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OPINIÓN: Una mirada diferente de la Globalización 4.0 y cómo llegar ahí

Si se prevé una nueva fase y esta será configurada por las necesidades y aspiraciones del precariado, comenta Guy Standing.
mié 23 enero 2019 12:00 PM

Nota del editor: Guy Standing es miembro investigador profesional asociado de la escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

(WEF) - El profesor Richard Baldwin presenta a la Globalización 4.0 como una era próxima dominada por el arbitraje internacional en los servicios. Me gustaría confirmar una perspectiva distinta -o quizás complementaria- que se basa en trabajos recientes y está inspirada en el historiador económico Karl Polanyi.

El profesor Baldwin llama Globalización 1.0 al período anterior a 1914, Globalización 2.0 a la era posterior a 1945, y supone que nuestra era más reciente fue la Globalización 3.0. En su opinión, esta última se caracteriza por “fábricas que cruzan las fronteras”. Dado que ve a la Globalización 4.0 como particularmente transformadora, en especial debido al “trastorno de la globótica” -la combinación de globalismo y robótica- se podría sugerir que 4.0 debería ir seguida de 5.0, similar a la Globalización 2.0, que superó los peores excesos de la anterior fase disruptiva.

Globalización 1.0 y 2.0

Aquí está la visión alternativa o complementaria. Si se adopta el enfoque de Polanyi, lo que él describió como la "fase no incrustada" de la Gran Transformación del siglo XIX y principios del siglo XX fue la Globalización 1.0, que trataba acerca de la construcción de economías de mercado nacionales. Liderada por el Reino Unido como el poder capitalista dominante, fue una era de economía de laissez-faire, comercio de bienes complementarios, revolución tecnológica y, fundamentalmente, la dominación del capital financiero nacional.

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Comprendió la mercantilización laboral, ya que los trabajadores fueron arrancados de los sistemas de apoyo terrestre y rural. Y, si bien los historiadores económicos apenas lo analizan, implicó un saqueo de los bienes comunes, a través del confinamiento y la privatización. Condujo a una forma de capitalismo rentista. Los resultados fueron el aumento de las desigualdades (la desigualdad de la riqueza más que la desigualdad de ingresos), la inseguridad generalizada y una nueva estructura de clases, con una burguesía y una clase obrera: el proletariado.

No nos detendremos en la Globalización 1.0, más allá de señalar que, como en todas las fases posteriores de la globalización, implicó un cambio en el dinamismo económico geopolítico. Europa trastabilló y acusó a Estados Unidos -el centro emergente del capitalismo- de robar su propiedad intelectual, lo cual fue totalmente cierto. Las potencias debilitadas -principalmente el Reino Unido, Alemania y Francia- también arremetieron contra el proteccionismo y las “guerras comerciales”, que pueden resultar familiares.

La crisis de la Globalización 1.0 fue lo que Polanyi describió como “la amenaza de destrucción de la civilización”: el horror de la Gran Guerra, la Depresión y la Segunda Guerra Mundial. Lo que surgió después de 1945 fue la Globalización 2.0, la fase de reincrustación de la Gran Transformación de Polanyi. Esta fue la era de la socialdemocracia, en la que los nuevos sistemas de regulación, redistribución y protección social mitigaron las desigualdades y la inseguridad laboral. Se frenó el capitalismo rentista y se regularon las finanzas. No fue una “época dorada”, pero por un tiempo ofreció mejoras ampliamente compartidas en los niveles de vida de los países de la OCDE. Por motivos que se explican en otra parte, no pudo durar.

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¿Liberalización del mercado?

El resultado fue la Globalización 3.0. Esta fue la fase no incrustada de la transformación global, la construcción dolorosa de una economía de mercado global. Al igual que en la fase correspondiente de la Gran Transformación, esta estuvo dominada inicialmente por la ferviente defensa de los “mercados libres”, liderada por el neoliberalismo de la Sociedad Mont Pelerin y sus ejecutores políticos idénticos, Margaret Thatcher y Ronald Reagan.

