Por ello es interesante mirar la historia de las tasas de interés en Estados Unidos. Esta es un mecanismo que en el largo plazo se acerca asintóticamente a cero, de donde parece que no se moverá.
En el mediano plazo el dinero continuará ofreciéndose a tasas bajas hasta que llegue el punto, donde el balance sea mantener a la tasa de interés tasas cercanas a cero.
Esto implicará que estaremos viviendo en una expansión recurrente de la base monetaria, y que, en lugar de experimentar consecuentes inflaciones, estaremos viendo una dilución del efecto inflacionario. Como prueba están los ciclos de relajamiento monetario de hace 10 años y las tasas de inflación.
Para dar un ejemplo, recordemos el juego de mesa monopolio, que termina cuando un jugador acapara todos los activos y el dinero disponible que hay en la mesa. Sin embargo, cuando el dinero sigue generándose perpetuamente, el juego continúa, llegando un punto en el cual se pierde el interés por proseguir el juego.
Algo similar sucede con los sistemas monetarios actuales, fundamentalmente con el dólar. Hoy en día se torna irrelevante el nivel de endeudamiento público y privado de los principales estados del mundo. Esto es un juego donde nadie va a quebrar, si tiene un respaldo monetario.
Los bancos
El sistema financiero mexicano está bien posicionado para expandir al sistema una vez que el banco central dé el banderazo de salida, reduciendo las tasas de interés, y poniéndolas nuevamente en el terreno expansivo. Los riesgos que mantienen a la política monetaria restrictiva en nuestro país están cambiando, dado el choque provocado por el coronavirus.
Hoy, no hay pretexto para mantener a la tasa de referencia en terreno restrictivo. Es momento que el banco central actúe como una organización al servicio del público.