Esta nueva crisis —aún en desarrollo, pero que ya tiene implicaciones al menos equivalentes a las de las mayores crisis económicas que registra la historia del mundo— nos dejará muchas lecciones, pero hay una que ya podemos registrar en los pendientes de la sociedad global.
A diferencia de los riesgos asociados a los desastres naturales y humanos, así como al funcionamiento de los mercados financieros, la sociedad global no se ha preparado correctamente para lidiar con las pandemias, no solo en términos de la atención de los riesgos sanitarios en sí mismos, sino también de las consecuencias derivadas de las medidas de contención.
Se trata de un tema de política pública cuya discusión, en el mejor de los casos, se ha diferido y que, al menos hasta el momento, presenta dos aristas relevantes.
La primera es la relacionada con la política económica. La problemática generada por la pandemia ha creado un escenario en el que las herramientas tradicionales de las políticas monetaria y fiscal resultan insuficientes.
Los esfuerzos de los bancos centrales a través de la reducción del coste del dinero y de la dotación de liquidez, y de los ministerios de finanzas intentando diseñar y poner en práctica programas de estímulo fiscal, probablemente conseguirán mitigar en parte los efectos de la dislocación de las cadenas productivas y de la estructura del empleo, pero ya se muestran claramente insuficientes para ofrecer una salida satisfactoria.