Rechazaron las normativas socialdemócratas y los sistemas de redistribución. Liberalizaron las finanzas, que nuevamente dominaron las economías, aunque de una manera internacional sin precedentes. Para citar solo un indicador: en la década de 1970, los activos financieros de las instituciones financieras de Estados Unidos equivalían al 100% del PBI; en la actualidad son más del 350%. Al igual que en el periodo anterior a 1914, las finanzas están absorbiendo los ingresos por rentas.

La Globalización 3.0 tiene otras similitudes con la Globalización 1.0. Irónicamente, el neoliberalismo generó el sistema de mercado más libre que se haya construido, a través de una arquitectura internacional de instituciones. Si existe un símbolo de la era, es la aprobación en 1994 del Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio, o ADPIC. Fue instrumentado por la Organización Mundial de Comercio, aunque conformado por corporaciones multinacionales de los Estados Unidos y respaldado por el Banco Mundial, el FMI y otros organismos internacionales, con la ayuda de lo que se convertiría en más de 3000 acuerdos de comercio e inversión.

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El ADPIC prácticamente globalizó el sistema de derechos de propiedad intelectual de los Estados Unidos. Permitió que las grandes compañías farmacéuticas, las grandes finanzas y la gran tecnología obtuvieran enormes ingresos por renta en todo el mundo. En particular, se multiplicaron las patentes. No es posible describir esta época con precisión sin dar un lugar destacado a la corriente de derechos de propiedad intelectual, y detrás de eso, el papel facilitador del financiamiento mundial. Una vez más, aquí basta con un indicador. En 1994, se presentaron menos de un millón de patentes; desde entonces ese número anual se ha más que triplicado, lo que garantiza ganancias de monopolio por 20 años o más cada una. ¿Qué mercado libre?

La historia se repite

Durante un tiempo, el principal beneficiario fue Estados Unidos, seguido de Japón, la Unión Europea y Corea del Sur, aunque subestimaron a China. No era miembro de la OMC en 1994, pero se unió en 2001. Muy rápidamente, China se puso al día, y para 2011 estaba presentando más patentes que Estados Unidos es posible que no hayan sido tan valiosas, pero fue un momento simbólico, lo que indica que China estaba surgiendo como un centro geopolítico del globalismo. Para 2015, estaba presentando más patentes que Estados Unidos, Corea del Sur, Japón y la Unión Europea juntos. Habiendo sido utilizada como un grupo de mano de obra barata para la gran tecnología, China emergió como un estado rentista primario.

Luego sobrevino una ironía histórica predecible. Así como las naciones europeas acusaron a los Estados Unidos de robar sus secretos industriales para obtener una ventaja competitiva en la era de la Globalización 1.0, hoy Estados Unidos acusan a China de robar su propiedad intelectual. La hipocresía es impresionante. Charles Dickens estaría sonriendo, al haber perdido ingresos considerables porque Estados Unidos se negaron a respetar los derechos de autor europeos, para su disgusto. Samuel Slater, el inglés calificado como el “padre de la revolución industrial estadounidense”, robó secretos industriales de su base en Derbyshire, y es conocido en Inglaterra como “Slater el traidor”.

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Existen otros paralelismos entre la Globalización 3.0 de hoy y la Globalización 1.0. En la fase no incrustada de la Gran Transformación, el trabajo fue mercantilizado (sujeto a las fuerzas del mercado y con salarios pagados en dinero), mientras que los trabajadores como personas fueron mercantilizados, y ya no tenían la capacidad de rechazar el trabajo asalariado. En la fase reincrustada -o Globalización 2.0- la mano de obra se desmercantilizó parcialmente, ya que la mayor parte del pago tomó formas no salariales, de manera que el salario se convirtió en una parte menor de la remuneración de los trabajadores, lo que socavó el incentivo para la mano de obra.

En la fase no incrustada de la Transformación Global -la Globalización 3.0- la mano de obra se remercantilizó, con la merma de las prestaciones extrasalariales y los beneficios estatales basados en la mano de obra, y con el surgimiento de la mano de obra en la nube y la economía de plataforma. Para una economía de mercado razonable, la mano de obra se debe mercantilizar adecuadamente, no desmercantilizar; sin embargo, el problema surge cuando los trabajadores también se sienten mercantilizados. No tienen seguridad fuera del mercado laboral. Quienes acepten la Globalización 4.0 tendrán que abordar eso, o nuestras sociedades se enfrentarán a las consecuencias.

