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Covid-19, una lección de política pública

La llamada es a repensar los instrumentos de política económica, los cuales deben alejarse del ámbito nacional, opina Manuel Aguilera.
jue 02 abril 2020 11:56 PM

(Expansión) – La pandemia del coronavirus Covid-19 nos está mostrando una nueva cara de los riesgos asociados a la construcción de una sociedad global. Se trata, sin duda, de la primera gran crisis sanitaria de esta nueva etapa del mundo.

Una crisis que, con independencia de la letalidad del virus que la protagoniza, ha conseguido adquirir las dimensiones que tiene gracias a la interrelación e interdependencia que caracteriza a la actividad económica y social de nuestros días. Puede decirse que la crisis del Covid-19 es la prueba fehaciente de que la sociedad mundial es ya una sola.

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Esta nueva crisis —aún en desarrollo, pero que ya tiene implicaciones al menos equivalentes a las de las mayores crisis económicas que registra la historia del mundo— nos dejará muchas lecciones, pero hay una que ya podemos registrar en los pendientes de la sociedad global.

A diferencia de los riesgos asociados a los desastres naturales y humanos, así como al funcionamiento de los mercados financieros, la sociedad global no se ha preparado correctamente para lidiar con las pandemias, no solo en términos de la atención de los riesgos sanitarios en sí mismos, sino también de las consecuencias derivadas de las medidas de contención.

Se trata de un tema de política pública cuya discusión, en el mejor de los casos, se ha diferido y que, al menos hasta el momento, presenta dos aristas relevantes.

La primera es la relacionada con la política económica. La problemática generada por la pandemia ha creado un escenario en el que las herramientas tradicionales de las políticas monetaria y fiscal resultan insuficientes.

Los esfuerzos de los bancos centrales a través de la reducción del coste del dinero y de la dotación de liquidez, y de los ministerios de finanzas intentando diseñar y poner en práctica programas de estímulo fiscal, probablemente conseguirán mitigar en parte los efectos de la dislocación de las cadenas productivas y de la estructura del empleo, pero ya se muestran claramente insuficientes para ofrecer una salida satisfactoria.

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En este ámbito, la llamada es a repensar los instrumentos de política económica, los cuales —no parece haber alternativa— deben alejarse del ámbito nacional y comenzar a situarse en la construcción de instrumentos de alcance global.

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Y la segunda arista tiene que ver con los sistemas sanitarios. A lo largo de las últimas décadas, a medida que ha avanzado el proceso de transición demográfica hacia el envejecimiento de la población global, el deterioro en la efectividad de los sistemas de salud ha sido casi una constante.

La crisis que vivimos ha demostrado que uno de los elementos clave en la contención de la pandemia está precisamente en la existencia y efectividad de los sistemas de atención de la salud en los diferentes países. Parece claro que aquellas naciones con sistemas sanitarios mejor estructurados y eficaces podrán reducir los efectos perniciosos —tanto sociales como económicos— de la pandemia.

Y si esto es cierto entre los países más avanzados (desde donde, en general, el virus se viene expandiendo y entre los cuales la calidad de los sistemas sanitarios es muy dispar), lo será también en las naciones menos desarrolladas, en donde la pandemia no ha alcanzado todavía niveles críticos y en donde, por desgracia, la realidad del deterioro de los sistemas de salud es un hecho más evidente.

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El asunto ha dejado de ser una cuestión taxonómica que clasifique a los países en uno u otro grupo; es la pescadilla mordiéndose la cola, porque las deficiencias de uno, tarde o temprano, terminarán golpeándonos a todos.

Albert Camus escribió en su novela La peste: «La plaga no está hecha a la medida del hombre, por lo tanto el hombre se dice que la plaga es irreal, es un mal sueño que tiene que pasar. Pero no siempre pasa, y de mal sueño en mal sueño son los hombres los que pasan…».

Allí están, no para la sociedad del futuro, sino para la que saldrá de esta crisis global, algunos retos cuya atención no debe diferirse, a riesgo de que esta pandemia se convierta en una lección que debamos aprender nuevamente cuando el futuro vuelva a alcanzarnos.

Nota del editor: Manuel Aguilera es director de Servicios de Estudios MAPFRE. Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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