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El trabajo más importante

Tenemos que lograr que los hijos comprendan el potencial del ser humano en toda su extensión y que encuentren e identifiquen el suyo con humildad, opina Mauricio Hubard.
sáb 07 diciembre 2019 07:00 AM
Padre e hijo inversionistas
En las épocas difíciles los seres humanos encontramos la oportunidad de crecer, de ser mejores, de aprender, opina Mauricio Hubard.

(Expansión) – He tenido la fortuna de poder escribir estos artículos de opinión para Expansión y poder contribuir con algo al debate de ideas.

En estas columnas he abarcado temas de empresas, sociales y actualidad, desde gobierno corporativo, responsabilidad social de las empresas, inclusión laboral hasta el análisis de las diferentes manifestaciones sociales alrededor del mundo.

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Un amigo me sugirió el tema que trato hoy, el “trabajo” de ser padres o madres con todo lo que esto implica.

Para este trabajo se requiere de mucha disciplina, de constancia, se viven momentos increíbles y otros muy difíciles.

Desde el momento en que nos enteramos de que vamos a tener una hija o hijo, las emociones se aceleran, sentimos una gran ilusión, pensamos en lo que queremos para ese bebé, para nuestros hijos, queremos ser los mejores papas; sin importar si es el primero o quinto hijo todo esto lo volvemos a sentir.

Y en este camino tratamos de hacer lo mejor posible con todos nuestros defectos y fortalezas, con nuestras circunstancias, pero, sobre todo, con la mejor voluntad del mundo, basándonos en el profundo amor que sentimos por ellos.

Yo creo que el único amor verdaderamente incondicional que existe es el que sentimos los padres (uso este término para fines prácticos, incluye también a las madres) por los hijos; no me puedo imaginar algo que mis hijos pudieran hacer que me aleje de ellos, todo lo contrario, en su camino quiero estar siempre con ellos, cerca de ellos, animándolos, aconsejándolos, aceptándolos, guiando cuando es necesario y dejarlos ir cuando lo necesitan.

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El camino es largo y muy amplio, abarca muchísimas cosas: desde el llevarlos a la escuela, ayudarles a hacer tareas, conocer a sus amigos, pagar todos los gastos que generan y que no es fácil, el jugar con ellos, platicar e ir conociendo a cada uno, el abrazarlos y tranquilizar cuando están tristes o echar porras a sus logros del da a día, castigar cuando lo merecen, hablar con ellos y tratar de que formen sus mentes con una visión abierta al mundo, que sepan valorar las pequeñas cosas y que visualicen su potencial, sus posibilidades, estar presentes en sus vidas, etcétera.

Sobre todo, que sean buenos seres humanos, de buenos sentimientos, gente de bien, buenos hijos, hermanos, amigos, de valores éticos, que encuentren lo que les apasiona y luchen por eso, que se dediquen a lo que ellos escojan y les vaya a hacer felices, no hay profesión más importante que otra, lo importante es que hagan para lo que tienen talento y que ellos libremente decidan.

Tenemos que lograr que comprendan el potencial del ser humano en toda su extensión y que encuentren e identifiquen el suyo con humildad, pero de forma plena y responsable para aportar de forma positiva con su vida a los demás, a México y al mundo, que no se subestimen, que sean persistentes, trabajadores, resilientes, optimistas, constantes, que no se pongan limites, que sepan sumar a causas que valen la pena, motivar a los demás a valorarse.

En las épocas difíciles los seres humanos encontramos la oportunidad de crecer, de ser mejores, de aprender, y todos sin excepción vivimos tiempos duros, ya sea por culpa de nosotros o causas externas a nosotros.

Una de las enseñanzas más importantes que podemos dar a nuestros hijos es precisamente el que entiendan que en su vida van a cometer errores, pequeños y grandes, que estos tienen consecuencias y hay que aprender a corregir para bien y vivir con los errores cometidos, que sepan perdonarse, pero también pedir perdón a quienes lastiman con esos errores y seguir adelante; tienen que entender sus debilidades y luchar día a día con esas, caerse y levantarse sin desanimo.

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Y por lo mismo, no juzgar a los demás, ser tolerantes y nunca sentirse superiores a los otros, ser solidarios, apoyar a quien cae en su camino a levantarse, ser generosos con quienes cometen errores y/o pasan por épocas difíciles.

Algo que es básico, que sean mejores que nosotros, que sin juzgar entiendan los papás que les tocaron, que perdonen nuestros errores, entiendan nuestros defectos y virtudes, nuestras limitantes y aciertos, que nos acepten cómo somos y con eso detecten qué vale la pena conservar y repetir y qué cambiar para su futuro; conservar los valores que les inculcamos y adquirir los que los complementen.

Y con lo mucho o poco que tengamos capacidad de darles en el camino, de heredarles (y no me refiero a cosas materiales) hagan lo mejor con su vida en combinación con lo que ellos son.

En mi caso, reconozco que mis errores y fallas han sido muchas y fuertes, no dejo de pedirles perdón a mis hijos y al mismo tiempo, de perdonar a mis papas por los suyos, valorando todo su amor y lo que me dieron.

¡La mayoría algún día tendrá hijos y entonces va a entender que en ese momento inicia el trabajo más importante de su vida!

Sin duda, es el trabajo más importante y al que nunca se puede renunciar, ¡pero el más gratificante en nuestras vidas!

Nota del editor: Mauricio Hubard es Fundador y Presidente de Juntos Financiera , estudió Relaciones Industriales en la Universidad Anáhuac del Sur, graduado de la escuela de Negocios de Harvard (Harvard Business School), es miembro activo del Harvard Alumni Association, ha tomado diversos cursos en esta escuela relacionados con Microfinanzas, Gobierno Corporativo entre otros; Desarrollo de Instituciones Financieras en el JFK School of Goverment de Harvard, también de Responsabilidad Social de las Empresas por la Universidad de Stanford y el ESADE de Barcelona. Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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