Empresarios consultados para la realización de esta historia reconocen que hay grietas en su estructura, originadas por diferentes circunstancias. La gestión, con claroscuros, de Carlos Salazar, con la que pretendía mantener la fiesta en paz con el gobierno de la llamada cuarta transformación. El lobbying que los grandes empresarios ejecutan directamente con el Presidente de la República. El abandono que han sentido las medianas y pequeñas empresas por parte de sus órganos de representación.
Sin embargo, en algo coinciden: el rechazo del presidente a sus recomendaciones para contrarrestar los impactos de la pandemia responde a su postura ideológica.
Urge que la comunidad empresarial, en todos sus niveles, cuente con un concepto de unidad. De no ser así, tendrá la batalla perdida. Así, el mensaje entrelíneas está en saber si los grandes empresarios guardan sus intereses en el cajón y construyen, de la mano de empresarios de menor tamaño, un concepto que resulte inatacable, poderoso, convincente y que empate con el modelo de pensamiento del gobierno de la llamada cuarta transformación.
No se necesita recurrir a la magia negra o al esoterismo. Si el sector privado busca el desarrollo estable, el storytelling que podría aglutinar a todos sus sectores en esta era de coronavirus está en defender la generación de empleo para el bienestar social del país.
Palabras más palabras menos sería algo así: la principal tarea que hoy tienen los empresarios -chicos, medianos y grandes- es defender al país a través de la estabilidad social que genera el empleo. Con una narrativa así dejan atrás aquella exigencia por apoyos fiscales, que no les ha servido de mucho por cierto, y colocan el factor que hoy une a todos los mexicanos: la preservación del empleo.
Es una cuestión de matiz, pero que puede resultar más conveniente. En este momento defender la “supervivencia de las empresas” no es atractivo bajo la mirada del gobierno. Lo que sí es relevante es defender a los trabajadores, a través de la “supervivencia de los empleos”. Ése debe ser el objetivo inmediato de las empresas.
Después de eso, no vendrá un “milagro” sino simplemente la lógica para la creación de empleos. Los empresarios deberán aportar dinero de sus ahorros y el gobierno estará obligado a apoyarlos con políticas de fomento al empleo, incluyendo fiscales.