha dicho, por ejemplo, que ninguna de las actrices con las que ha trabajado "nunca ha insinuado ninguna cosa indecorosa" pese a que Mariel Hemingway, su coestrella en la cinta Manhattan, lo acusó justamente de eso.

Pese a todo, Merkin lo pinta como un padre dedicado aunque cuando toca el tema de la paternidad, dice, refiriéndose a su hijo: "pagué su manutención toda su niñez y no me parece muy justo porque no es mío".

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Este es también un ejemplo del poder masculino irrestricto que #MeToo combate. ¿Es un delito? Desde luego que no. Pero sigue valiendo la pena discutirlo y criticarlo. No obstante, en este artículo pasa de largo como una nube.

Pese a que enfatizaron su matrimonio feliz de iguales, que ha durado 20 años, Allen y Previn revelan una dinámica considerablemente diferente en su historia de amor: ella trata de complacerlo y él trata de moldearla. "Creo que Woody decidió conquistarme en ese primer partido de basquetbol porque resultó que era más interesante y divertida de lo que él pensaba", cuenta Previn (Allen empezó a llevar a Soon-Yi a partidos de basquetbol cuando era adolescente).

En una entrevista anterior, Woody dijo, refiriéndose a Soon-Yi: "Yo me portaba paternal. Ella reaccionaba a alguien paternal. Me gustaba su juventud y su energía. Ella me respetaba y a mí me gustaba darle el regalo de permitirle tomar decisiones, dejar que se encargara de muchas cosas. Así floreció".

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En esta época en particular, la imagen de Soon-Yi Previn como hija joven y respetuosa que el mismo Allen describió no se toma tan bien y en manos de Merkin se vuelve una mujer independiente que "nunca ha temido a los riesgos".

De hecho, este reciente intento de rehabilitar a Woody Allen depende, principalmente, de que Previn sea la mujer aguerrida y buena que contrasta con Mia "la mala".

Merkin enfatiza que Previn es una "madre decidida" que lleva a sus hijos a sitios a los que, según ella, nunca fue con Farrow. Cita a una amiga de Previn, quien dice que "el trabajo [de Soon-Yi] era criar a estos niños, estar presente para Woody, encargarse de la casa", a diferencia de Mia, quien aparentemente estaba o demasiado absorta con sus hijos ("Estaba obsesionada con él, totalmente obsesionada", dice Woody sobre la relación de Mia con el pequeño Satchel) o totalmente desentendida de ellos.

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Es una maniobra misógina clásica: engrandecer a una mujer comparándola con otra malévola… especialmente cuando se trata de la atención superior que "la mujer buena" da a sus hijos y de la admiración más femenina a su esposo.

Qué mal, porque esta historia se pudo haber escrito con la complejidad que merece. Parece que es la historia de un hombre narcisista al que no le molesta hacer volar en pedazos a su familia y traumatizar a sus hijos por dormir con su hermana; de dos mujeres —una adulta joven y una mujer madura— que tomaron decisiones imperfectas, complicadas y a menudo crueles, sin que ninguna de ellas sea ni heroína ni villana.

En esta época de #MeToo, tenemos que hablar de esas complicaciones y entablar discusiones complicadas sobre el género, el poder, el sexo y la familia, que no son ni blanco ni negro: agresión o no, acoso o no, vemos sus películas o no. Es una pena que Merkin —y las decisiones editoriales de la revista New York— actuaran a favor de este material frívolo que no nos lleva a ninguna parte.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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