Cambio del comercio

Esto lleva a otro paralelismo, que trata el ensayo del profesor Baldwin. Las principales pautas del comercio han cambiado en las diferentes épocas. En la fase no incrustada de la Gran Transformación -la Globalización 1.0- el eje principal del comercio estuvo en los bienes complementarios, entre los productos primarios y los manufacturados, correspondientes al Principio ricardiano de ventaja comparativa, aunque arbitrado por el colonialismo y el imperialismo.

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En la fase incrustada de la Gran Transformación, las economías industrializadas actuaron eficazmente como economías cerradas, en las que el comercio de bienes potencialmente competitivos estaba controlado por normativas que eliminaban los costos laborales de los cálculos, ya que las normas eran similares en los países que comercializaban bienes industriales. Esto se vino abajo en la fase incrustada de la Transformación Global. En la Globalización 3.0, los costos laborales relativos se han vuelto fundamentales para el comercio en un grado sin precedentes.

Esta relación ha caracterizado el período. Los gobiernos de todo el mundo se han esforzado por obtener una ventaja competitiva a través de reformas laborales destinadas a aumentar la “flexibilidad del mercado laboral”, y mediante todo tipo de subsidios, como los créditos fiscales, que las normas del GATT no han podido detener. Una consecuencia de la política comercial de “empobrecer al vecino” -combinada con los avances tecnológicos que han facilitado mucho la redistribución técnica y geográfica del trabajo y la producción- es que el rasgo distintivo del comercio en la Globalización 3.0 ha sido el crecimiento del comercio de componentes de bienes y componentes de servicios.

Tengo una pequeña queja con respecto al análisis de Richard acerca del cambio en las pautas del comercio. Él sostiene que el comercio futuro dependerá de las “posibilidades de arbitraje global” conformadas por los “niveles salariales en el sector de servicios”. No serán los salarios per se lo que importe, sino la productividad laboral y los costos laborales. Es probable que los niveles salariales de China aumenten hasta el promedio de la OCDE, y lo están haciendo, pero si el Estado chino puede exprimir más la productividad de sus trabajadores y si subvenciona los costos laborales no salariales de manera más eficaz, el arbitraje no dependerá de los niveles salariales relativos. El problema es que, en la Globalización 4.0, el estado de las economías de mercados emergentes bien puede asumir un porcentaje cada vez mayor de los costos laborales. La respuesta de los países de la OCDE será un importante desafío.

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El surgimiento del precariado

Una analogía final es fundamental para entender el desafío más general que tenemos por delante. En la fase no incrustada de la Gran Transformación, una nueva estructura de clases cobró forma, y la lucha del proletariado definió la era. La posterior fase reincrustada -o Globalización 2.0- consolidó la agenda de esa clase obrera. En cambio, en la fase no incrustada de la Transformación Global -o Globalización 3.0- el proletariado se ha marchitado junto con la política socialdemócrata, mientras que una nueva estructura de clases ha tomado forma. La clase obrera es ahora el precariado.

Si se prevé una nueva fase (una deseable Globalización 4.0), esta será configurada por las necesidades y aspiraciones del precariado. Forjarán una nueva política del paraíso, orientada a reducir las desigualdades e inseguridades, y hacer retroceder el capitalismo rentista. El desafío histórico para el precariado es obligar a los gobiernos a construir un sistema económico sustentable ecológicamente en el que las recompensas por el avance tecnológico se compartan de manera más equitativa y en que se supere la amenaza de la “extinción”. El nuevo movimiento de protesta llamado “extinción” puede resultar fundamental.

En cierto modo, se puede decir que los bienes comunes fueron saqueados en la Globalización 1.0, recuperados en la Globalización 2.0, y saqueados más ampliamente en la Globalización 3.0. En la Globalización 4.0, deben ser rescatados y recuperados de manera radical.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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